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Omar era un joven muy trabajador, tenía muchos planes para su vida, desde chamaco andaba de un lado a otro, no se conformaba con ayudarle a su papá en el taller mecánico de tractores del rancho, que por cierto era uno de los mejores de la región; sino que también se ponía a hacer mandados, barrer banquetas y vendía chuchulucos en la escuela, eso sí, a escondidas porque los daba más baratos que en la cooperativa.

—¡Abuela! –grité efusivo entrando a la cocina.

—¡Canijo muchacho de porra!, no entres asina que me asustas, mira que hasta me hiciste pegar un brinco, ¿pos qué te traes?

—Es que Omar, el hijo de Don Omar, el del taller va a vender quesos el fin de semana.

—¿Quesos?

—Sí, es que su tío trajo unos de chihuahua y los van a vender.

—¿Y qué le quieres comprar o qué?

—No abuela –dije riendo.

—Que me invitó a que vendamos juntos los quesos en el rancho en las bicis y lo que saquemos es pa nosotros.

—¿Y vas a ir?

—¡Segurolas abuela!, con eso saco pa ir al cine o a las luchas.

—Pos ándele, vaya, pero con mucho cuidado y nada de andar de vagos, nomás a lo que van.

—¡Gracias abuela!, pero pos… te quería pedir un favor.

—Ya salió el peine… orita no traigo.

—No abuela, no es dinero.

—¿A no?

—No, nomás que me prestes la bici del tío Momo, porque anda lejos y ni modo de ir a pedírsela hasta allá.

—Bueno, pero se la cuidas y regresando se la lavas, ya ves cómo es de especial con sus cosas.

—¡Clarines! –le dije emocionado- orita vengo.

Me fui como de bala a la casa de Omar, ya me estaba esperando con los quesos y unas bolsas, de esas tejidas que se usaban para el mandado, tomamos una cada quien, pusimos unos quesos y colgamos las bolsas en los manubrios de las bicicletas.

—Ora verás cómo nos va a ir re bien –dijo Omar con un entusiasmo desbordante- nomás tú vas a hacer una cosa.

—¿Qué?

—Yo hablo, pero cuando te pregunte algo, vas a decir que si con la cabeza, pero así bien convencido, ¿va?

—¡Va! –le contesté.

Llegamos a la fonda de Doña Lipa y Omar le ofreció el queso de Chihuahua.

—Pero si ya compro queso muchacho, además, este que tengo es más barato –le dijo Doña Lipa casi sin voltear a vernos mientras amasaba harina para las tortillas.

—Pero, ¿a que no sabe que Doña Lipa?

—No pos no –le dijo.

—Que este queso si hace muchas hebras, tiene más sabor y con poquito le rinde más que el que tiene, y lo más importante, es que a la gente le va a encantar el sabor, va a tener más clientela y pos más lanita pa usted.

—¿Tu crees? –preguntó incrédula- no sé, no estoy segura.

—Pos a Doña Chayo la del puesto de la vuelta le está yendo muy bien.

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—¿A poco ella ya te compró el queso?

—Y no uno, despuesito me pidió otro para tener de reserva, porque dice que a la gente le encantó y esta semana que pasó le fue muy bien.

—¿Es cierto muchacho? –me preguntó Doña Lipa.

Yo recordando lo que mi amigo me había dicho nomás moví la cabeza de arriba abajo, pero eso sí, con una seguridad que hasta yo me la creí.

—¡Con razón a mí me bajó la clientela!, diantre vieja canija –Dijo Doña Lipa- a ver muchacho, déjame un queso, que esto no se queda así.

—¿Nomás uno?, Doña Chayo pidió dos… digo, por si se acaban y no hay.

—¿Sabes qué?, mejor déjame dos, tienes razón, no vaya a ser el chamuco.

Yo miraba a mi amigo y no lo podía creer, salimos de con Doña Lipa y le pregunté:

—¿A poco ya te había comprado Doña Chayo?

—No, apenas es el primer día.

—¿Entonces?

—Ora verás –dijo subiéndose a la bicicleta.

Yo lo seguí sin idea de que era lo que seguía; al par de minutos llegamos a la fonda de Doña Chayo.

—¡Buenas Doña Chayo!, ¿cómo está?

—Pos ahí la llevamos mijo.

—Oiga, la semana pasada no notó como que tuvo menos gente.

—Pos no estoy muy segura…

—Porque Doña Lipa tenía a reventar de gente esos días.

—Ora que me dices, creo que si me bajó la gente.

—Pos como no, si le compro un queso nuevo que trae mi tío de Chihuahua, es de los menonitas

—¿Y eso que?

—Pos que está re bueno, que digo bueno, delicioso, mire si viera las hebras que hace, lo sabroso que está y sobre todo, rinde un chorro… ¿edá tú? –dijo Omar dirigiéndose a mí.

Yo apenas sentí la mirada de Doña Chayo, puse la “cara de seriedad #2” y volví a asentir con la cabeza.

—¡Vieja jija del maíz!, si siempre se me anda adelantando, diantre aprontona, envidiosa, si yo comencé primero con el negocio.

—El queso Doña, el queso.

—Oye, ¿y dices que lo trae un tío tuyo? –preguntó en voz baja.

—Si

—¿Crees que él quisiera…?

—¿Venderle?

—Pos uno de perdida, pa comenzar.

—Ande Doña, nomás vende de dos pa arriba, es más, orita traigo unos que le voy a entregar a Doña Lipa, pero si usted quiere… digo, usted me cae mejor que ella.

—¡Pos que sean dos quesos!, dijo Doña Chayo.

Comenzamos a las diez de la mañana, para las tres de la tarde ya no teníamos ningún queso, prácticamente el andar con él ese día fue una cátedra de ventas.

Llegando a la casa de Omar, le pagamos al tío, del resto nos compartimos, mitad y mitad.

—Oye, ¿y pa que me llevaste si tu hiciste todo el trabajo? –le pregunté- nomás te ayudé a cargar con los quesos.

—Ni te creas, que lo que hiciste fue más importante de lo que crees.

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—¿Tu crees?

—¿Te acuerdas cuando decías que si con la cabeza a todo lo que yo decía?

—Pos si, fue lo único que hice.

—¿Pos que crees?, que lo que estabas haciendo era confirmar lo que yo decía y así la gente me creía más fácil lo que yo decía.

Esa tarde, saló con lana, contento y sobre todo sintiéndome parte importante de un gran negociador como lo había sido mi amigo.

Cuando llegué a la casa, le platiqué a la abuela todo lo sucedido, yo estaba desbordante de emoción me salía por las orejas… pero la abuela Licha, siempre expertas en apagar fuegos, incendios, sobre todo provocadas por la estupidez, me miraba tranquila, se veía como veía lo más profundo de mi ser.

—¿Y luego, por qué no estás contento, feliz?

—Si estoy contento abuela –le dije.

—Estás emocionado, porque vendieron mucho, sacaste dinero y admiraste el trabajo de Omar, pero, contento, lo que se dice contento, no estás ¿por qué?

—No te entiendo abuela.

—Cuando vas a ayudar a tus tíos con las chivas, que regresas más cansado, te pagan menos que lo que ganaste hoy, pero tu mirada es otra, diferente, bonita y transparente… ¿Qué le pasó hoy a mi niño?

—Abuela…

Bajé la mirada y sentí un nudo en la garganta, la abuela tenía razón, no me sentía feliz.

—¿No te sientes bien contigo mismo verdad? –me preguntó con una dulce voz.

Yo simplemente hice todo lo contrario a lo que había con mi amigo, moví la cabeza, pero ahora de lado a lado.

La abuela me tomó de la barbilla, levantó mi rostro y me dijo:

—Mijo, nunca jamás vuelva a hacer algo que no lo haga feliz o que haga que no pueda llevar la frente en alto, nunca de los nuncas vuelva hacer dinero sin ganárselo honradamente, porque ese dinero ni le va a rendir y ni le va a saber lo que haga con él, será dinero sucio y lo que se compre con ese dinero, todo será vacío, y ese vacío se va a apoderar de su alma de su corazón y el hueco estará en usted y usted se volverá un ser hueco.

—No abuela, ya no, nunca jamás.

—¿Me lo promete mi niño?

—Te lo prometo abuela.

Nos dimos un abrazo que no he olvidado jamás, eso ni sus sabias palabras que me han acompañado en mi vida hasta en los momentos más difíciles en lo que he tenido que tomar decisiones.

De Omar tuve noticias hace poco de él, tristes por cierto, acaba juzgado por la ley en otro país por lavado de dinero, pobre, no tuvo una abuela como la mía.

 

¡ Hasta la próxima semana !

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