¿Cómo dice que dijo?
Don Lacho era bueno para los dichos y refranes, para cada cosa que decía tenía uno, a veces parecía que leía la mente, porque apenas decía uno algo, cuando él ya estaba contestando con un dicho o refrán.
—“Los dichos y refranes hay que decirlos cuando hay que decirlos, que para eso fueron hechos” –decía el viejo Lacho.
Quien no estaba muy de acuerdo con Don Lacho, era mi Papá, porque mi papá decía que para todo dicho había un “contra-dicho”.
—¿Un contra dicho apá?… ¿qué es eso? –le pregunté.
—Pos otro dicho que le contesta el dicho que usted dijo –me contestó mientras manejaba a la paloma, aquella camioneta Chevrolet blanca que el tanto quería.
—¿Y siempre hay contra dichos?
—Pos no siempre, pero igual y lo inventas y también queda –contestó con una sonrisa que medio ocultaba su bigote.
La palabra no era pelearse, pero cuando mi papá y Don Lacho se encontraban, era una lucha de dichos y refranes que para que les cuento, pero eso sí, nada de desperdiciarlos, pues se decían en su momento adecuado.
Ya lo dice el viejo y conocido refrán
El partido de beisbol había terminado, y era de ley que después del partido se juntaban ambos equipos a tomarse la cervecita, aunque se hubieran agarrado a catorrazos en el partido, a la hora de la cerveza, los enfrentamientos ya no existían.
—Allá en el campo lo que quieran, pero acá todos vamos a llevarnos bien, que primero beber que ser cristianos –decía después de cada juego Mario, el ampáyer oficial de los partidos en el rancho.
—Se dice: “primero comer que ser cristianos” –le corregía Don Lacho.
—¿Pos onde ve la comida Don Lacho? Aquí pura agüita de malta–contestó burlón “EL Ruso”, quien era el cátcher del equipo del rancho de enseguida.
Don Lacho nomás movió la cabeza y le dio un trago a su cerveza, y es que para el Don los dichos era algo así como frases sacadas de un libro sagrado.
—Señores, los vemos mañana que ya es hora de ir ahuecando el ala, que mañana hay que madrugar, y como dice el dicho: «al que madruga Dios le ayuda».
— “Y no por mucho madrugar se amanece más temprano” –se escuchó la voz de mi papá.
Don Lacho se paró en seco, y al mismo momento se escuchó una exclamación, un sonido de asombro de los presentes, ese parecido al que hacen los chamacos en la escuela cuando el novato le contesta al “matón” de la escuela… nomás que acá con la voz más ronca.
—Más sabe el diablo por viejo que por diablo –dijo dando todavía la espalda el Don.
—Eso lo dicen los viejos, no los diablos, porque “Ni todos los viejos son sabios, ni todos los sabios están viejos” –Contestó mi padre echando un bocanada de humo de su cigarro.
Ahora es cuando chile verde, le has de dar sabor al caldo
La guerra estaba declarada, esto sería un mano a mano de nueva cuenta, nadie ganaba, nadie perdía, pero como nos divertíamos todos.
— “Dime de qué presumes y te diré de qué careces” –dijo Don Lacho.
—Si no es presumir, nomás que “cuando el río suena, agua lleva” –la regresó mi papá.
Y así fueron uno a uno, primero Don Lacho, luego mi papá.
— “Más vale malo conocido que lo bueno por conocer”.
—Nomás que… «Es mejor solo que mal acompañado».
—Y si vamos a la segura, “Más vale pájaro en mano que cien volando”.
—Pero recuerde que “El que no arriesga, no gana”.
—Pero “Las apariencias engañan”… mi amigo.
—Pos ta difícil, porque dice el dicho que: “La cara es el espejo del alma” .
—Por eso “hay que hacer el bien sin mirar a quien”.
—Nomás a veces, y hay que saber a quién, porque “La miel no se hizo para la boca del burro” .
—Y si ya se le acabaron las palabras, no se apure, que “El que calla otorga” –dijo Don Lacho.
—No se me acabaron, nomás que saber cuándo guardar silencio, porque “El pez por su boca muere.
—No me la cante, no me la cante, que “Quien canta, sus males espanta”.
—Lo que ha de ver que no nomás se canta para andar contentos, porque “También de dolor se canta”.
—Aunque no lo quiera ver, yo se lo digo, que “En tus apuros y afanes, pide consejo a los refranes”.
—Pos lo veo, pero nomás no lo entiendo, ya ve que es bien sabido que “Lo que un refrán dice, otro lo contradice”.
Don Lacho y mi padre estaban viéndose fijamente, ni uno ni otro parpadeaba, cuando entonces, Don Lacho metió la mano a la bolsa de atrás y frente a todos dijo:
—¿Tons que?, ¿arreglamos esto como los hombres?
Y extendiendo el brazo mostró en su mano empuñando ¡un juego de cartas!, si, un mazo de barajas españolas.
—¿Nos aventamos un Conquián? –preguntó Don Lacho.
—Nomás que de a tequila Don Lacho –contestó mi padre mientras arrojaba la colilla del cigarro al suelo y lo pisaba.
Y dicho esto, Don Lacho y mi papá se pasaron horas jugando a la baraja como los grandes amigos que eran.
Les digo que genio y figura hasta la sepultura, y los hombres de viejos no dejamos de ser niños, nomás cambiamos de juguetes.
Foto: Milenio
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