Les dejo este interesante artículo que escribieron Angélica García San Emeterio, Jennifer Sánchez y Alan Schejtman como parte de nuestro Podcast Madd (Más allá del diván´s show en Spotify o mail: eldivandelmasalla@gmail.com)
Ser, o no ser, ésa es la cuestión.
¿Cuál es más digna acción del ánimo,
sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y darlas fin con atrevida resistencia?
Morir es dormir. ¿No más?
¿Y por un sueño, diremos, las aflicciones se acabaron
y los dolores sin número,
patrimonio de nuestra débil naturaleza?…
Este es un término que deberíamos solicitar con ansia.
Morir es dormir… y tal vez soñar.
Sí, y ved aquí el grande obstáculo,
porque el considerar que sueños
podrán ocurrir en el silencio del sepulcro,
cuando hayamos abandonado este despojo mortal,
es razón harto poderosa para detenernos.
Esta es la consideración que hace nuestra infelicidad tan larga
¿Quién, si esto no fuese, aguantaría la lentitud de los tribunales,
la insolencia de los empleados,
las tropelías que recibe pacífico
el mérito de los hombres más indignos,
las angustias de un mal pagado amor,
las injurias y quebrantos de la edad,
la violencia de los tiranos,
el desprecio de los soberbios?
cuando el que esto sufre,
pudiera procurar su quietud con sólo un puñal.
¿Quién podría tolerar tanta opresión, sudando,
gimiendo bajo el peso de una vida molesta
si no fuese que el temor de que existe alguna cosa más allá de la Muerte
(aquel país desconocido de cuyos límites ningún caminante torna)
nos embaraza en dudas
y nos hace sufrir los males que nos cercan;
antes que ir a buscar otros de que no tenemos seguro conocimiento?
Esta previsión nos hace a todos cobardes,
así la natural tintura del valor se debilita
con los barnices pálidos de la prudencia,
las empresas de mayor importancia
por esta sola consideración mudan camino,
no se ejecutan y se reducen a designios vanos.
Este monólogo de Hamlet, conocido por su naturaleza dramática hace sentir muchas cosas. En principio nos confronta con nuestra mortalidad, única característica con la que todos en este mundo sin importar cuáles sean nuestras ideas, costumbres, historia, o valores nos vamos a enfrentar…. la muerte…. pensada desde tantas culturas, sin embargo nadie sabe qué es… nadie sabe cómo se siente….
Lo que es un hecho es que hasta ahora “nadie sale vivo de esta vida (frases celebres mexicanas) por lo que la muerte es la única certeza de la vida, y a pesar de ser lo más certero, también es de lo más enigmático. Tan sólo imaginar tener presente todos los días, las 24 horas del día el hecho de que algún día nos vamos a morir, y que no sabemos cuándo, ni dónde…. sería enloquecedor!!!
Dicen por ahí que “cuando te toca, aunque te quites… y cuando no, aunque te pongas”. Freud escribió que “Es cierto que el enunciado ̈Todos los hombres son mortales ̈ se exhibe en los manuales de lógica como el arquetipo de una afirmación universal; pero no ilumina a ningún ser humano, y nuestro inconsciente concede ahora tan poco espacio como otrora a la representación de la propia mortalidad.” (p. 241).
“La pálida muerte llama con el mismo pie a las chozas de los pobres que a los palacios de los reyes” Horacio, a.C. Se lee en un fragmento de un cuento de los hermanos Grimm, llamado la madrina de la muerte.
La literatura ha sido este espacio tan enriquecedor en donde se expresan todas las ideas, y emociones en torno a la muerte.
Los mexicanos pareciera que jugamos con ella, la burlamos, la celebramos, le hacemos ofrendas cada año. La calavera garbancera, mejor conocida en México, y el resto del mundo, como la Catrina, es un ícono del folklore mexicano que representa la cara con la que en nuestro país se juega con la muerte. A pesar de ser dolorosa, la muerte nos coquetea cada año y uno festeja con ella.
¿Se podría llamar a esto de alguna forma una negación? Pensar que nuestros muertos regresan a visitarnos para sentir que en verdad nunca los perdimos. Mientras unos juegan con ella, otros huyen de ella, unos la veneran mientras otros le temen, se le montan altares y se le llora, lo que definitivamente es cierto es que sin ella, no nos daríamos la oportunidad de disfrutar la vida. Es a partir de ella que nos damos a la ardua tarea de vivir.
Escribe Schopenhauer (2019) que la muerte es el genio inspirador, el Musagetas de la filosofía… que sin ella difícilmente se hubiera filosofado. Tomando en cuenta que el ser humano no está conforme con nada (que no es del todo malo), continúa escribiendo que no tenemos consciente que la salud, la juventud y la libertad son grandes bienes que no valoramos hasta que los perdemos.
No notamos los días felices hasta que tenemos días dolorosos, mientras envejecemos y el cuerpo falla, extrañamos el cuerpo de la juventud y sólo ante el encierro anhelamos la libertad sin apreciar que todos los demás días fuimos libres: el hábito ya no es placer. ¿Será que nuestra manera de enfrentar a la muerte se juega en ese sentido? ¿Estar cerca de ella para que nunca se vuelva un hábito?
El hombre posee una identidad simbólica que lo particulariza respecto a los demás seres vivos, tiene nombre, tiene historia, puede teorizar y crear obras artísticas. Sin embargo no puede vencer a la muerte, a la que teme como un final ineludible, aunque este destino le resulte también a veces fascinante.
¿Por qué es tan importante la pregunta original de Hamlet? El personaje se plantea la esencia misma de la lucha de la naturaleza humana. La vida misma plantea escenarios que lo llevan a cuestionar todo volviéndose, ambas, opciones a considerar.
«Ser o no ser, esa es la cuestión», manifiesta el dilema de la existencia humana, las inquietudes ante la vida, la muerte, la infinitud, la tradición y la razón, propias de la sensibilidad humana. Al final, ¿qué cosas sí tienen sentido? ¿algo hace sentido en vida? ¿nos hará sentido en muerte? ¿Por qué será que no podemos dar cuenta del bienestar y es solo hasta que el dolor llega que lo queremos recuperar? Por eso mismo, el aburrimiento nos da la noción del tiempo y la distracción nos la quita.
Esto prueba que nuestra existencia es tanto más feliz cuanto menos lo sentimos, de donde se deduce que mejor valdría verse libre de ella (Schopenhauer, 2019). La vida es un lento camino hacia la muerte.
La vida es todo aquello que intentamos hacer, es toda esa distracción en lo que el tiempo nos drena de esa esencia que llamamos vida. Freud entiende la pulsión de muerte como una necesidad de retomar a lo inanimado, reconociendo en ella la destrucción, la desintegración y la disolución de lo vivo. La pulsión de muerte solo existe en la vida, si es una necesidad primaria estamos en una lucha constante contra ella. La muerte como destino inminente o la muerte como elección.
El dolor es el sentimiento que nos acerca lo más posible a pensar la muerte. El dolor de una herida, el dolor de una fractura nos hace “querer morir”, las experiencias cercanas a la muerte que, aunque no sean dolorosas, aportan una probada de la misma, el dolor de una perdida, esa ausencia que deja el ser amado que deja el espacio terrenal, aquel que se ha ido nos da muestra a los vivos de la experiencia de la muerte, pero aún así es inconcebible.
Darian Leader en su libro La Moda Negra escribe que pensar en la muerte lo lleva automáticamente a pensar en las pérdidas y los duelos. La ausencia nunca es aceptada sin enojo. ¿Realmente uno supera las pérdidas? Le responderá C.S Lewis en el primer enunciado de Una pena en Observación, escrito que hace de sus sentimientos tras la muerte de su esposa que «Nadie jamás dijo que el dolor se sentía tan parecido al miedo». Que difícil es concebir la escena de aquello que solo conoceremos en el fin de nuestra existencia. “…la muerte acaba siempre por imponer su silencio en los que la contemplan.” (Ibargüengoitia, J, 1977)
El tema de la muerte nos deja en un frío silencio; al ser una cuestión de la que todos los humanos damos cuenta no alcanzan las palabras, ni los múltiples autores para poder empezar a entenderla. Parecería que toca conformarnos con bordear el tema en un intento por darle sentido a nuestra existencia.