Una sandía llamada deseo

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¡Cumplo 3 años de escribir en el portal de Fernanda Familiar!

Y por ese motivo les comparto mi primera participación con la entrada: «Una Sandía llamada deseo»

Gracias por acompañarme y ser cómplices en este fabuloso viaje, ¡Gracias Fernanda! Atentamente Don Rambaro

 

Una sandía llamada deseo

El Encargo

  • ¡No se te vayan a olvidar las gordas¡  –me dijo la Abuela Licha  mientras yo corría con mis cosas para llenar la maleta –  que el camino es largo , y  si me las dejas ya no te vuelvo a hacer gordas de horno.

Mi Padre desde la camioneta tocaba el claxon para que no se me fuera el tren.

Y era literal, una vez que el tren arrancaba, no había poder humano que lo detuviera, quizá de ahí la frase para las mujeres solteras y maduras: “se le fue el tren”

Salí presuroso con maleta en mano para subir a la camioneta, cuando escuché a la Abuela Licha que me decía:   “¿Y la sandía mijo? “

  • …. ¡Dios!, Abuela ¿la sandía para qué? , si en México hay sandías.
  • Pos si pero estas son sandías de acá y nos son las mismas, además tu tío momo me dijo que en china a los chinos les regalan sandías para las bodas porque allá no hay.
  • Abuela, pero ellos están viviendo en el DF (así se llamaba en ese entonces), además ellos son japoneses, no chinos.
  • Pos serán Yucatecos, pero la sandía se las llevas a los chinos japoneses o te sientas y te la comes todita orita mismo.

Vi la sandía, era como de unos 8 kilos, así que en cualquier otro día….quizá me la hubiera “jambado”, pero ahora no había tiempo; la tomé, salí corriendo, subí a la camioneta y mi padre aceleró la camioneta aventando tierra.

¡ Vamonoooooos ¡

Escuchar la frase del “garrotero” y sentir el primer tirón de la máquina eran realmente emocionante, poco a poco comenzábamos a sentir como  los vagones iban uno a uno obedeciéndole sin chistar.

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Una vez que agarraba vuelo el tren sobre las vías, comenzaba un sonido hipnótico, cadencioso, relajante. No sé cómo con tanta tecnología, no se han puesto a grabar el sonido que generan las ruedas con las vías y recrean el vaivén en alguna mecedora computarizada para venderlo por las noches en un infomercial.

Apenas habíamos llegando a San Felipe Pescador y ahí estaba esperándome toda la vendimia para comer, así que le  encargué mi lugar a una señora vecina, que se la había pasado amamantando a su niño de tres años todo el camino.

Bajé del tren recordando las palabras de mi padre: “mijo, para comer en la calle  siempre busque tres cosas, primero, que haya gente, segundo, que por lo menos una de las encargadas esté gordita o viejita y tercero, que si hay un perro por ahí, vea que el perro se come  lo que deja la gente, porque perro no come perro”

Esas máximas de mi padre las he utilizado durante toda mi vida y me han dado unos resultados formidables.

Yo traía un hambre atrasada, así que le pedí a la señora una orden de enchiladas con papas y dos gorditas. ¿Cuánto le debo señora? – le pregunté-

  • Son 25 pesos joven –me dijo la señora de cara redonda-

De pronto sentí que me iba la sangre de los pies  ¡Mi Cartera, mi cartera ¡ – mientras buscaba frenéticamente y con el corazón acelerado (con las prisas había olvidado mi cartera en la casa lo supe al regresar).

La señora no me creyó lo de la cartera, afortunadamente traía algunas monedas en la bolsa, así que era eso o dejar el reloj que me había dado el abuelo. Me subía al tren sin un solo quinto, pero eso sí, con mis enchiladas y un vaso de agua de horchata.

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Veintiséis Horas

Después de veintiséis horas de camino, una sola comida, me encontraba en la estación de tren en Buenavista, fui con un taxista, para que me diera un norte solamente, porque ni para el taxi tenía. Dicen que preguntando se llega a Roma, así que hice lo propio y comencé a preguntar y a caminar.

Después de 5 horas de caminar la maleta y la sandía me pesaban lo que a Judas la conciencia. Llegué al sitio de la boda de los amigos Japoneses; afortunadamente ahí en la esquina en una gasolinera, me pude echar agua, peinar y cambiar,

Vengo a la boda del Señor Takashi Wa…

Con gusto caballero, ¿me permite su invitación? -me interrumpió uno de los porteros que no dejaban de ver la maleta y la sandía.-

  • Mi cartera – dije para mí mismo suspirando – …mi cartera.

Y como  dice mi apá cuando todo está perdido: “Valiendo madres y llamando al Santo”,

Los tipos no quisieron avisar al novio, yo me fui a un mercado que estaba ahí cercano, luego, pregunté tráiler por tráiler si alguien iba de regreso a Torreón o a Monterrey, afortunadamente hubo un trailero con alma caritativa que aceptó que lo acompañara y así me pude regresar.

A medio camino en agradecimiento partimos la sandía y en un parador de traileros, la compartimos con otros compañeros de él.

Llegando al Rancho la Abuela Licha me pregunto: ¿Y qué te dijo la gente de la Sandía?

Uyy abuela –le dije-  ¡Les gustó mucho ¡  hasta a mí me tocó.

La abuela nunca supo la verdad… o al menos eso creo.

 

¡Hasta el próximo  Sábado!

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