Es ese día del año en que el amor está en el aire, las flores abundan y los restaurantes están a reventar de parejas ansiosas por demostrarse cuanto se aman los unos a los otros. Y pareciese que esta celebración fue creada por un grupo de publicistas en la industria del chocolate, pero, querido lector, no podría estar más equivocado.
El día de San Valentín tiene sus orígenes en la civilización prerromana pagana. Lupercalía era una fiesta celebrada por aquellas las tribus, las cuales “arrojaban la casa por la ventana” entre los días 13 y 15 de febrero, con el objetivo de evitar a los malos espíritus y purificar sus pueblos, así como para liberar a la salud y a la fertilidad después de los duros meses de invierno.
Se cree que el nombre Lupercalia tiene su origen en el antiguo festival griego de las Liceas ó Lykaias (del griego antiguo “lukos” y del latin “lupus”, que significa “lobo”) y con la adoración del dios Pan, equivalente griego de Fauno. Luperco, o Fauno, dios romano de los pastores, tenía su fiesta los días 15 de febrero.
El festival se celebra cerca de la cueva Lupercal en el Monte Palatino (la colina central donde, según la tradición, fue fundada Roma), para expiar y purificar la nueva vida en la primavera.
Los ritos eran dirigidos por los Lupercos, los hermanos del lobo, una congregación de sacerdotes adoradores de Fauno, vestidos sólo con una piel de cabra.
El festival comenzaba con el sacrificio de dos cabras y un perro por parte de los Lupercos. Luego, dos jóvenes Lupercos eran llevados al altar para ser marcados con la sangre del sacrificio, que era limpiada con un pedazo de lana empapada en leche, después de lo cual ellos debían lanzar una carcajada ritual.
La fiesta de sacrificio continuaba, y los Lupercos cortaban las pieles de los animales sacrificados en forma de correas (llamadas Februa), se vestían con ellas, a imitación de Luperco, y corrían alrededor de los muros de la antigua ciudad de Palatino, con las correas en sus manos en dos bandas, golpeando las personas que se agolpaban cerca. El ser azotado por las tiras de cuero de los lupercos equivalía a un acto de purificación, y era llamado “februatio”.
Para las mujeres, este rito aumentaba su fertilidad poniéndole las carnes de color púrpura. Este color representaba a las prostitutas de la época, en particular las que ejercían la prostitución sagrada con los lupercos en el Ara Máxima, también llamadas “lupas” o lobas. Las niñas y mujeres jóvenes se alineaban en su ruta para recibir los latigazos, lo que se supone que aseguraba la fertilidad y aliviaba los dolores de parto.
Sin embargo, al convertirse Roma en un imperio cristiano, en el siglo V, el papa Gelasio I declaró la festividad ilegal y penalizó con ejecución publica a cualquiera que la celebrara. No fue hasta el siglo 14, con un poema escrito por el gran dramaturgo inglés Geoffrey Chaucer, escribió el primer poema de San Valentín conocido en historia moderna, El Parlamento de las aves.