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En la búsqueda de mayores herramientas y conocimientos en la difícil tarea de educar a los hijos, los padres -creo- hemos perdido la brújula y nos vamos por estas dos vertientes: o ser padres autoritarios o ser padres permisivos. Cuidado en esta decisión, antes de hacerlo busca más alternativas y seguro tomarás una mejor opción.

Hubo una época, hace unos cuarenta o sesenta años, en que nuestra sociedad apoyaba el concepto autoritario para la educación de los hijos. Pero los tiempos han cambiado y los chicos de hoy ya no se consideran inferiores a los adultos.

Cuando tratamos a los niños con un enfoque autoritario, lo hacemos con la actitud general que sabemos que es lo mejor para ellos y podemos tomar todas las decisiones que les atañen, y los bloqueamos para no poder tomar decisiones que requerirán en la vida. Otra de las cosas que me preocupa de este método es que se basa en controlar a los hijos en vez de conducirlos.

Todos queremos que nuestros hijos tengan buena conducta, pero no queremos que nuestros hijos se dejen controlar fácilmente por otras personas. Queremos que estén preparados para entrar en la adolescencia y para un mundo turbulento.

Quiero decir que, aunque soy muy crítica del autoritarismo y su exagerado uso, no estoy diciendo que no hay que disciplinar a los hijos con amor. A veces, y tenemos que ser cuidadosos para saber cuándo, es necesario. Los padres debemos darles a los hijos la guía y la dirección que necesitan para llegar a ser personas responsables, que rindan cuenta de sus acciones.

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Al contrario de los padres autoritarios los permisivos tienden a decir lo siguiente: «haz lo que quieras», «lo que hagas está bien», » si está bien para ti, está bien para mí». Si tener tanta libertad fuera lo correcto, ¿por qué entonces se vuelven rebeldes? La respuesta es simple, porque es una forma de decir a los padres que necesitan limites, que sienten odio y enojo por su indiferencia. Personalmente creo que los chicos quieren orden en sus vidas y si les damos la oportunidad de «hacer lo que les venga en gana» al final termina por confundirlos aún más.

No hay que darles libertad sin límites, para que hagan lo que les venga en gana, pero sí que en determinadas situaciones  los chicos tengan libertad para decidir y aprendan a tomar decisiones de manera sensata y responsable.

Ya hemos hablado un poco de los dos extremos del autoritarismo y la permisividad. Sabemos que ninguno de los los dos extremos funciona muy bien. Cuidado para no convertirnos en padres que pasamos de un extremo a otro, siendo permisivos hasta cierto punto y luego golpeando con el hacha del autoritarismo.

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Debemos encontrar un punto intermedio y sensato para los padres y para los hijos. No confundamos la autoridad con el autoritarismo y la libertad con el libertinaje. Los padres con autoridad no dominan a sus hijos, más bien utilizan los principios de la disciplina y los padres que educan con libertad saben escuchar y respetar decisiones que toman los chicos. Lo más importante que debemos aprender es a ser firmes y la recompensa será enorme.

Dos puntos importantes que no demos olvidar:

Escucha: Pregúntales cómo se sienten con respecto a sí mismos y sus actividades, la escuela, la familia, lo que pasan cada día. Y realmente escúchalos.

Pasa tiempo con tus hijos. Incluye en este tiempo actividades que a ellos les guste realizar.

Que los hijos se sientan escuchados que sus comentarios y sus puntos de vista sean tomados en cuenta en las decisiones de familia es un buen principio para lograr una familia bien estructurada.

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