En el marco de la conmemoración del Día Mundial Contra el Trabajo Infantil, Carmen Gabriela Ruiz Serrano, académica de Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, advierte que menores son sometidos a diversos tipos de abusos, sin embargo hay que agregar a esto que existen elementos culturales que no son considerados como formas de explotación, como tareas domésticas, aprender oficios o labores informales junto a padres. Este fenómeno se acentúa en el ámbito agrícola, en donde la tasa de trabajo infantil se eleva a 70 por ciento.
De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, aproximadamente tres millones de niños deben trabajar por pobreza extrema en sus hogares.
«Hoy la mitad de los niños carece de recursos económicos suficientes y uno de cada nueva vive en pauperización extrema, de modo que los ingresos obtenidos por este medio son cruciales para mantener muchos hogares«, señaló Ruiz Serrano.
Agregó que existen múltiples consecuencias físicas y psicológicas en menores por emplearse a tan temprana edad: «Se trata de pequeños que viven con baja autoestima, problemas de salud por una alimentación inadecuada y con poca oportunidad para el juego. Esto afecta la calidad de vida en años posteriores; si en un principio con esto se buscaba mermar la pobreza de sus hogares, lejos de lograrlo ésta se perpetúa y pasa de una generación a otra».
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia alertó que 24 por ciento de menores entre 5 y 17 años que laboran viven en Estado de México, Jalisco y Puebla. El órgano de la ONU indicó que hay pocos programas encaminados a erradicar el trabajo infantil «aunque antes de pensar en ello, deberíamos contar con estrategias públicas efectivas para eliminar primero la pobreza, ya que la mayoría de los padres no ponen a sus hijos en esta situación por perversión, sino porque no hay lo necesario para solventar cuestiones primarias como alimentación, vivienda o transporte».
Para concluir, se sostuvo que es importante no tener una visión permisiva sobre el trabajo infantil, «debemos dejar de naturalizarlo y exigir mejores condiciones y contextos más nutricios para nuestra niñez».
Con información de Emequis