La historia de la pluma

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¿Recuerdas cuándo fue la última vez que tomaste una pluma entre tus dedos y escribiste una carta, un poema o un simple recado?

Vivimos en la era digital, en la que una pantalla sustituyó al papel y la rapidez con la que logras mover tus dos pulgares marca la diferencia entre ser un experto redactor de mensajes o un analfabeta virtual que apenas si puede comunicarse con los demás cibernautas.

A partir de la aparición de las computadoras portátiles, los teléfonos celulares con editores de texto o block de notas, las tablets y los libros digitales, la escritura a mano prácticamente se volvió obsoleta y para las nuevas generaciones una pérdida de tiempo en la educación escolar.

¿Pero qué crees? Afortunadamente, esto no ocurre en todo el mundo.

Si visitas Alemania en estos días podrás ver que los anuncios en las tiendas, las pizarras en los cafés o las recomendaciones en las librerías están escritas a mano. Esta tendencia que ha puesto felices a los fabricantes de lápices y plumas se llama Handlettering.

Al parecer, quienes están más inmersos en esta tendencia son los jóvenes, pues disfrutan desprenderse de las pantallas de las computadoras y los celulares para ser más creativos con las manos. El Handlettering no sólo es escribir a mano, sino ser creativos y artísticos en la caligrafía para transmitir una calidez y no sólo una información.

Para prueba sólo necesitamos revisar las cifras: entre 2012 y 2016 el valor anual de la producción de plumas alemanas subió de 49 a 91 millones de dólares.

La historia de las plumas está estrechamente ligada al nacimiento y difusión del cristianismo, que aumentó la demanda de documentos religiosos escritos. Conforme se reduce el tamaño de la escritura, los instrumentos de caligrafía también evolucionan, así como las superficies donde queda registrada la información.

Por ejemplo, los libros en vitela o pergamino sustituyen a los rollos de papiro y la pluma de cálamo reemplaza a la pluma de caña. Estas de cálamo no son otra cosa que las plumas de las alas de patos, cisnes, cuervos y pavos; las cuales se utilizan a partir del siglo 7 después de Cristo y son el medio de escritura favorito durante casi mil 300 años.

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El procedimiento era muy sencillo: primero se endurecía la pluma de ave con calor o disecación, para luego cortar el cálamo endurecido en bisel con una cortaplumas especial. Y aquí hay un dato muy curioso, pues así como hoy en día sacamos punta a un lápiz, en ese entonces los escritores cortaban frecuentemente el cálamo para mantener la punta biselada.

A finales del siglo 18, el ancho del cálamo disminuye, mientras aumenta la longitud de la hendidura para que la punta sea más flexible y sea capaz de escribir trazos gruesos y finos, según se ejerza fuerza en la punta e independiente del ángulo en el que se sostenga al momento de escribir.

En este mismo tiempo, la vitela desaparece casi por completo por el uso del papel, produciendo más escritos en materia comercial que para la Iglesia o la Corona, como fue en un principio. Sin embargo, el tener que estar cortando una y otra vez el cálamo se vuelve algo molesto para los escritores y copistas de libros.

Entre los múltiples intentos para reemplazar el cálamo están el uso de cuernos, caparazones de tortuga y piedras preciosas, pero al final se recurre al acero para fabricar puntas de pluma. Y aquí también me detengo con un dato curioso en el que se asegura que los romanos ya conocían las plumas de bronce.

La referencia más antigua de estas “plumas bronceadas” romanas data del año 1465. También el calígrafo español Juan de Yciar menciona las plumas bronceadas para escritos de gran extensión en su manual de escritura de 1548, aunque su uso no se practicó sino hasta principios del siglo 19.

Sin embargo, la primera pluma patentada de acero la construye el ingeniero inglés Bryan Donkin en 1803. Los principales fabricantes británicos de esta pluma fueron William Joseph Gillot, William Mitchell y James Stephen Perry. 

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Rápidamente, la pluma de cálamo deja de usarse a lo largo del siglo 19 y sobre todo por el impulso de la educación pública gratuita para los niños, en la que se da un mayor peso a la enseñanza de la escritura y no tanto en el arte de cortar los cálamos. 

Después llegamos al año 1884 en el que un agente de seguros de Nueva York, llamado Lewis Waterman, patenta la primera pluma estilográfica con su propio depósito de tinta y un mecanismo que suministra la cantidad necesaria de esta tinta a la punta de la pluma por capilaridad, haciendo que la tinta fluya de manera uniforme mientras se escribe.

Para 1920, la pluma estilográfica es el principal instrumento de escritura en Occidente, hasta que aparece el bolígrafo después de la Segunda Guerra Mundial. 

Este bolígrafo es básicamente un tubo de plástico o metal donde está la tinta y que en un extremo tiene la punta de escritura, es decir, una pequeña esfera o bola -de la que toma el nombre de bolígrafo- y que sirve para regular la salida de tinta en el papel de manera fluida y constante.

En este periodismo de vida te conté la historia de un instrumento que prácticamente todos en el mundo hemos usado. La pluma que cambia la manera de transmitir el conocimiento y las ideas. Y que pese a las nuevas tecnologías, algunos todavía seguimos usando.

Por eso es que te pregunto a ti que me escuchas esta mañana en ¡Qué tal, Fernanda!: ¿Sigues escribiendo con pluma? ¿Conservas alguna pluma por algún motivo en particular? ¿Eres de los pocos que aprendieron caligrafía y aún la practican?

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