Historia: gobierno mexicano recibió ayuda de Estados Unidos para acabar con revolucionarios

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A 93 años de su asesinato la imagen de Emiliano Zapata (1879-1919), general en jefe del Ejército Libertador del Sur, sigue dando vueltas en la imaginación de los mexicanos. El rebelde encarna los ideales de una época convulsa, de años de lucha de una guerra cívil que transformó la vida de los mexicanos.

El historiador Francisco Pineda presentó una exhausta investigación que demuestra cómo Zapata fue perseguido con saña por el régimen de Venustiano Carranza desatándo una guerra de exterminio: armas químicas, torturas indiscriminadas y hasta esclavización de prisioneros fueron empleados para doblegar al rebelde.

“La Revolución Mexicana fue paradójica y compleja. Y hay un intento de ciertos sectores de reivindicar la obra de Carranza y convertir la Constitución, de la que se cumple cien años el 5 de febrero, en un símbolo de continuidad y estabilidad, cuando no es así: México es una nación en permanente conflicto, traumática y fascinante. Esa es la lección de Zapata”, considera el profesor-investigador del Colegio de México, Carlos Marichal.

El 26 de septiembre de 1915, ya derrocado el general Victoriano Huerta, Carranza ordenó al general Pablo González aplastar la Revolución del Sur, el movimiento de liberación campesino liderado por Zapata.

En ese momento el revolucionario había entrado en la historia tras dirigir protestas agrarias en Morelos y sumarse en 1910 al levantamiento de Francisco I. Madero que inició la Revolución en 1910. Una vez logrado el objetivo y con Porfirio Díaz en el exilio, Zapata rechazó desmovilizar sus tropas porque consideraba que para él la guerra tenía otro fin: conseguir la colectivización de las grandes haciendas y liberar a miles de campesinos de siglos de opresión latifundista; además, abogó por el derecho de huelga, el reconocimiento de pueblos indígenas y la emancipación de la mujer.

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Por el poder y lealtad de su ejército compuesto por agricultores e indígenas fue visto rapidamente como el gran enemigo a batir por el poder carrancista. “Para ello el Gobierno contó con la ayuda de Estados Unidos. Carranza en diciembre de 1914 apenas disponía de 1.700 fusiles; en menos de un año Washington le proporcionó más de 53.000”, dice Pineda.

Con este respaldo en febrero de 1916 el gobierno de Carranza comenzó a fabricar, con maquinaria importada de Estados Unidos, espoletas para gas asfixiante con el que pensaban aniquilar a los zapatistas. “Posiblemente se prepararon con fosgeno, un veneno incoloro y con olor a maíz verde, cuyos síntomas no son inmediatos”, explica el historiador. Además, los carrancistas diseñaron un plan de guerra copiando las sangrientas campañas utilizadas en Cuba por el general español Valeriano Weyler. Asimismo, aseguraron el Distrito Federal con una línea de trincheras de más de 100 kilómetros y recopilaron información de inteligencia, a través de la tortura.

El 12 de marzo de 1916 se incendiaron pueblos y destruyeron siembras; cientos de campesinos fueron ejecutados y miles fueron concentrados y deportados. Se ordenaron deportaciones masivas Yucatán y se esclavizó a poblaciones enteras en campos de trabajo. “El objetivo era obligar a que los zapatistas se ocuparan más de sobrevivir que de combatir. Esto facilitaba las tareas de exterminio”, explica Pineda.

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A comienzos de 1917, Zapata logró expulsar de su territorio al ejército invasor. En marzo, el líder proclamó “el gobierno del pueblo por el pueblo”, reabrió escuelas y reorganizó el Ejército Libertador del Sur. En esa época proclamó: “Cuando el campesino pueda gritar ‘soy un hombre libre, no tengo amos, no dependo más que de mi trabajo’, entonces diremos los revolucionarios que nuestra misión ha concluido, entonces se podrá afirmar que todos los mexicanos tienen patria”.

Los carrancistas pronto volvieron la carga y a finales de 1918 lanzaron la segunda invasión pero esta vez para matar a Emiliano Zapata por encargo al coronel carrancista Jesús Guajardo que logró su objetivo engañando a Zapata. Le dijo que quería desertar del ejército federal sumarse al ejército zapatista, incluso como prueba de lealtad mandó a fusilar a 50 soldados del ejército. Ambos acordaron reunirse el 10 de abril de 1919 en la Hacienda de Chinameca, en Morelos pero cuando Zapata se acercó siete balas impactaron en su cuerpo. Su cadáver fue llevado ese mismo día ante el general Pablo González y exhibido en público.

El traidor de Guajardo fue ascendido pero con el tiempo cayó en el olvido. Zapata, en cambio, enterrado y llorado como pocos en México sigue vivo desde entonces.

Con información de El País

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