El poder, la arrogancia y la estupidez de Trump: Una mirada desde el psicoanálisis

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En un intercambio con el psicoanalista poblano Uriel García Varela (urielgarciavarela@live.com.mx) no pudo faltar el análisis del discurso del poder en el caso Trump aunque, claro, con una mirada desde el psicoanálisis, y específicamente desde algunos conceptos del psicoanalista inglés Wilfred Bion. Le pedí a Uriel que nos escribiera algo con su ingenioso estilo y conocimiento. No se lo pierdan.

“A principios del año pasado vi una película estilo mockumentary, es decir, una parodia del género documental que incluye elementos de realidad influidos por elementos de ficción. Así como “Borat” o “El abuelo sinvergüenza”. Ésta se titulaba Er ist wieder da (“Él está de vuelta”) y trata sobre el inexplicable despertar de Adolf Hitler en medio de un parque de Berlín en nuestra época actual. El desorientado Adolf vagabundea por la ciudad pensando que es 1945 y poco a poco comienza a descubrir la Berlín contemporánea. Evidentemente le resulta aberrante; caucásicos, negros, turcos, franceses, judíos, japoneses, refugiados, homosexuales, punks, guadalupanos, psicoanalistas; todos conviviendo en la gran metrópoli. ¿Qué demonios está pasando? ¡Esa no es la Alemania por la que el Führer luchó! Desde luego, porque esa Alemania hitleriana nos parece absolutamente inconcebible en el siglo XXI; una realidad tan alejada de nosotros que sólo la podemos imaginar en trabajos de ficción de carácter orwelliano… ¿O no? Pues en la parte de la película que es documental propiamente dicho, Hitler viaja por Alemania con el objetivo de detectar lo que su gente necesita y entender cuáles son los defectos que el pueblo percibe de su país para poder trabajar en ellos y convertirlo en una nación grandiosa otra vez ¿Les suena familiar? Lo familiar a veces puede ser muy siniestro.

La verdad es que la película no es ni tan buena, ni tan divertida y a veces cae en lo tedioso. Sin embargo, poco a poco se vislumbra un fenómeno muy interesante pues en sus visitas a los pequeños pueblos alemanes, las personas se abren con Hitler y en muchísimas ocasiones afirman que lo que está mal con el país es la inmigración, legal e ilegal. De pronto, la película se torna perturbadoramente oscura porque mucha gente real comienza a seguir al falso Hitler con exactamente la misma ideología que en 1933. “Bueno…” podemos pensar “…pero esa fue sólo una película”. ¿Ah sí? Pues si repasamos los fenómenos acontecidos alrededor del honorable presidente de los Estados Unidos, elegido por el pueblo, Donald John Trump, podemos ver con horror que sometimes truth is stranger than fiction

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Un ser grotesco y antipático; una caricatura del empresario codicioso; una representación de todo lo que está mal con Estados Unidos y con el mundo logró ganar millones de seguidores a través de dos simples pero poderosos elementos de su discurso; la arrogancia y la estupidez. Obviamente podríamos adentrarnos a hacer un análisis minucioso de todos los factores que llevaron a Donald John al triunfo, pero hoy me quiero enfocar en estos dos elementos tan enfermizos. En términos psicoanalíticos, la estupidez no es equivalente a falta de inteligencia. Wilfred Bion pensaba que alguien estúpido es aquel que no está abierto a aprender nada nuevo; quien piensa que lo sabe todo. En este caso, la capacidad para el conocimiento está bloqueada y, de hecho, lo que se genera es una especie de anti-conocimiento. Así, el estúpido es quien tiene todas las respuestas y –más importante- no tiene dudas. Como vemos, el pensamiento científico y la creación artística son todo lo contrario a la estupidez pues en cada acción creativa existe el intento de responder a una pregunta. El ejemplo más claro de la estupidez estaría en los estados autoritarios absolutos y las religiones cerradas, en donde “las cosas son así porque así son”.

La estupidez lleva a la arrogancia. Bion decía que en las personalidades en donde predomina la tendencia a la vida, el orgullo se convierte en respeto propio, mientras que en las personalidades en donde predomina la tendencia a la muerte (a la destrucción),  el orgullo se convierte en arrogancia. En este enunciado la palabra “predomina” es importantísima, porque partimos del hecho de que todos tenemos ambas tendencias. O a la freudiana; todos tenemos pulsiones de vida y pulsiones de muerte. Desde esta óptica, me gusta pensar en la última definición de dichas pulsiones realizada por Freud en 1939; la pulsión de vida busca la unión, la vinculación y la creación de unidades cada vez mayores. La pulsión de muerte busca la desvinculación y la destrucción de lo previamente integrado. Entonces el arrogante -que es estúpido porque lo sabe todo- destruye con su arrogancia. Pero no sólo se limita a destruir; también impide la creación de nuevas uniones. ¿Y cuál es el discurso de Trump? La exclusión absoluta y la intolerancia; todo lo bueno está dentro del territorio, todo lo malo está afuera. No habrá nuevos intercambios con otras naciones y se romperán los que ya había. La idea de la construcción del infame muro es un perfecto símbolo de la desvinculación hacia donde se dirige la pulsión de muerte. La tendencia es la desunión.

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Ahora bien, ¿cómo es que un discurso de naturaleza tan destructiva puede llevar a un individuo a ocupar el puesto político más importante de la cultura occidental? Me atrevo a decir que el apoyo a un ser que muchos consideramos bufonesco es resultado del discurso de la estupidez: Trump ofrece una realidad que es absoluta certeza; una realidad en donde la duda, la incertidumbre, el titubeo y la indecisión NO EXISTEN. Cuando el estúpido y arrogante está en una posición de poder, ese característico e ilusorio exceso de seguridad tiende a infantilizar a la masa. El pensamiento de manada convierte al pueblo en un niño pequeño. Y un niño pequeño necesita certezas y no dudas; necesita que le digan que todo va a estar bien, aunque no sea verdad. Así, las declaraciones se convierten en hechos y las probabilidades en absolutos. El líder arrogante adquiere una naturaleza mesiánica a los ojos del seguidor y eso es un verdadero peligro. Con tanta certeza, no se tiene nada que perder y una persona que no tiene nada que perder puede atreverse a hacer cosas inimaginables. ¡Felicidades Donald John, te ganaste un puesto gracias a que has sido lo suficientemente estúpido!”

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