Hombres y mujeres deben luchar por la igualdad de género

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A pesar de los avances en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, todavía hay mucho por recorrer en los sectores laboral y educativo, así como en las responsabilidades domésticas, afirmó Gina Zabludovsky Kuper, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.

La también integrante de la Junta de Gobierno de esta casa de estudios refirió que ambos deben combatir la igualdad de género; eso implica, ejemplificó, licencias de paternidad o no repetir prejuicios como “los varones no lloran”.

Al ofrecer la conferencia Trazos de la lucha hacia la igualdad. Empoderamiento y participación de las mujeres en los ámbitos académico y laboral, alertó que los rasgos de invisibilidad de ellas se reproducen en todas las esferas de la vida.

En la historia, el trabajo femenino ha permanecido invisible; por ejemplo, el doméstico se nota solo cuando no se realiza, y eso se reproduce en otras actividades como en los puestos de dirección o cargos de poder político cuando aporta una idea y parece que nadie la escucha, hasta que esa expresión la menciona un varón; o al estar a cargo de las empresas familiares, ellas mismas señalan que “no trabajan” y solo “ayudan” al esposo o hermano, indicó ante la directora de la FCPyS, Carola García Calderón.

En la actividad académica, que se realizó con motivo de la conmemoración del 8M, Zabludovsky Kuper destacó que el desempeño laboral de las mujeres es de aproximadamente 41 por ciento; pero también hay una segregación horizontal de las ocupaciones “femeninas” y “masculinas”.

Su presencia mayoritaria se registra en educación, salud, servicios personales y comercio; mientras que es mínima en construcción, agricultura o transporte. “La menor participación de las mujeres por estereotipos se vincula con las áreas donde son más abiertamente discriminadas”, sostuvo.

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Hay roles asignados a los géneros, abundó: para los varones existe una distribución homogénea de actividades como servicios, comercio, construcción, etcétera; en cambio, para ellas 50 por ciento se orienta a servicios comunales, sociales o personales, cuando lo deseable es que fuera una repartición más equitativa.

De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, 40 por ciento de las trabajadoras en América Latina labora en restaurantes, hoteles o son empleadas del hogar; su presencia también es notoria en salud, como médicas y enfermeras.

En el auditorio Pablo González Casanova de la FCPyS dijo que en México, a medida que el salario es más alto, la presencia femenina se reduce en la pirámide organizacional. En más de cinco salarios mínimos, 72.35 por ciento son hombres.

Entre las compañías más grandes del mundo, únicamente 10 por ciento tiene una presidente o CEO; aquí también hay segregación horizontal, porque las ejecutivas son directoras de recursos humanos, relaciones públicas o comunicación, y muy pocas en las áreas de producción.

Aunque ha habido un cambio sustancial en lo laboral, la transformación más significativa es en la educación, sobre todo superior. En todos los niveles de escolaridad la presencia femenina está a la par que la masculina; “es un avance muy significativo de los últimos años”. Incluso, en la enseñanza superior ellas representan 54 por ciento del total.

No obstante, una vez más, no ocurre así en todas las carreras. En las relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas disminuye drásticamente su intervención. “Es muy importante influir en las opciones vocacionales de hombres y mujeres desde el bachillerato, o antes, para que las alumnas consideren ser ingenieras y los hombres enfermeros o pedagogos”, argumentó.

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En la sesión, García Calderón explicó que el empoderamiento tiene que ver con el derecho a visibilizar el trabajo de ellas, y a valorarlo, a expresar, comunicar y contar la historia y la vida en femenino, ocupar cargos, tomar decisiones y formar mujeres fuertes, independientes y libres.

Para alcanzar una cultura de igualdad sustantiva se deben emprender acciones como contar con un marco jurídico nacional e internacional en materia de derechos humanos y de las mujeres, que se cumpla; destinar recursos para el desarrollo de políticas públicas con perspectiva de género, y mayor acceso a la enseñanza formal e informal.

Se requiere eliminar brechas que todavía existen, considerar inversiones estratégicas donde se incluya la erradicación de la violencia y prácticas discriminatorias, revertir la infrarrepresentación femenina en la ciencia, y asignar mayores recursos para que las niñas y adolescentes se interesen en la investigación, propuso.

En tanto, la secretaria general de esa entidad académica, Patricia Martínez Torreblanca, mencionó: estamos en un momento de la historia humana que apremia más que nunca la relación activa de las instituciones y de la sociedad, que marque de manera clara la actuación de las mujeres en la construcción de la realidad inmediata, a fin de superar la invisibilización, el silenciamiento y las violencias en razón de género. “Nosotras debemos contribuir en el mejoramiento de nuestros entornos”.

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