Juan Carlos Osorio ve el mundo en primera persona del plural. El “nosotros” le sirve para envolver a su interlocutor y lector. En 2015, el entrenador de la selección de México escribió junto con el periodista Jorge Andrés Bermúdez su postura en La Libreta de Osorio (2015). En sus líneas, admite estar fascinado por los entrenamientos de baloncesto, por Bielsa y Guardiola.
“Es un obsesivo de los entrenamientos. Sus grandes maestros han tenido vínculos con otros deportes colectivos en espacios reducidos: voleibol, baloncesto, balonmano. Es un profesor porque le gusta enseñar, no le dice al jugador ‘hay que hacer esto’, él le dice lo que hay que hacer y por qué. Tiene una gran capacidad para convencer”, comenta el Jorge Andrés Bermúdez a EL PAÍS. La idea de Osorio es básica: la repetición de ejercicios y situaciones para “hacer que el futbolista reaccione a los estímulos del juego de manera subconsciente”.
El estratega colombiano admite, como Dante Panzeri, que la única certeza del fútbol es la incertidumbre, lo accidental, el azar. Para él es crucial insistir en una premisa: “no podemos vivir desvinculados de los demás, pero tampoco disueltos en los demás”.
Las rotaciones de jugadores en el equipo mexicano han sido duramente criticadas. Lo que plantea Osorio es variar a los futbolistas en su once inicial. No hay titulares fijos. Esta estrategia, explica, genera confusiones en los oponentes, eleva las posibilidades estratégicas del equipo. “No es simplemente darle la oportunidad a determinado jugador. Es identificar si ese jugar recibe la oportunidad se encuentra en el escenario propicio que le dé todas las posibilidades de desempeñar bien su tarea en interacción con los demás elegidos”, señala el entrenador.
Esta estrategia no ha discriminado entre delanteros, defensas y porteros. Previo al Mundial de Rusia, el Tri no tiene una alineación fija, es volátil. “Las estructuras del conjunto varían en función de las necesidades y las circunstancias de turno, del rival”, comparte. Las rotaciones, según recuerda el seleccionador, lo escuchó por primera vez de Alex Ferguson. “La gente en México se burla de Osorio, lo maltrata, lo critica, pero que le pregunten a los jugadores y se van a llevar una buena sorpresa”, considera el periodista de Win Sports.
Para Osorio hay dos pilares en su trabajo: el entrenamiento y la selección del grupo. “Así como en la vida no podemos elegir a nuestros hijos, en el fútbol muchas veces tampoco podemos elegir a los jugadores”, escribe. A propósito de esto el estratega considera que debe hurgar entre el talento de sus jugadores y recurre a los cambios de posición: un centro delantero se transforma en un alero por izquierda y un central se convierte en lateral. A esa versatilidad la ha nombrado “polivalencia individual”.
“Nos atrevemos a entrenar jugadores en otras posiciones porque les hemos identificado capacidades para cumplir con otras tareas en otras zonas de campo. Obviamente que sin llegar al extremo. Por ejemplo un portero jugando de extremo”, explica. El mayor campo de experimentos fue en el Atlético Nacional. Allí ganó cuatro Ligas, dos Copas y una Superliga. En la plantilla provocó la evolución de varios jugadores como los colombianos conocidos en la Liga mexicana como Stefan Medina, de central a lateral derecho, y Edwin Cardona, de falso nueve a extremo e incluso como interior. “No va a poner a Peralta de portero”, ironiza Bermúdez, “el jugador tiene que estarse reubicando constantemente en la cancha”.
La ideología Osorio trabaja a contrarreloj en el equipo nacional de México. No tiene, como el resto de seleccionadores, el suficiente tempo con sus jugadores que con su club. “A él le apasiona estar día a día, ver que un jugador de pronto esté desarrollando mal un movimiento en el campo y generar una ejercitación para ayudarle a mejorar”, amplía Bermúdez.
Los nueve mandamientos de Osorio son: el inicio y la salida, su objetivo no es dividir el balón porque un pelotazo provoca ceder la posesión; la circulación, sus jugadores deben tener claro que los pases deben tener una intención; la amplitud, si los rivales mantienen una postura defensiva habrá que echar mano de los extremos, algo que le aprendió a Marcelo Bielsa; la profundidad/penetración, se refiere a la última acción de precisión que deja al futbolista en una oportunidad para tirar a gol; el ataque de espacios, se refiere cuando se recupera la pelota y el adversario deja huecos.
El sexto fundamento es la concentración ofensiva, lo que pide el colombiano es que haya la mayor cantidad de jugadores detrás de la línea del balón; el pressing, explicado como la capacidad para limitar tiempo y espacio al otro a través de la organización; la recuperación inmediata, ahí pide que el balón se recupere en menos de siete segundos. Su última base es el repliegue, una acción en la que el equipo puede perder el orden para reconquistar el balón. Para el seleccionador del Tri no existen las faltas o fouls, sino “acciones retardadoras”.
Cada ejercicio, malo o bueno, lo anota Juan Carlos Osorio en una libreta. Pluma azul para los aciertos, roja para los errores. Cuando su equipo pierde se aferra a una frase de Jorge Luis Borges, “la derrota tiene la dignidad que la ruidosa victoria no tiene, no conoce y no merece”. En México prefieren ganar a esa honra.