La evolución del monstruo

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¿Qué esperamos en una película de monstruos? Aunque algunos pocos ejemplos de este sub género llegan a considerarse como obras clásicas, la verdad es que constituyen filmes meramente memorables en sus casos más brillantes. Pedirles intensos estudios de personaje, complicadas tramas y mensajes trascendentes suena injusto y hasta ridículo, pues en teoría su cometido quedaría saldado con el hecho de mantenernos entretenidos.

Esta parece ser la misión de ‘Kong: La Isla Calavera’ (‘Kong: Skull Island’, d. Jordan Vogt-Roberts), un filme que aborda una vez más la muy contada historia de origen de King Kong, ese gigantesco gorila que trepa rascacielos, derriba aviones al vuelo y se enamora platónicamente de alguna chica rubia. Es la historia que nos han contado desde la película clásica de 1933 hasta la interpretación del realizador Peter Jackson en 2005, con sutiles variantes.

Bueno, en esta ocasión al menos contamos con unas bienvenidas variantes: El simio titular no se trepa a un rascacielo, tan sólo derriba aviones en una breve secuencia (los helicópteros se le dan mejor) y no hay romance inter-especies con la chica guapa en turno, aunque sí comparten un par de momentos empáticos. Y no, tampoco hay que aventarnos ese complicado proceso donde el gorilota es transportado a Nueva York: Kong juega de local en esta película, desarrollada en la isla de ominoso nombre.

Corre el año de 1973 (¡Hey, otra cosa que cambia!), y EEUU ha perdido la guerra en Vietnam. Un teórico de conspiraciones llamado Bill Randa (John Goodman) obtiene fondos del gobierno para emprender una expedición a una misteriosa isla, sin saber a ciencia cierta qué les espera a su llegada. La misión pretende documentar… algo, y quizá por eso incluye a una fotógrafa de la revista Time (Brie Larson). Oh, pero además hay que rastrear… algo, así que es necesaria la presencia de un ex miembro de las Fuerzas Especiales Británicas (Tom Hiddleston). Y no olvidemos que los riesgos son latentes, así que lo indicado es traer a un veterano de guerra (Samuel L. Jackson) al mando de varios reclutas armados hasta los dientes.

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A su llegada a Isla Calavera, el grupo se topa con una experiencia peligrosa tras otra, con nativos feroces y con animales gigantescos, hasta el encuentro directo con el gorila superdesarrollado de costumbre. Y vaya que Kong luce enorme. Todo es en preparación para un universo cinematográfico relanzado con miras a hacer varias películas más, así que le perdonamos el aumento de talla.

Los arriba mencionados y un séquito de futuros fiambres empiezan así a experimentar los riesgos de habitar una película de acción: enormes lagartos que salen del subsuelo, fieras descomunales y un guión que parece no confiar mucho en las habilidades histriónicas del elenco: una pena, pues si en algo destaca una película como esta es en las actuaciones de primer orden.

Cuando el grupo termina hallando a John C. Reilly, quien interpreta a un piloto de la Segunda Guerra Mundial que lleva 30 años atrapado en la isla, obtenemos una agradecida dosis de comedia oportuna y de ligereza dramática, que sirve como contrapeso a la ira desbordada de Sam Jackson en un rol más tendiente a lo antagónico. La división de opiniones sobre la naturaleza de Kong nos lleva por dos hilos argumentales independientes: uno que ve al gorila como una víctima de las circunstancias y otro que le sitúa como el enemigo inequívoca, cuya muerte debe ocurrir como represalia.

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Si hasta este momento ‘Kong: La Isla Calavera’ te suena más a una película serie B que a una superproducción hollywoodense, estás en lo correcto: los productores desean explorar los aspectos más puramente entretenidos de una confrontación entre hombre y monstruo, y lo cierto es que lo logran con creces. La cinta a veces explora el revisionismo histórico, o los paralelismos entre el horror de la guerra y el que ocurre al enfrentar lo desconocido.

Para vender una película así hay que apoyarse en los actores, que no nos fallan: Goodman, Reilly y Jackson son esa clase de presencias fílmicas que siempre suelen brillar, aún cuando el material les falla. En esta cinta entienden su cometido y lo llevan hasta donde merece. Hiddleston y Larson pueden ser jóvenes en comparación, pero tienen talento y carisma para sostener la historia sin mayores complicaciones.

¿Pero qué hacemos hablando de historias y actuaciones? No, quienes se meten al cine a ver una película con un gorila de 90 metros de altura no están esperando una contendiente al Oscar, sino entretenimiento puro y sin destilar. ‘Kong: La Isla Calavera’ entiende su papel, y lo eleva un poco más allá con secuencias visuales impactantes, acción frenética y saber que no debe tomarse a sí misma muy en serio. Digamos que el futuro encuentro de Kong con cierto lagarto gigante parte de una base de buena voluntad fincada por esta obra. Y sin que el simio se enamore de la rubia, por fortuna.

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