El coordinador del Laboratorio de Geoinformática de la UNAM, Gabriel Auvinet Guichard, explica que «Bangkok presenta un metro y medio de depresión en el subsuelo; Bogotá también está cimentada en suelo lacustre, pero ahí apenas está empezando el hundimiento y los valores máximos llegan a los 150 centímetros; Estocolmo presenta únicamente decenas de centímetros a pesar de que tiene un subsuelo muy parecido a la capital del país”.
Luego de fundarse la Ciudad de México sobre lo que fue la isla de Tenochtitlán, los españoles encontraron insuficiente este espacio para que fuera la capital de la Nueva España, por lo tanto, desecaron los lagos a través de túneles hacia el norte.
«Los lagos al secarse dejaron unos sedimentos muy compresibles, que es la famosa arcilla del Valle de México, por cada gramo de sólido puede haber hasta ocho gramos de agua, aunque típicamente es de cuatro o cinco, es decir, hay más agua que sólido y eso hace que el suelo sea compresible, deformable y de baja resistencia”, explica Auvinet.
El Sistema de Aguas de la Ciudad de México, Conagua y la Comisión de Aguas del Estado de México también han dado seguimiento a este fenómeno y cuentan con un registro de la evolución de los hundimientos y la configuración de la ciudad.
“Tenemos una base de datos con diez mil sondeos sobre la exploración del subsuelo. Nuestro papel es aprovechar esta información que nos otorgan las instituciones, verificarla en cierta medida y elaborar mapas para identificar las zonas con mayor hundimiento”, detalló el investigador.
En varias de las construcciones y monumentos de la ciudad se pueden apreciar los hundimientos. Por ejemplo, el Monumento a la Revolución, presentaba 7.36 metros de depresión hasta 2014. El Palacio de Bellas Artes, inaugurado el 29 de septiembre de 1934, registra un hundimiento de aproximadamente dos metros. Incluso el Ángel de la Independencia, inaugurado en 1910, decayó hasta 2.33 metros.
Con información de Excélsior