Preserva la UNAM acervo de arena de casi la totalidad del litoral mexicano

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La Colección de Dunas del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la UNAM es única en esta casa de estudios y en el país; inició en 2001 y actualmente consta de 250 muestras nacionales e internacionales. En este acervo están representados los principales sistemas de dunas.

Hay arena de Baja California Sur, Sonora, Tamaulipas, Veracruz, Yucatán o Oaxaca, y ejemplares continentales del estado de Chihuahua. Algunas otras provienen de la isla norte y un fragmento de la isla sur de Nueva Zelanda. Por su importancia, en 2015 recibió el nombramiento de Colección del Instituto.

El responsable de esta arenoteca e investigador del ICMyL, Juan José Kasper Zubillaga, explicó que este espacio se ha formado de sus colectas y donaciones de colegas.

Lizeth Carlos Delgado, curadora de la Colección que se resguarda en el Laboratorio de Geoquímica del Instituto, añadió que tienen varias funciones, las principales son: investigación y divulgación.

Kasper Zubillaga detalló que las dunas, continentales o costeras, son ambientes sedimentarios que se forman a partir de un agente físico: el viento. Sin él, no pueden crearse esos depósitos de arena. También se requiere la presencia de rocas que se van erosionando y que al desgastarse son la fuente que da origen a esas pequeñas partículas que se acumulan hasta formar, en ocasiones, “montañas”; además de una cuenca que impida la dispersión del material.

Se distribuyen por todas las latitudes del planeta, independientemente del clima. Por ejemplo, en el desierto del Sahara, en el continente africano, hay grandes extensiones. En México las encontramos principalmente en las zonas costeras y continentales, donde hay playas extendidas y planicies, por ejemplo al norte, en el desierto de Sonora que se prolonga hasta Arizona, Estados Unidos; o en Guerrero Negro, Baja California; al sur, en Chipehua, Oaxaca; o en Chachalacas o Laguna Verde, Veracruz.

Tienen una función primordial: “nos protegen de los huracanes, son una barrera morfológica que previene la entrada del agua del mar durante esos eventos”. Conforman una zona transicional entre el océano y el continente.

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Desde el punto de vista biológico, son el hábitat para flora y fauna endémicas: reptiles, pequeños mamíferos, aves, etcétera, por lo que es importante su preservación. “La gente piensa que nada más son ambientes lúdicos, recreacionales, en donde corren cuatrimotos impactando significativamente el hábitat, y refugio de organismos diversos”.

También sirven de indicadores de paleoclimas, ya que a partir de ellas se realizan estudios que refieren la historia climática de un sitio, y aportan información del transporte y la alteración química en minerales como el cuarzo, el piroxeno, la ilmenita, etcétera.

Al respecto, Juan José Kasper destacó que ha tenido importantes hallazgos en sus investigaciones. “Nos hemos percatado que el granate es un mineral que sirve para diagnosticar ciertos ciclos sedimentarios”.

Las dunas, precisó, pueden ser de diferentes tipos, dependiendo de la velocidad, la frecuencia y la dirección del viento: parabólicas, barján (contrarias a las anteriores, en forma de media luna), longitudinales, transversales y estrella, entre otras. Algunas pueden llegar a medir decenas de metros de altura.

En tanto, la ingeniera geóloga comentó que para la arenoteca las porciones se toman de tres subambientes o sitios relevantes de la duna: el barlovento, donde impacta el viento; la cresta o punto más alto; y el sotavento, que es la parte posterior, donde el sedimento cae por efecto de la gravedad. Esa información permite entender todo el sistema.

Lo primero que se debe saber es de qué está hecha la arena, de qué rocas o minerales y la dimensión de sus partículas, porque “la variabilidad del tamaño de grano es un reflejo de la dinámica eólica y acuática”.

Las arenas o sedimentos detríticos se forman a partir de la erosión por acción del agua o el viento; están conformados básicamente de cuarzo, feldespatos (que son minerales comunes en las de tipo ígneas) y fragmentos de otras rocas. Con diferentes técnicas analíticas de laboratorio se establece también el porcentaje de sílice, hierro, aluminio, etcétera, y se construye la llamada fórmula estructural de la muestra, es decir, su composición química y el tipo de mineral.

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En la Colección hay arenas de diferentes colores, desde las blancas de la Península de Yucatán, hasta las negras de Oaxaca, pasando por las verdosas de Veracruz. Su coloración y mineralogía dependen de su origen.

Lo maravilloso del litoral mexicano es que tenemos enormes extensiones de montañas y sierras como la Madre Oriental y la Occidental, la del Sur o la de Chiapas, que poseen una historia geológica diferente. De esta manera, las arenas negras se deben a la presencia de minerales como la magnetita, refirió Lizeth Carlos.

Volcanes como el Pico de Orizaba han dado origen a las dunas de Veracruz, mientras que en la Península de Yucatán la arena se forma de fragmentos diminutos de conchas, corales y otros organismos marinos, además de carbonato de calcio, predominante en esa región.

Es fascinante ver, tocar y estudiar un mineral concentrado en las dunas que se formó de la prehistoria. Por ejemplo, las oaxaqueñas provienen de algunas de las rocas más antiguas de México, conformadas en el Proterozoico, hace aproximadamente mil 500 millones de años, recalcó la curadora.

Entre las metas para la Colección, mencionó Lizeth Carlos, está incrementar el acervo y que más personas tengan acceso a él. Las muestras se han utilizado para talleres en la Escuela Nacional de Ciencias de la Tierra, donde la población estudiantil aprende a identificarlos y conoce la dinámica de esos ambientes sedimentarios; y también para divulgación científica en el Encuentro con la Tierra que organiza el Instituto de Geología.

Queremos que mayor número de gente aprenda que la arena es más que simples granos, que tiene una historia propia y que se puede estudiar a detalle, enfatizó la universitaria.

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