Un viejo adagio asevera que “no hay ateos en las trincheras”, y es fácil entender su racional: al enfrentar la muerte cara a cara, hasta los hombres más descreídos deben buscar respuesta al dolor y al sufrimiento en cualquier manifestación divina, enarbolando la fe como una especie de escudo protector, un recurso desesperado cuando todo se ha perdido.
Ahora bien, si suponemos que en las guerras no hay mucho lugar para quienes no creen en un ser supremo, ¿podemos pensar que pueden dar cabida a un pacifista? La respuesta obvia es un “no” rotundo, pero la historia nos enseña lo contrario. En ‘Hasta el Último Hombre’ (‘Hacksaw Ridge’, d. Mel Gibson) conocemos el relato de la vida real que demuestra que un hombre incapaz de hacer daño al prójimo no sólo puede sobrevivir una guerra, sino convertirse en un héroe en toda la extensión de la palabra.
La trama nos presenta a Desmond T. Doss (Andrew Garfield), un joven oriundo de Virginia que ha crecido en un ambiente más sencillo y campirano que un pay de manzana recién horneado. Desmond es noble, considerado, creyente como el que más y dispuesto a sacrificar todo para ayudar desinteresadamente a sus semejantes, como podemos comprobar en una escena temprana donde le salva la vida a un tipo que estuvo a punto de perecer desangrado.
Ese momento clave lleva a Doss a descubrir a una bella enfermera (Teresa Palmer), pero también a encontrar su vocación como voluntario al servicio activo durante la Segunda Guerra Mundial: médico de combate. Hasta aquí todo bien, pues adivinamos un él un auténtico compromiso con hacer el bien sin mirar a quién. El problema es que la estricta formación religiosa del joven recluta le hace enrolarse pensando que sus creencias le eximirán de portar un arma en combate.
Esto no le sienta muy bien al capitán de su batallón (Sam Worthington), al sargento a cargo del entrenamiento de su unidad de combate (Vince Vaughn) y a algunos de los soldados más belicosos que comparten barracas con él, como es el caso del aguerrido Smitty Ryker (Luke Bracey). Al principio los militares intentan disuadir a Desmond mediante las clásicas técnicas de intimidación: cuestionamientos sobre su hombría, permisos cancelados, golpizas anónimas, etcétera. Pero la situación pronto sale de control y enfrenta al recluta con una corte marcial que podría hacerle pasar el resto del conflicto tras las rejas.
Las convicciones de Doss pueden parecernos ridículas hasta cierto punto, pero su lógica campirana acaba derrotando nuestros argumentos. Él razona que va a adentrarse en un mundo donde la muerte del hombre a manos del hombre es la norma, así que su idea es marcar una diferencia enfocando sus esfuerzos en salvar vidas en lugar de tomarlas. La objeción de conciencia que manifiesta ante sus superiores es consistente con sus creencias, y poco a poco entendemos que es la reacción a sus años formativos en un entorno familiar donde su padre (Hugo Weaving), un veterano de la Primera Guerra Mundial alcohólico y traumatizado por sus experiencias en combate, le hizo repudiar la violencia y abrazar los principios del pacifismo.
La película sufre un cambio drástico una vez que superamos la fase de entrenamiento y conocemos la realidad sobre el campo de batalla. Es lógico que una película que gire en torno al mensaje bíblico de “no matarás” ilustre los horrores de la guerra, pero hay que recordar que el director es Mel Gibson. El mismo Mel Gibson que ha dirigido filmes como ‘Corazón Valiente’, ‘La Pasión de Cristo’ o ‘Apocalypto’, que no han sido precisamente tímidas a la hora de mostrar los extremos gráficos de la violencia.
Esta advertencia de mi parte obedece a que la película no se toca el corazón cuando llega el momento de mostrarnos el conflicto armado en todo su horror. ‘Hasta el Último Hombre’ cubre una cuota apabullante de balazos al cráneo, bayonetazos al estómago, explosivos que hacen volar a la gente en pedazos, decapitados, cadáveres devorados por ratas, hombres calcinados en las tribunas, oleadas de artillería ennegreciendo el cielo, combatientes rematando a enemigos heridos y más vísceras que un expendio de carnitas estilo Michoacán.
¿Exagerado? Quizá, pero los hechos reales de esta historia tuvieron lugar en la ofensiva norteamericana en Okinawa, escenario de algunas de las batallas más cruentas en toda la Segunda Guerra Mundial. Hay quienes pueden considerar que Gibson se excede en la violencia al punto de parecer glorificarla, pero me parece que limitar o tamizar su efecto sería injusto con el mensaje mismo de la obra.
Las actuaciones son por demás convincentes, pese a que muchos de los “auténticos héroes norteamericanos” que vemos en pantalla fueron interpretados por histriones australianos o ingleses. Y sean cuales sean tus convicciones religiosas, al menos encontrarás que la historia sui generis del soldado Doss provee un ángulo moral interesante en torno a la guerra y sus contradicciones intrínsecas.
Cuando uno de los superiores de Desmond le hace ver que los aliados “básicamente están luchando contra Satanás” sabemos que los propios valores religiosos del director serán poco ambiguos en torno al subtexto de la trama. Pero eso no le resta ninguna validez a la postura de su protagonista, en una película que debe entenderse como un argumento válido en torno al escaso valor que se la da a la vida humana en ciertos momentos clave de la historia de la humanidad. En ese sentido ‘Hasta el Último Hombre’ aboga por una paz que no sólo es deseable, sino que nos convence de que vale la pena luchar por ella en su forma más pura.
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