¿Papás adolescentes o papás de adolescentes?

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Le pedí a las psicoterapeutas Mtra. Angelica San Emeterio ([email protected]) y Mtra. Michelle Miller Serur ([email protected]) que nos escribieran de las dificultades que tienen con los papás de los chicos adolescentes con los que ellas trabajan, tanto en sus consultorios particulares, como en las preparatorias en las que ellas asesoran. Los adolescentes no son “difíciles” por generación espontánea, sino que en múltiples ocasiones son el resultado del “desajuste” de los papás quienes no dejan de meter la mano en el proceso de desenvolvimiento que los chicos deben realizar solos. Leamos:

Trabajar diario con adolescentes es todo un reto. Como terapeutas y asesoras de preparatoria hemos tenido la suerte de encontrarnos de todo un poco. Sin embargo, hay algo que llama la atención y que es importante pensar. La manera en la que algunos padres de familia se relacionan con la escuela de sus hijos no deja mas que preocupación. Ya no nos preocupa la adolescencia de los pacientes o alumnos, nos preocupa la adolescencia en la que se encuentran algunos de sus papás.

Actualmente estos padres no sólo tienen demandas que rayan en lo absurdo, sino que no quieren hacerse cargo de situaciones que les corresponden a ellos. Cuando algo de lo que la institución propone “no les parece” llueven quejas, y agresiones con motivo de que se justifiquen las faltas de su hijo o hija. Sólo basta una junta con el director para que el joven pueda entregar tareas y actividades semanas después de que se pidieron, o que le quiten el reporte por faltar al respeto a un maestro. El querer proteger a los hijos llega al grado de no sólo intentar a toda costa evitar su sufrimiento, sino quitarles la oportunidad de hacerse responsables de su vida.

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Es importante recordar que durante la adolescencia, los jóvenes están en busca de una identidad propia, diferente de la de sus padres. Esto puede ser doloroso para la familia que los sigue considerando como “los niños que antes eran”. Los padres deben permitir esta independencia de manera paulatina. La crisis de la adolescencia es una perfecta oportunidad para dar solución a los conflictos infantiles, y permitir la entrada a nuevas posibilidades. Es necesario un acompañamiento del proceso adolescente de manera que puedan surgir del mismo sujetos deseantes, y no sujetos que se dediquen a repetir lo que ya es insuficiente para la sociedad, y sus procesos culturales.

Nos enfrentamos a un grave problema: si seguimos este camino, lo único que fomentamos son adolescentes, y después adultos, que no saben responsabilizarse, que no saben hacerse cargo de sus propios problemas, negociar, argumentar, aceptar sus errores para aprender de ellos, y que, al mismo tiempo, sólo van a esperar que el otro les resuelva.

Sobre-proteger a los hijos es negarles la vida. Ser “buen” padre o madre no significa resolverles los problemas, y tratarlos como si nunca cometieran errores, de hecho, esto es profundamente agresivo pues se incapacita al otro. Ante esta fragilidad narcisista, lo más fácil es proyectar todo lo malo al exterior: siempre es culpa del otro, del de afuera, nunca de su hijo. Esto, también para no sentirse ellos mismos culpables o “malos padres”. Hacer, pensar, y resolver por el otro le cierra todas las posibilidades de creatividad y pensamiento. Para tener adolescentes tolerantes, los adultos tenemos que serlo antes. Es muy importante encontrar un punto de equilibrio.

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Los adolescentes necesitan padres presentes primero que nada. Que puedan acompañarlos en su camino, pero no caminar por ellos. Es necesario un ambiente contenedor que ayude a que los jóvenes encuentren y decidan su propio camino. Aunque esto pueda llegar a ser incómodo y frustrante a momentos, es la única manera en la que el adolescente puede acceder a la vida adulta como un ser independiente y creador de su mundo.

Ser buenos padres implica permitir que nuestros hijos se enfrenten a la vida, a pesar del miedo o la preocupación que irlos soltando pueda generar. Hay que tolerar esta angustia para permitirles crecer. Trabajar en conjunto con la escuela que decidimos para nuestros hijos es un punto clave. Seamos aliados, ayudemos a construir con ellos.

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