Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es hoy por hoy la primera causa de discapacidad en la población general, pues afecta aproximadamente a 121 millones de habitantes. A pesar de que puede ser tratada efectivamente con antidepresivos y psicoterapia, menos del 25% de los afectados tiene acceso a un tratamiento adecuado, por lo que es un problema primario para el sistema de salud.
El paciente acude al médico con alguna queja o malestar inespecíficos, sin estar consciente de que es víctima de este trastorno del estado de ánimo. El médico que no detecta la depresión, por falta de conocimientos o de sensibilidad ante el sufrir mental, descarta al paciente como si fuera un quejica o lo medica innecesariamente. Al menos una de cada 10 personas que acuden a algún servicio de atención primaria en México sufre depresión; sin embargo, sólo una cuarta parte es detectada a tiempo.
El problema es que muchas veces no se detecta a quien está deprimido porque no necesariamente se siente triste; incluso la percepción de los demás es que sólo está cansado, amargado o malhumorado, y por eso no ofrecen su ayuda.
La depresión puede estar acompañada de ansiedad, de conductas maniacas —aceleradas y expansivas— o de alguna enfermedad. Por ejemplo, si alguien se queja de un dolor de espalda incapacitante por el que está medicado y que no le permite salir a divertirse, rendir en el trabajo, disfrutar su vida sexual, etcétera, debemos considerar la posibilidad de que esté deprimido.
El espectro de la depresión es amplio: puede presentarse una depresión ligera, pero crónica —que hay que atender porque suele desembocar en una depresión mayor—, hasta el lado extremo en el que se presente una depresión con pérdida del contacto con la realidad y un total retraimiento del mundo externo. En todo caso, resulta indispensable cuidar al paciente, pues el riesgo principal es que atente contra su vida, debido a lo difícil y doloroso que resulta vivir siempre con una sensación de ir cuesta arriba.
La depresión se caracteriza por la pérdida de interés en las cosas que antes lo generaban o dificultad para disfrutar aquello que antes sí provocaba placer, como lo puede ser ir al cine, hacer algún deporte, leer o cenar con amigos.
Puede darse la sensación de tristeza o de vacío, pero a veces sólo se siente el desánimo. En ocasiones hay cambios en el peso porque la persona deprimida o come más o come menos. Igual pasa con el sueño, ya que la depresión puede ir acompañada de insomnio, necesidad de dormir mucho o dificultad para levantarse en la mañana. Puede verse acompañada de alteraciones motoras, esto es, que el deprimido esté acelerado en su conducta o muy lento. Puede sentir cansancio o pérdida de energía. La depresión puede acompañarse por disminuciones en la confianza, autoestima, sentimientos de inutilidad y culpa; también puede tener dificultades para concentrarse, para pensar y tomar decisiones y, en casos graves, los pensamientos pueden girar en torno a la muerte.
Cuando hay menos síntomas y éstos son más leves —cambios en el apetito y en el patrón del dormir, fatiga, baja autoestima, dificultad para concentrarse y tomar decisiones o sentimientos de desesperanza—, se debe dar el diagnóstico de distimia y se debe atender con psicoterapia.
En cualquier caso es necesario buscar la ayuda de un profesional.