En México se consumen más de 4.5 millones de sopas instantáneas cada día. Lo alarmante no es solo el volumen, sino el perfil de quienes más las consumen: niñas, niños, adolescentes, universitarios y trabajadores. Su bajo precio y facilidad de preparación las hace atractivas, pero detrás del sabor hay un cóctel de aditivos y un exceso de sodio que representa un verdadero riesgo a la salud pública.
De acuerdo con el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), México ocupa el lugar 14 en el ranking mundial de consumo de sopas instantáneas, con 4.5 millones de unidades consumidas al día. Estas cifras colocan al país en una posición crítica respecto a la nutrición, sobre todo entre los jóvenes de 8 a 18 años.
Estas sopas, generalmente acompañadas de chile en polvo y limón, contienen una mezcla peligrosa de aditivos como glutamato monosódico, inosinato, guanilato de sodio, extracto de levadura y proteína hidrolizada de soya. Su ingesta frecuente puede reducir la absorción de nutrientes clave como proteínas, calcio, hierro, potasio, fibra y vitaminas A y C.
Un estudio de la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) advierte que incluso algunas presentaciones incluyen azúcares como fructosa, glucosa, sacarosa o lactosa, además de aceites vegetales y grasas animales como las provenientes de leche, pollo o quesos.
Pero el principal enemigo está en el sodio: un solo vaso de sopa puede contener hasta 2,700 mg, cifra que supera el límite diario recomendado por la Organización Mundial de la Salud (2,000 mg). Esta carga excesiva puede desencadenar hipertensión, problemas renales y enfermedades cardiovasculares.
Un artículo en Nutrition Research and Practice refuerza esta preocupación, al señalar una relación directa entre el consumo habitual de sopas instantáneas y el incremento en triglicéridos, presión arterial diastólica elevada y glucosa en ayunas.
Aunque son prácticas, baratas y sabrosas, las sopas instantáneas son una bomba de tiempo para la salud. Especialistas piden campañas de concientización para advertir sobre sus riesgos, y fomentar hábitos alimenticios más equilibrados, especialmente en niños y adolescentes.