Ante la crisis de credibilidad que enfrentan los partidos políticos y la falta de interés de la ciudadanía por manifestar sus preferencias en las urnas, el camino hacia los comicios de 2018 requiere acciones para revertir esta tendencia. En ese sentido, analistas políticos y los propios institutos, prevén sortear las elecciones formando alianzas estratégicas con quienes tradicionalmente compiten.
La vida política del país está conformada por 10 diferentes partidos, cada uno forjado en valores y una ideología (que promueven como propia); aunado a ello, desde 2015 ha surgido la figura de candidatos independientes, representando así, lo que podría ser una “gama de opciones” que termina por ser insuficiente para los ciudadanos.
Como actores sociales y por ende políticos, el contexto en el que vivimos marca el camino a seguir para analizar e interpretar desde diferentes ópticas aquello que nos afecta o beneficia. Los resultados ofrecidos por el gobierno, o bien, las promesas hechas por un candidato, son un ejemplo. No aceptamos seguir escuchando sexenio tras sexenio el mismo discurso; palabras que ya no se adaptan a lo que estamos viviendo día con día, de ahí que la evolución de nuestra participación como sociedad se haya vuelto más activa.
Hasta hace algunos años, México leía las decisiones políticas a través de tres filtros: derecha, izquierda y centro, lo que ponía en el mapa a tres partidos políticos, PRI, PAN y PRD, sin embargo, un sinfín de pequeños partidos surgieron, algunos no sobrevivieron y otros más crecieron solos, unidos o en contra de éstas fuerzas.
El tiempo de una corriente ideológica extrema o bien definida terminó. Los ciudadanos rechazan un gobierno de blancos y negros; solicitan administraciones participativas y abiertas que tomen lo mejor de cada identidad política. Para 2018, ésta será la realidad, las boletas electorales no mostrarán un candidato por partido político, sino por coalición, permitiendo al electorado ejercer un voto fuerte y competitivo.
No, no es la primera vez que en el papel se podrá sufragar por el representante de una alianza, pero sí será la reafirmación de un voto de conciencia auspiciado por la unión de dos o más partidos decididos a alcanzar un objetivo: fortalecer su participación en la contienda.
A lo largo del tiempo las coaliciones entre partidos políticos tenían dos fines principales: el primero, abonar al voto duro de los grandes partidos los sufragios de aquellos quienes decidieran elegir la propuesta partidista de otra institución. El segundo, que esos pequeños socios, alcanzaran los votos necesarios para mantener su registro como partidos políticos.
Sin embargo, recientemente esta modalidad comenzó a aprovecharse con el fin de ser un identificador para los votantes, se ha optado por asociarse para dar fin a la hegemonía del partido que en el poder se ha sentido cómodo por tradición y también para combatir el discurso de quien tiene ansias de autoridad. Tal es el caso del PAN y PRD, que en aras de ofrecer a la ciudadanía una mejor propuesta en 2015, 2016 y 2017, formaron un frente común para ofrecer proyectos sólidos y con el mejor candidato.
Esta alianza, aunque controversial en un inicio, ha resultado ser una de las más exitosas en las últimas contiendas, generando estabilidad y dando certeza a los resultados en diferentes estados.
Para 2018 esta fórmula se avecina probable y podría ser la respuesta para sortear una contienda electoral que se vislumbra más que competitiva. Lo cierto es que ya sea con alianzas o solos, los candidatos deberán mostrarse con grandes proyectos, abiertos al cambio, al desarrollo y a las exigencias de una sociedad evolucionada y preponderante que exige pluralidad y una mejor toma de decisiones. Es mi opinión…