¿Crees que al momento de nacer nuestro destino ya está escrito? ¿O por el contrario, eres de los que piensa que no importan las circunstancias en que nacemos, por más desfavorables que éstas sean, siempre se puede alcanzar el éxito?
Pese a que millones de personas en el mundo viven en pobreza extrema y se enfrentan al panorama global de una terrible desigualdad social, no necesariamente los hijos de familias ricas son igual de exitosos que sus antecesores, ni todos los extremadamente pobres permanecen su vida entera en esa misma condición.
Como ejemplo tenemos a un inmigrante ucraniano que llega a Estados Unidos cuando apenas tiene 17 años de edad. Y que al cumplir los 38 se convierte en uno de los millonarios más jóvenes de ese país. Y todo porque en 2014 vendió a Facebook una aplicación que inventó 5 años atrás.
Estoy hablando de Jan Koum, el inventor y programador que junto con Brian Acton creó la aplicación de mensajería móvil más utilizada en el mundo: WhatsApp. La cual vende a Facebook en la exorbitante cantidad de 19 mil millones de dólares.
Pero la infancia de Koum en Kiev fue muy distinta de lo que pensaríamos en el caso de un millonario. Jan Koum cuenta que de niño nunca tuvo agua caliente en su casa y que al emigrar a Estados Unidos, antes de cumplir la mayoría de edad, sobrevive gracias a los cupones de comida.
Curiosamente, la venta de WhatsApp significa en el año 2014 el mayor desembolso de la historia de Facebook al comprar otra empresa o aplicación. Y aunque esto significó que Jan Koum se transformaba en un millonario más de Silicon Valley, el ahora ucraniano-norteamericano tuvo un gesto cargado de simbolismo.
Resulta que Koum -orgulloso de su espectacular progreso, pero sin olvidar su origen humilde- elige para firmar el acuerdo de 19 mil millones de dólares con Facebook, el centro social donde acudía con su madre para recoger los vales de ayuda alimentaria en sus primeros años en Estados Unidos.
Hijo de un maestro de obras y una ama de casa, Koum huye de las tensiones políticas de la Ucrania soviética, donde se intervenían las comunicaciones de los ciudadanos y precisamente a esto se debe que WhatsApp desde un inicio requirió la menor cantidad posible de datos de los usuarios, quienes sólo necesitan su número de celular para identificarse y tener acceso al servicio.
Koum se mantiene como un hombre modesto, celoso de su vida privada y conocido por tener principios muy sólidos. En la pared de su oficina puede leerse en una nota: “No anuncios, no juegos, no artilugios”. Principios en los que se basó para desarrollar su aplicación.
Tanto Koum como su socio estadounidense Brian Acton, concibieron WhatsApp como una plataforma libre de todas aquellas cosas que detestan del mundo de la tecnología y que fueron las que los hicieron abandonar sus empleos en Yahoo!, donde se conocieron.
Para estos empresarios hay dos líneas rojas que no traspasan por ningún motivo. La primera es la privacidad, algo que resulta curioso con la de su comprador que es Facebook y en la que su naturaleza es precisamente la de ser un libro abierto de las vidas de sus usuarios.
De hecho, Facebook solicita todo tipo de información a sus usuarios. Datos con los que consigue ingresos millonarios a través de los anunciantes, para quien la red social trabaja como una segmentadora de mercado invaluable.
Por el contrario, Koum tuvo una infancia en un pequeño pueblo rural a las afueras de Kiev, donde por más de una década tuvo el mismo reducido grupo de amigos. Otro punto con el que discrepa con Facebook, donde se está en contacto virtual con muchos conocidos, pero nada más allá de amistades volátiles y poco profundas.
La segunda línea roja se refiere a librar a los usuarios de la habitual avalancha de anuncios publicitarios que otras plataformas sí envían a los cibernautas. Este concepto de no “mercantilizar” WhatsApp es algo que Mark Zuckerberg dijo que respetaría, por lo menos en un principio.
A cuatro años de la venta, parece que Koum puede seguir tranquilo al ver que Facebook no ha tergiversado sus códigos y WhatsApp no es otra plataforma inundada de anuncios ni está en función de las grandes empresas de ventas.
Y al mismo tiempo, queda demostrado que ese joven ucraniano que llegó a un país sin dinero en la bolsa, logró acercarse a una computadora, tener acceso a la educación y convertirse en un programador que inventa una de las aplicaciones más conocidas en el mundo y por la cual le pagan una cantidad que califican los expertos como impresionante.
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Después de escuchar este periodismo de vida, te pregunto: ¿Conoces algún caso parecido de emprendedores que lucharon en contra de sus circunstancias adversas? ¿Existen límites o somos nosotros mismos quienes nos ponemos barreras?
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