Gabriel Orozco transformó la galería de arte Kurimanzutto en una tienda OXXO, en donde los tres mil productos en exhibición están a la venta con el precio regido por el sistema del mercado del arte, no por el comercial. Allí, los refrescos, botanas, dulces, cigarros o botellas de tequila que llevan la marca de Orozco, con una etiqueta diseñada por él, oscilan entre seis mil y 15 mil dólares, según sea la demanda.
Explica Orozco, que se trata de un doble discurso crítico sobre el capitalismo en el país; en particular la expansión de estas tiendas en México que han afectado el comercio local y alterado el paisaje urbano y al mismo tiempo es una lectura sobre el posicionamiento de los artistas en el mercado del arte.
El artista, cotiza sus obras en subastas arriba de los 200 mil dólares como Tronco Verde (2007), tiene a la venta los empaques de los productos pero intervenidos por él. Por lo tanto, el espectador puede adquirir un producto con contenido o elegir la envoltura.
«Yo no me considero una marca porque al final mi nombre o mi prestigio ha sido más un resultado de una investigación y cada paso que doy ha generado preguntas, pero no es que yo produzca lo mismo siempre. No puedo considerarme un productor en el sentido estricto de la palabra, porque no produzco lo mismo siempre”, considera el artista.
Orozco busca, cuestiona cómo es que los íconos de los productos se insertan en la memoria colectiva e incluso en nuestra identidad para afectar la compra-venta del pequeño productor. Por lo tanto, se trata de ocultar la marca para comprender su funcionamiento y al mismo tiempo pensar el producto en términos nutricionales, económicos y sociales.
«Es plantear preguntas sobre el intercambio de signos, sobre nuestra memoria, el posible futuro. Es una manera de preguntarme hacia dónde nos dirigimos en relación a los mercados que se están desarrollando en todos los niveles, cómo estamos reorientando el arte de nuestro país, la producción, la memoria de los iconos en la vida cotidiana”, insiste.
El OXXO de Orozco es una alegoría del mercado del arte: un modelo donde el artista con mejor posicionamiento ocupa el mejor lugar en galerías, museos y exhibiciones. Por el contrario, los creadores emergentes tienen un espacio menor.
Con información de Excélsior