Horror a prueba de precuelas

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En casa de mis padres, por alguna extraña razón nostálgica, guardan una vieja muñeca que alguna vez perteneció a una de mis tías. Sus facciones descascaradas por el tiempo y su plastificada sonrisa son francamente horripilantes, provocándome a pensar que no debe haber sido agradable jugar con ella ni cuando estaba recién desempacada de la juguetería. De vez en vez, cuando busco cosas en la bodega, me topo con esta aberración de manera sorpresiva y sigo pegando el mismo grito de terror y las maldiciones por haber caído de nuevo.

Algo similar ocurre al ver ‘Annabelle 2: La creación’ (‘Annabelle: Creation’, d. David F. Sandberg). Sabemos qué esperar de esta horrible muñeca inerte, podemos anticipar muchos de los sobresaltos que va a provocarnos, intuimos la inevitabilidad de su persistencia (en especial porque se trata de una historia de orígenes), pero aún así nos hallamos cayendo una vez más en su juego, experimentando esos temores que, gracias a una historia ágilmente contada, resulta incluso más interesante que el filme precedente.

Samuel Mullins (Anthony LaPaglia) y su esposa Esther (Miranda Otto) están procurando armar el rompecabezas de su vida matrimonial tras el trágico deceso de su pequeña hija Bee (Samara Lee). El proceso de expiación por el que pasan les ha llevado a convertir su enorme casona campestre en un orfanato, donde esperan recuperar el propósito de sus vidas ayudando a niñas cuyo futuro es precario e incierto. No es una labor sencilla, puesto que la casa misma y la presencia constante del grupo de huérfanas constituyen recordatorios de una vida más feliz, irremediablemente perdida.

Los Mullins no se encuentran del todo preparados para esta nueva etapa de sus vidas, particularmente Esther, quien pasa largas horas tendida en cama con una máscara que cubre su rostro de forma parcial en una significación que cobra sentido con el avance de la historia. La hermana Charlotte (Stephanie Sigman) es una religiosa dulce y paciente que hace lo más que puede por atender las necesidades de las niñas, mediando entre la curiosidad propia de la juventud y algunos extraños sucesos que comienzan a manifestarse en la vivienda.

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Esos peculiares eventos son desencadenados específicamente por Janice (Talitha Bateman) una pequeña afectada por la polio que empieza a explorar la casa animada por unos misteriosos mensajes garabateados en pedazos de papel, cuya autora nos es desconocida. Janice termina por entrar a la vedada habitación de la difunta Bee, conservada en estado prístino por sus afligidos padres. Sobra decir que si no intuyes qué clase de macabra muñeca está ligada a este recinto oculto, probablemente esta sea tu primer película de terror.

Sabemos que el cine vive la época de los “universos compartidos”, y ‘Annabelle 2: La creación’ pertenece al que se formó con ‘El Conjuro’ en 2013, cuya posterior secuela debutó a la dichosa muñeca en pantalla y la hizo acreedora a su propia cinta en solitario un año después. Siendo honestos, la original ‘Annabelle’ se sintió siempre como un recurso burdo para generar taquilla fácil y no hizo mucho por entusiasmar a los fans del género, pero… hay que admitir que esta película mejora mucho con respecto a su predecesora.

Hay que comenzar por el estilo visual y la narrativa de cámara lograda por Sandberg. Si bien toma prestados muchos recursos que nos son familiares desde el surgimiento de esta “nueva oleada” de horror atribuida a James Wan con ‘La noche del demonio’ (2010), prepara muy bien el camino para un tercer acto cuyo desenlace es una auténtica y prolongada espiral de sustos bien logrados. Para los aficionados más curtidos en el género (no soy uno de ellos) también hay consideraciones, pues las escenas están ideadas con una estética inmersiva y una atención al detalle francamente loables.

En segundo término hay que alabar el diseño auditivo y la mezcla de sonido que no desentona con el ambiente general, donde estamos “construyendo” una historia de manera lógica pero no por ello podemos caer en lo predecible. Cada rechinar de una puerta, cada cansada melodía que escapa de un viejo fonógrafo, cada risa de aparente inocencia infantil encierra siempre algo más, que no por ser anticipable tiene que resultar obvio. Los mejores sobresaltos de la película suelen llegar en esos momentos en los que experimentamos cierto alivio por lo que vemos en pantalla, y la creación de ese falso sentido de seguridad es algo que se aprecia.

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Por último, pero no por ello en menor grado de importancia, hay que dar gracias por el hecho de que esta entrega añade otra piedra a la lápida de “el cine de terror como vehículo para contratar actores que van de lo mediocre a lo lamentable”. El talento de Otto y LaPaglia eran de esperarse, y la transformación de este último a lo largo de la trama es uno de los mejores aspectos. Su Samuel comienza como el esmerado artesano que crea una muñeca única y especial, y su tortura interna a raíz de la muerte de Bee y de lo que ello implica le hacen convertirse en un hombre totalmente distinto sin apoyarse en ciertos clichés temáticos recurrentes. Sigman también cumple con creces, y tanto Bateman como su amiga Linda (Lulu Wilson) brillan con luz propia.

El aforismo que habla de la falta de calidad en las segundas partes suele justificarse con creces en el terror y el suspenso, por eso es agradable toparse con filmes como ‘Annabelle 2: La creación’. No tiene la necesidad de crear nada nuevo, ni de superarse con recursos demasiado ambiciosos. Simple y llanamente hace lo que sabe hacer, con un poco más de esmero y con una mejor historia a la mano. Espero sinceramente que haya más realizadores en este género dispuestos a adoptar dicha aproximación, como también espero que mis padres por fin se desprendan de tanto sentimentalismo y que tiren esa detestable muñeca a la basura.

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