Héctor Falcón presenta una serie de piezas intervenidas; los libros, los objetos y las pinturas se convierten en instalaciones y esculturas. Son la marca de la evolución del trabajo que ha venido desarrollando a partir de la idea de interferir. Héctor Falcón sigue mostrando una actitud transgresora, pues el artista ha buscado a lo largo de su desarrollo creativo, escaparse de las fronteras del deber-ser. No es coincidencia que lo que presenta esta exposición conjugue con la marca emblemática que ha definido su trayectoria: la intención de correr, interrumpir, interponer, trasgredir…
A través del arte propone el posicionamiento de nuevas nociones que busquen acaparar el sentido del objeto que interviene, sino que proliferen las posibilidades que tienen ellos mismos. En este sentido, la noción del objeto se convierte en algo maleable, dúctil, heterogéneo, capaz de modificarse. No se sedentariza la definición estructural de la capacidad de operación del objeto.
El autor no pretende determinar, ni estructurar un saber cerrado, sino construir desde lo dinámico e integrar lo diverso para generar posibilidades de creación y pensamiento. Se convierte en promotor de la crítica, para inspirar discursos posteriores, adicionales, complementarios. Sucita ideas, al tiempo que se escapa del papel del crítico convencional, pues no hay valores axiológicos que despojen la características que confirman ideas.