Los problemas de salud sufridos por 21 diplomáticos americanos y cinco canadienses, atribuidos a un supuesto ataque sónico, han llevado a la Casa Blanca a evaluar la posibilidad de cerrar su embajada en La Habana, reabierta en el verano de 2015. «Lo tenemos bajo evaluación»; ha dicho Rex Tillerson.
El viernes cinco senadores republicanos, entre ellos el poderoso cubanoamericano con potencial presidencial Marco Rubio, enviaron una carta al Departamento de Estado en la que urgían a exigir a Cuba una explicación de lo ocurrido y proponían clausurar la legación si el gobierno de la isla no aclaraba lo sucedido con premura.
Hasta el momento, Washington no ha culpado de nada a La Habana y el presidente Donald Trump no se ha manifestado al respecto.
Cuba asegura que no tiene nada que ver con los supuestos ataques. La inteligencia cubana está colaborando con el FBI y la Real Policía Montada de Canadá en la investigación y el presidente Raúl Castro se ha reunido con el jefe de la diplomacia de EE UU en Cuba, Jeffrey DeLaurentis, para darle su palabra de que son inocentes.
Los analistas coinciden en que es inverosímil pensar que los altos mandos cubanos hayan decidido atacar a la diplomacia estadounidense cuando desde 2014 están inmersos en un proceso de restablecimiento de las relaciones bilaterales. El turismo y el potencial inversor de EU son claves para el desarrollo económico de la isla.
Con información de El País