Además de demostrar talento y habilidad en su deporte, los participantes de los Juegos Olímpicos Río 2016 tuvieron que superar todo tipo de adversidades para conseguir un lugar.
Ese es el caso de Rafaela Silva, la judoca que le consiguió a Brasil su primera medalla de oro en las competencias internacionales.
“Ver a alguien como yo, que salió de Ciudad de Dios y comenzó el judo a los cinco años como un juego, ser campeona mundial y olímpica es algo inexplicable. Ahí no hay mucho que hacer, no tenemos objetivos; nunca salimos de ahí… Pero si esos niños tienen un sueño, tienen que creer que se puede hacer realidad”, así lo dijo al superar a la mongola Sumiya Dorjsuren, considerada la número uno mundial, en la prueba de 57 kilos.
Tanta es la emoción por obtener lo impensable, que la joven de 24 años rompió en llanto mientras, ya con la medalla de oro, cantaba el himno brasileño en el podio.
Pero la pobreza y sus limitantes no fueron los únicos puntos débiles de su carrera. En 2012 casi lo deja todo, al ser descalificada en octavos de final en los JO de Londres, debido a un golpe ilegal.
“Tras mi derrota pensé que iba a abandonar el judo. Empecé a trabajar con una psicóloga que no me dejó. Mi entrenador me incentivaba cada día. Me entrené al máximo y este es el resultado”, recuerda la deportista.
También en esa ocasión fue víctima del racismo a través de mensajes hirientes en su contra: “esta medalla es una respuesta a todos los que me insultaron y me dijeron que el judo no era cosa de monos, que el lugar de los monos era en una jaula, no en unos juegos; que yo era la vergüenza de mi familia”.
Todas estas dolorosas experiencias sirvieron para fortalecerla y valorar al doble el triunfo de su carrera, “solo Dios sabe lo que mucho que sufrí y lo que tuve que hacer para llegar aquí”.
Además, le agradece a su profesor Geraldo Bernardes, quien le apoyó en sus momentos más difíciles. Rafaela cuenta que él fue quien le dio su primer quimono ya que no tenía dinero para conseguir uno. Y aunque éste le quedaba grande, no le detenía para vencer a sus primeros oponentes. También pagó con su tarjeta de crédito sus pasajes para las competencias.
Y es que es la Ciudad de Dios, una de las favelas más famosas pero más pobres del país. Incluso, los familiares de Silva no consiguieron dinero para las entradas, pero ella está segura que en casa le festejan su triunfo.
Con información de La Jornada