La confrontación comercial entre Estados Unidos y China alcanzó esta semana un nuevo nivel de tensión. El presidente Donald Trump anunció el miércoles un aumento en el arancel acumulado a las importaciones chinas, que pasó del 104% al 125%. Esta decisión, según explicó en la red Truth Social, busca poner fin a una era de “acceso sin consecuencias” al mercado estadounidense.
La respuesta de China no se hizo esperar. El Ministerio de Finanzas del país asiático comunicó que, a partir del jueves, las importaciones estadounidenses enfrentarán un arancel total de represalia del 84%, compuesto por un nuevo gravamen del 50% y un impuesto previo del 34%. En palabras del gobierno chino, la medida estadounidense representa “un error sobre otro error”, que vulnera sus derechos e intereses legítimos.
Europa también toma medidas
A este escenario de tensiones bilaterales se suma la Unión Europea, que recibió luz verde para imponer aranceles de represalia sobre productos estadounidenses por un valor cercano a los 21 mil millones de euros. Aunque su postura se presenta como una medida defensiva, contribuye a la creciente fragmentación del sistema comercial global.
Por su parte, la Casa Blanca ha defendido los aranceles como una herramienta clave para proteger la producción nacional, garantizar la seguridad y forzar condiciones comerciales más equitativas para el país. La medida incluye un nuevo arancel general del 10% que se aplicará a casi todos los productos de casi todos los países, incluyendo aquellos que se encontraban temporalmente exentos.
Críticas desde adentro
La Comisión de Examen Económico y de Seguridad Estados Unidos-China, una agencia del propio gobierno estadounidense, sostiene que las prácticas comerciales de China han subvertido el sistema multilateral y quebrantado compromisos asumidos con la Organización Mundial del Comercio. Acusa al gigante asiático de subsidiar su industria, mantener políticas proteccionistas y robar propiedad intelectual, provocando distorsiones económicas perjudiciales para productores e innovadores no solo de Estados Unidos, sino también de otros países basados en el libre mercado.
Un futuro incierto
El aumento de aranceles en ambos lados y la posible extensión de estas medidas a más países dibujan un panorama incierto para el comercio global. Si bien la intención declarada es proteger las economías nacionales, expertos advierten que estas decisiones podrían desencadenar efectos contraproducentes: encarecimiento de productos, interrupciones en las cadenas de suministro y una desaceleración de la economía mundial.
Las señales de una guerra comercial prolongada vuelven a encender las alertas de los mercados. ¿Quién pagará el verdadero costo de esta batalla? El consumidor podría tener la última palabra.