Monstruosa madurez

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En otro predecible fin de semana de estrenos de verano tenemos la obligada franquicia de animación (‘Cars 3’), la reinterpretación cómica de un clásico televisivo (‘Guardianes de la Bahía’) y una película donde un descomunal monstruo siembra pánico y destrucción en una ciudad asiática. A nadie le extrañaría que yo reseñase la última de las tres películas, hasta que surgiera el comentario de que esta cinta es más una alegoría sobre las relaciones abusivas de pareja que una tradicional cinta de acción.

Pero a final de cuentas eso es lo que hallamos en ‘Ella es un monstruo’ (‘Colossal’, d. Nacho Vigalondo), una curiosa manufactura fílmica que parte de un aparente drama urbano de pareja, toma derroteros de comedia romántica y de súbito se planta firmemente en terrenos de ciencia ficción fantástica, revelando sólo hacia su desenlace que posee una identidad muy particular y un mensaje a todas luces consistente.

Gloria (Anne Hathaway) es un desastre. Está desempleada, es una alcohólica sin remedio que llega a la casa de su novio (Dan Stevens) oliendo a destilería después de noches de juerga sin fin, y en ningún momento parece estar bajo control de su vida y de sus emociones. El sufrido novio termina por hartarse y la echa del departamento, así que ella abandona Nueva York y vuelve a su pueblo natal para refundirse en la casa que le dejaron sus padres, donde lo único bueno que se puede asumir es que no se lastimará un dedo del pie al patear un mueble, pues la vivienda está más vacía que sus aspiraciones.

Mientras la abatida chica camina rumbo a casa cargando un recientemente adquirido colchón inflable se topa con Oscar (Jason Sudeikis), el imprescindible amigo de la infancia que se ofrece a darle un aventón y termina por invitarle una cerveza en el bar de su propiedad. Oscar parece tener un plan de vida un poco más claro que el de su amiga, pues al menos ha remodelado a medias el bar y cuenta con unos pocos clientes regulares, lo que le permite ofrecerle empleo como mesera a Gloria en lo que encuentra algo mejor.

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Es obvio que una borracha irredenta no debería buscar trabajo en un establecimiento donde la meta es vender bebidas alcohólicas a diestra y siniestra, pero no es como que a la protagonista le lluevan ofertas. El beneficio adicional de quedarse después del cierre a beber con Oscar y sus amigos le ayuda a lidiar con su constante frustración, hasta que despierta de una resaca y se topa con un acontecimiento que le deja sin aliento: un descomunal monstruo ha aparecido de la nada en la capital surcoreana de Seúl, apachurrando gente y derribando edificios sin orden ni concierto.

Mientras nosotros ponderamos cuál sería nuestra reacción al enterarnos de que, de buenas a primeras y sin explicación científica de por medio, un terrible monstruo de 100 metros de altura está arrasando con una metrópoli, Gloria descubre algo aún más extraño: el monstruo camina y se mueve como ella. Una breve reconstrucción de sus alcoholizadas horas previas la lleva hacia el área de juegos infantiles de un parque cercano, donde se pone hacer ademanes distintivos que el monstruo replica fielmente al otro lado del mundo.

De momento esto le parece divertidísimo, así que no tarda en mostrarle este peculiar “poder” a Oscar y sus dos clientes/amigos más cercanos, Joel (Austin Stowell) y Garth (Tim Blake Nelson). Ellos pasan de la incredulidad y la negación a un estado de claridad mental donde cuestionan a Gloria de estarse divirtiendo tanto con la presente situación, siendo que sus atolondrados traspiés de borrachera están costando vidas humanas en una nación distante.

Por fin Gloria comienza a captar lo que el público ha adivinado rápidamente: su relación simbiótica a distancia con un monstruoso alter ego es la mejor manera de enfrentar sus demonios internos, hallar un propósito en su vida, resarcir daños y ubicarse en el sendero rumbo a la sobriedad. Todo suena muy bien… hasta que aparece en Seúl una segunda presencia gigantesca en forma de un amenazador robot.

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La brillantez del guión y la dirección de Vigalondo estriba en tratar con sencillez una premisa que suena complicada, pero que en el fondo se responde a sí misma con cada nuevo problema y dilema que Gloria encuentra a su paso. El hecho de que Hathaway sea tan efectiva al comunicar vulnerabilidad, duda e inconsistencia de carácter no hace sino reafirmar la simpatía que sentimos hacia una persona que tiene en bandeja la transición de villana a heroína de la historia. Caray, si tan sólo fuera tan simple. La misma vida que ella se ha granjeado con el paso de los años la va poniendo en un camino tortuoso y difícil de negociar, donde hasta las personas que parecen tener las mejores intenciones hacia ella terminan por manipularla y mermar su voluntad.

El otro enorme acierto del director es hacernos sentir realismo en una producción que a todas luces no contaba con un presupuesto de cientos de millones de dólares. Las mejores historias de ciencia ficción de manufactura reciente (‘Moon’, ‘Primer’, ‘Another Earth’, ‘Safety Not Guaranteed’) han confiado más en historias sólidas y premisas interesantes que en CGI y efectos visuales complicados para comunicar su mensaje, y cabe decir que esta producción puede ubicarse con méritos claros en los mismos términos que las arriba mencionadas. La película se siente más como una entretenida aportación de cine independiente que como una secuela de ‘Pacific Rim’, y esto no significa superioridad entre uno y otro rubro.

Por último, en una época donde las protagonistas femeninas tienen cada vez más razones para exponer sin reservas los temores e inquietudes de todo un género, queda claro que ‘Ella es un monstruo’ se gana a pulso un final esperanzador que reivindica a la protagonista, sin que su validación llegue de la mano de un hombre. Seamos francos: sobran las historias tristes para la realidad del mundo femenino, así que es grato saber que, a veces, las buenas son las que ganan.

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