En 75 años de vida, el legado de Hayao Miyazaki, co-fundador junto a Isao Takahata del «Estudio Ghibli», responsable de algunas de las películas anime con mayor reconocimiento por parte de los espectadores, representa un gran tesoro para el cine japonés y del mundo.
Miyazaki, nacido en Tokio, el 5 de enero de 1941, sintió desde pequeño una gran fascinación por los aviones y la literatura bélica gracias al trabajo de su padre, constructor de timones para aeronaves de guerra, referencias recurrentes en su filmografía, así como de su madre obtendría la inspiración para hacer de las mujeres, protagonistas de sus películas.
De todas sus películas, quizá la más popular sea Mi Vecino Totoro, la cual incluso tuvo un reestreno en cines 20 años después. La película es un retrato de la vida rural japonesa en los años cincuenta. Un profesor universitario se muda junto a sus dos hijas a una casa cercana a un bosque, mientras su mujer se recupera de tuberculosis en un sanatorio rural. Sus hijas descubren la existencia de los «conejillos de polvo», de este modo aprenden que hay seres que no todos pueden ver, como los espíritus del bosque, solamente aquellos de corazón puro.
Mención aparte merece El Viaje de Chihiro, cinta con la que en 2002 obtuvo el Óscar a la Mejor película de animación y el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín. Este largometraje narra las aventuras de una niña de diez años llamada Chihiro Ogino, quien junto a su familia se encuentra a mitad de una mudanza, sin embargo, con el pretexto de ahorrar tiempo, se pierden cuando el padre toma un atajo y llegan a un extraño túnel que los lleva a una ciudad abandonada.
Con información de Zócalo