Comenzamos el mes de la mujer, una oportunidad perfecta para recordar las brechas que se han acortado para alcanzar la igualdad de género en diferentes ámbitos sociales como resultado de la lucha continua contra la tan arraigada omisión histórica y cultural de la participación del género femenino en la toma de decisiones familiares, laborales y políticas.
Es cierto, ha habido grandes avances para favorecer la inclusión de género, sin embargo, los problemas de violencia y discriminación contra la mujer, siguen latentes y evolucionan, alojándose en todas partes del mundo sin importar condición social, edad, profesión o raza. Una constante que aceptamos como cotidiana y a la que las mujeres debemos enfrentarnos como tradición.
Este fenómeno de alcances inimaginables, cuyo surgimiento, desarrollo y consecuencias son producto de múltiples factores, desemboca en graves violaciones a los derechos individuales que tienen cavidad desde el núcleo familiar hasta la creación de leyes y la práctica de ellas. Discriminación es la palabra.
Y es que sin las mujeres, el mundo no tiene futuro; pero más allá de lo poético que pueda parecer esta frase, tiene un sentido literal. La razón, la economía mexicana se mantiene gracias a las mujeres. Esto lo revela un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI): Los países que de aquí al 2030 quieran mantener un ritmo de crecimiento económico sólido y constante, además de crear la cantidad y calidad de empleos necesarios, deberán apostar por la educación, capacitación e inclusión de las mujeres en el mercado laboral.
Sin duda, la mayor participación de las mujeres en la actividad laboral puede impulsar el ritmo de incremento del PIB, además de elevar el crecimiento potencial y compensar la caída de la población económicamente activa.
La fórmula es simple, el crecimiento económico es un elemento necesario para poder ofrecer a las mujeres las oportunidades de inclusión necesaria, pero al mismo tiempo la participación en el mercado laboral favorece el crecimiento, productividad y estabilidad que nuestro país merece.
Existen muchos ejemplos de la importancia de las mujeres para sostener la economía de un país. Por ejemplo, de acuerdo al estudio titulado “Las mujeres, el trabajo y la economía: beneficios macroeconómicos de la equidad de género” del FMI, el crecimiento potencial de Japón podría aumentar un cuarto de punto anual sólo con que la tasa de participación femenina en el mercado laboral alcance la media común de los países del G7 (Estados Unidos, Alemania, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia y Japón).
El mismo informe indica, que las pérdidas del PIB per cápita atribuibles al género en el mercado laboral llegan hasta 27% en determinados países. Y si la participación de las mujeres en la fuerza laboral se equipara a la de los hombres, el PIB se elevaría de forma permanente, por ejemplo, 5% en Estados Unidos, 9% en Japón, 12% en Emiratos Árabes Unidos y 34% en Egipto.
Entonces, ¿qué falta para que exista un real mercado laboral equitativo? La OCDE menciona que en ciertos niveles de jerarquías, las mujeres encuentran barreras para adoptar una posición profesional, entonces se decide relegar el plano profesional y trabajar medio tiempo, o quedarse en casa y cuidar a los hijos.
Nuestro país no puede negar que tiene que hacer frente a las consecuencias evidentes de una población cada vez mayor y una potencial crisis económica que tendría una recuperación lenta e insegura. Por eso se requiere un estímulo lo suficientemente eficaz y potente para volver a crecer; esta vez, la equidad de género en el mercado laboral sería la única respuesta para lograr dicho impulso. Mujeres y hombres utilizando equitativamente sus fuerzas laborales a favor del mutuo desarrollo sería la fórmula ganadora… Es mi opinión.