Los asistentes para la búsqueda de literatura basados en inteligencia artificial (IA) son herramientas que transforman la manera en la que los usuarios acceden y utilizan información académica; además, permiten sistematizar y ahorrar tiempo, coincidieron en señalar los expertos de la UNAM, Roberto Santos Solórzano y María de los Ángeles Gutiérrez Lovera.
En la charla Nuevas fronteras: ¿Cómo está revolucionando la IA la búsqueda de literatura?, Roberto Santos Solórzano, coordinador de Diseño de Experiencias de Aprendizaje, en la Subdirección de Innovación Educativa de la Coordinación de Evaluación, Innovación y Desarrollo Educativos (CEIDE), refirió que esos instrumentos están alimentados por algoritmos avanzados y ofrecen ventajas, como las fuentes de información.
“La mayoría de ellos usan bases de datos científicas y académicas, colecciones que organizan literatura revisada por pares, verificada y validada, con lo cual la información que se consulta es confiable”. Algunas pueden ser Web of Science o Scopus, las dos bases bibliográficas más importantes del mundo.
El experto dijo que la IA no es nueva, pero en los últimos dos años se ha constituido en una herramienta muy utilizada debido a la facilidad de uso. En la investigación y la academia la informática permite explorar y analizar datos que son sumamente complejos.
No obstante, la crítica frecuente es que no sabemos cuáles son sus fuentes de información, de dónde la obtienen para construir una respuesta. “Cuando solicitamos referencias bibliográficas, muchas veces son muy antiguas o no existen”, precisó.
Por ello, algunas personas la consideran “una caja negra” en la cual no vemos qué sucede adentro y eso ha provocado que se compartan en distintos medios, sesgos, errores, y la información confusa y poco confiable que puede arrojar.
En el caso de los asistentes, aclaró, simplifican el proceso de búsqueda; recopilan demasiada información, de manera que los docentes e investigadores realizan una indagación compleja y obtienen resultados precisos y relevantes de forma rápida y eficiente.
“Cuando se hace una búsqueda normal en Google que arroja ocho millones de resultados, la mayoría de las personas no pasa de la primera página. Entonces estas herramientas permiten analizar miles de artículos y darnos una respuesta respecto a nuestras consultas”, abundó.
Otro beneficio es la capacidad de personalizarlas. “Se basan en nuestro historial de búsqueda y preferencias; estos asistentes nos devuelven artículos que son más pertinentes y relevantes para nuestro propio trabajo y esto amplía el espectro de información a la que tenemos acceso y nos permite explorar y fortalecer la investigación”.
Respecto a las consideraciones éticas asociadas con el uso de estas herramientas, es complicado brindar una respuesta porque “estamos en plena discusión y desarrollo de políticas, normativas y regulaciones, en México y el mundo. Es un terreno con mucha incertidumbre”, alertó.
En la sesión organizada por el CEIDE, Santos Solórzano mencionó que al utilizar algoritmos se reduce la influencia de factores subjetivos en la selección de información. Los usuarios tienen fuentes o bases de datos favoritas, pero eso los limita para revisar otras.
Asimismo, al buscar en numerosas bases, arrojan resultados que mejoran la accesibilidad y la democratización del conocimiento, y así se combate la desinformación científica. “No sólo se busca literatura, sino que se analiza”.
Enfatizó que ninguna IA es perfecta ni está libre de sesgos. Ofrecen beneficios, pero hay que tener un uso responsable de la herramienta.
No hará el trabajo
En tanto, la líder de proyecto para la Vinculación del Conocimiento Educativo en la Subdirección de Movilización del Conocimiento en Educación, de la CEIDE, María de los Ángeles Gutiérrez Lovera, recordó que los asistentes de investigación basados en IA sistematizan y ahorran tiempo, de esta manera se fortalecen las actividades de investigación a partir de un documento, palabra clave o título.
“La pregunta que se plantea es esencial porque es el hilo conductor de lo que necesitamos saber, y eso depende de nuestra necesidad de información académica”, detalló.
Estos motores de búsqueda tienen información que no está sesgada, como ChatGPT, que no es un buscador ni va a arrojar bibliografía. Hay que alejarnos de este tipo de instrumentos, que no son malos, sino que su fin es otro, y voltear la mirada a los que tienen por finalidad la búsqueda de literatura.
Aunque la inteligencia artificial proporciona impulso y asistencia, también es fundamental el rol de los actores, estudiantes, docentes, tomadores de decisiones, quienes deben realizar una selección crítica de aquello que necesitan, añadió.
La IA no hará el trabajo; ayuda, es un apoyo, una posibilidad que antes no existía, y que ahora que contamos con ella hay que utilizarla, pero con conocimiento de causa. Hay que emplearla pensando que habrá un sesgo, errores, funciones que no me ayuden: me puede proporcionar literatura, pero tal vez no esté actualizada, o no responda a lo que necesito.
Entre mejor sea la retroalimentación y la información que proveamos, esa respuesta también lo será. “La recomendación es apoyarse en esas herramientas para llegar más rápido a lo que yo necesite”, reiteró Gutiérrez Lovera.
Son aliadas valiosas, pero no hay que reemplazar la tarea que le toca a los estudiantes, docentes o investigadores; hay que combinar la eficiencia de la tecnología con la capacidad humana de reflexionar acerca de lo que nos provee la IA. La universitaria recomendó no “casarse” con una sola herramienta, porque ninguna resuelve todo.