La forma de evaluar si un gobierno ha resultado o no eficiente, son las cifras estimadas a través del cumplimiento de objetivos. Sin embargo, los resultados anunciados con bombo y platillo, se vuelven insuficientes al preguntar a los ciudadanos, si se han visto beneficiados con las acciones llevadas a cabo.
¿Se necesita o no la construcción de una nueva carretera? ¿Se requiere de un nuevo sistema de drenaje? La puesta en marcha de un programa social o la construcción de una obra pública en cualquier municipio, suelen ser, indistintamente, beneficios palpables para la población, que seguramente hará uso de ello. La gran duda surge cuando, sin el entendimiento de la dinámica social y sus necesidades, los nuevos logros, resultan escasos al no cubrir verdaderamente las carencias y sólo sumarse a una lista de metas.
De acuerdo con el Estudio de Desarrollo Municipal de la Auditoría Superior de la Federación en los diferentes ayuntamientos del país, existe gran rezago debido a la falta de capacitación en el personal de los gobiernos municipales, que no destinan recursos suficientes a las necesidades más básicas de la sociedad.
Asimismo, el presupuesto termina por agotarse pagando las deudas adquiridas por anteriores administraciones, endeudando a las actuales y haciendo más remota la oportunidad de desarrollo social en la región.
Es verdad, para algunos municipios, el presupuesto asignado, no es suficiente ante las necesidades de sus habitantes, sin embargo, es deber de la administración, realizar obras eficientes que beneficien a la población, su actividad económica y la garantía de su futuro.
El seguimiento del destino de los recursos, está lleno de baches, entre ellos, la falta de transparencia y rendición de cuentas, que continúan bajo una tonalidad opaca a la hora de discutir y vigilar los recursos federales. Así como la falta de preparación para no llevar a tientas la administración pública. Es mi opinión…