Resulta ser que la policía mexicana está entre las menos confiables en cuanto a capacidad, procesos, legitimidad y resultados, lo que era algo o del todo evidente, debido a las crecientes situaciones de inseguridad que se viven en varias partes del país.
De acuerdo con el Índice Mundial de Seguridad Interna y Policíal, realizado por el International Police Science Association y publicado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), México cuenta con una de las peores policías del mundo, ubicándose en el lugar 118 de 127 países evaluados, por debajo de Sierra Leona y Honduras.
La historia se torna aún peor, si se toma en cuenta que en el rubro de legitimidad, en el que se valoró la confiabilidad que generan los uniformados; si actúan o no conforme a los procedimientos correctos y además se evalúa el uso público o beneficio privado que dan al ejercicio de autoridad; se colocó a la policía mexicana entre las cinco peores junto a la de Kenia, Nigeria, Congo y Pakistán.
La imagen que se ha creado de nuestra policía es absolutamente irrisoria, siempre la relacionamos con actos de corrupción y abuso de poder, cuando en el mejor panorama, tendríamos que vincularla con sentido de protección y orgullo, enalteciendo su labor.
El estudio no hace más que demostrar que hoy en día, quienes ejecutan la justicia, tanto a nivel administrativo como práctico, ya no generan confianza entre la población; y en materia de seguridad y ley, hay un abismo pendiente para todos aquellos ciudadanos que han sido víctimas de la delincuencia y el abuso.
La inconformidad también se hace presente en materia judicial. ¿Cuántos ciudadanos han sufrido abusos por ignorancia en temas jurídicos? ¿Cuántos han resultado engañados, cuando en el atropello de sus derechos se magnifican las posibles consecuencias de un delito menor?
En México, sin olvidar que a nivel internacional también se cuecen habas, se ha comprobado que integrantes de la policía, han empleado todo tipo de métodos con el fin de hacer confesar crímenes reales o ficticios, lo que traducido en actos terribles, ha demostrado que los supuestos vigilantes del orden actúan como juez y parte, abusando de su autoridad y demostrando incapacidad.
Lo cierto es que pese a los exámenes de control y confianza que se aplican con el fin de corregir todo esto, seguimos pensando en el dicho: En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.
Y es que, aunque hay quienes hacen su labor de manera honorable, la mala imagen de nuestra policía y la falta de autoridad, han provocado la desconfianza de la población, quienes han decidido dejar de mostrarse impacientes y comenzado a hacer justicia por su propia mano, por lo que es hora de que las autoridades retomen el rumbo de la justicia y generen confianza en ellas. Es mi opinión…