Los seres humanos pasamos la mitad de nuestra vida tratando de resolver problemas emocionales que nos es difícil enfrentar, resolver y dejarlos a un lado del camino para seguir libremente y aligerar la carga de la vida.
Difícilmente podemos manejar nuestras emociones aún cuando somos adultos, la educación que recibimos nos enseñaba a reprimirlas, cuantas veces escuchamos a nuestros padres decir » los hombres no lloran» o «las mujeres venimos a este mundo a sufrir» estas frases que se quedan en nuestra memoria por siempre, en este sentido y sin caer en cuenta vamos educando a nuestro cerebro a pensar de esta forma, en pocas palabras es mejor callar lo que sientes.
Así se nos va la vida tratando siempre de resolver en silencio y reprimir nuestras emociones, no nos damos cuenta que lo único que estamos logrando es un cúmulo de todas esa emociones retorcidas y concentradas que un día tarde que temprano escupirá nuestra boca en un momento de crisis.
Siempre estamos tratando de agradar a los demás de no perder la prudencia ante ninguna circunstancia, aveces sin darnos cuenta llegamos a padecer constipación emocional es decir las emociones ya no fluyen, estamos tapados, dejamos de vivir estamos como muertos en vida, somos como agua que no fluye que se encuentra estancada y en pocos días apesta.
No siempre la prudencia es buena consejera de vez en cuando se convierta en nuestra peor enemiga y nos convierte en personas que a la vista de los demás se puede observar con autocontrol inquebrantable y poseedoras de una discreción absoluta, siempre tienen la palabra correcta en todo momento y situación. Pero la realidad estas personas están reprimiendo lo que sienten y lo que piensan.
Entre las emociones que nos es difícil manejar esta «la culpa» con ella nos castigamos, nos es difícil reconocer que cometimos un error asumir la responsabilidad, las consecuencias y poner punto final. Generalmente nos gusta lacerarnos con estos sentimientos hacernos el harakiri. Recordemos que la culpa en un proceso de autodestrucción, es la ante sala de la depresión.
Se dice que «la esperanza» es lo ultimo que muere, en algunos casos es la primera que deberíamos de dejar morir ante situaciones que no tienen sentido pelear, por que son causas perdidas. Y me estoy refiriendo a circunstancias muy especificas en donde no depende de nosotros mismos si no de terceras personas tomar otro rumbo. Cuidado si tomamos a la esperanza como una forma generalizada de vida, la mente quedará atrapada en el futuro y se perderá el presente.
Un dicho afirma:» El tiempo todo lo cura » y tiene un poco de verdad sin embargo a veces el tiempo no es suficiente para sanar todas las emociones guardadas por el tiempo como «el rencor». A la ira no manifestada y almacenada en el pasado se le conoce como rencor o resentimiento con el transcurso del tiempo este se puede convertir en odio. El rencor jamas se queda quieto va carcomiendo cada rincón del alma hasta eliminar todo, hasta convertirse en violencia.
El sentimiento que puede ayudarnos a sanar todos los demás es «el perdón»: el ser humano poseé una facultad que no necesita tanto de la memoria como la decisión y el amor. A esta aptitud se le conoce como el perdón. Perdonar es el acto por el cual remitimos o exceptuamos de la deuda psicológica a alguien o a nosotros mismos.
Contrariamente a lo que pensamos el olvido no es el perdón . El que perdona no olvida, no pierde la memoria simplemente decidió hacer o hacerse un regalo. El perdón es una forma de lavar el alma y la mente.