Durante años, nos hemos quejado de la pésima calidad en los contenidos de la televisión abierta en México. Las últimas dos décadas, sobre todo, se han caracterizado por una inconformidad social nunca antes vista; en parte por las redes sociales y el acceso a Internet, que han permitido propagar nuestras inconformidades.
Sin embargo, televisoras como Televisa o TV Azteca, que son las que más años llevan al aire, tenían la obligación de responder o atender a la sociedad. Al final, ambas son empresas privadas y tienen un interés 100% comercial que las llevan a programar lo que deseen – aun incumpliendo ley -. Por otra parte, nosotros somos libres de cambiar el canal o apagar el televisor.
El caso de Canal Once es completamente distinto. Se trata de un canal creado y sostenido con los impuestos de todos los mexicanos. Por eso es que una de sus principales obligaciones es cuidar que ese contenido no atente o violente los derechos y la integridad de ninguna persona que haya sido despojada de estos derechos, como ocurre con los delincuentes.
El programa La Maroma, transgredió la integridad moral de una periodista en el ejercicio de su profesión. La supuesta «parodia» de Denise Dresser se insulta de manera deplorable y desgraciada a la comunicadora. Y digo «desgraciada» por la falta de gracia en el guión y la interpretación.
La parodia es una recreación de la realidad. Utiliza la ironía para resaltar aspectos de una persona o situación. Bien hecha, genera una reflexión, más allá del humor simplón que sólo caricaturiza sin sentido.
En este caso, se trata de un chiste burdo. De una sátira injusta, de mal gusto y carente de reflexión, cuyo único objetivo es la burla y despertar una risa sin sentido, que no logra suceder porque así lo hemos expresado muchas personas en redes sociales.
Una pena terrible que después de producciones muy honrosas como la serie biográfica de Sor Juana, ahora Canal Once caiga en el lodo de manera tan indigna. Y como mexicana que con mis impuestos contribuyo a sostener este Canal, levanto mi voz de inconformidad, exigiendo una disculpa para Denise Dresser, como mínimo.
Si la producción de La Maroma no lo sabe, hay que recordarles que están utilizando el dinero del pueblo para atacar al mismo pueblo.