La narrativa oficial volvió a chocar contra los datos. Mientras la presidenta Claudia Sheinbaum asegura que la Refinería Olmeca “está funcionando súper bien” y que produce 280 mil barriles diarios, las cifras técnicas de Pemex y los reportes energéticos más recientes muestran un panorama completamente distinto, mucho más precario y muy lejos del rendimiento prometido.
La Secretaría de Energía mantiene un discurso casi triunfalista al hablar de 270 mil barriles diarios. Sin embargo, los registros operativos de Petróleos Mexicanos colocan la producción real en torno a 195 mil barriles diarios. Esa cifra representa menos de la mitad de la capacidad instalada de 340 mil barriles que el gobierno afirma tener lista y funcionando. La distancia entre lo que se dice en conferencias y lo que ocurre en los tableros de control no puede ser más evidente.
La situación empeora al revisar el comportamiento mensual. Durante julio de 2025, la operación se desplomó a 156 mil barriles diarios, acompañada de una caída en la producción de combustibles que llegó hasta el cuarenta y cinco por ciento. Otros análisis técnicos revelan que la refinería ha estado trabajando en niveles de entre treinta y sesenta por ciento, algo diametralmente opuesto al concepto de “máximo desempeño” que se repite desde Palacio Nacional.
En un país que depende profundamente de las importaciones de gasolina y diésel, esta brecha entre discurso y realidad no es un detalle menor. La Refinería Olmeca se presentó como la gran piedra angular de la autosuficiencia energética, una obra emblema que costó cientos de miles de millones y que debía transformar por completo el sistema de refinación nacional. Pero los números que realmente importan muestran un proyecto que no alcanza sus metas, que opera con un rendimiento irregular y que no está entregando los beneficios que el gobierno insiste en promocionar.
El problema no es solo técnico. Es político y es ético. Cuando las autoridades inflan cifras para legitimarse, lo que hacen es ocultar el desempeño real de una refinería que debería haber sido evaluada con rigor, transparencia y responsabilidad. México merece un debate energético basado en datos, no en propaganda. Y si Dos Bocas no está cumpliendo, es el gobierno quien debe explicarlo, no maquillar la información para ganar aplaudidores.

