Convocada por la UNAM se presentaron en la simbólica Plaza de las tres culturas de Tlatelolco el centenar de actividades que se extenderán durante todo el año con el objetivo de cubrir diversos ejes de lucha —feminismo, ecologismo, derechos de las minorías, urbanismo, libertad de expresión— que se abrieron tras las revueltas juveniles de esa época por el mundo, del cual el suceso del 68 fue genuinamente mexicano.
Tlatelolco fue hermano en el tiempo del movimiento parisino, el praguense o el californiano, pero del mismo modo tuvo un componente excepcional: se trata del único movimiento estudiantil que terminó en una matanza. Fue aquel “2 de octubre [que] no se olvida” –el lema grabado en la memoria histórica de país–, cuando además todo el mundo estaba mirando hacia el primer país de América Latina seleccionado para albergar unos Juegos Olímpicos, que se inaugurarían apenas una semana después de la matanza.
Siguen sin esclarecerse las circunstancias de la masacre, ni siquiera existe todavía una cifra fiable de las muertes. Un tribunal federal certificó que fue un acto genocida, puesto que la represión policial tenía un objetivo muy claro: exterminar al grupo de estudiantes que se oponían al Gobierno del presidente Díaz Ordaz. Paradójicamente, la mano de dura del secretario de Gobernación de entonces, Luis Echeverría, fue premiada por el partido, aupándolo a la presidencia. Tras dos años de arresto domiciliario, en 2009 el expresidente quedó libre de la acusación de genocidio.
Con información de El País