¡Quién fuera Pedro Infante! (todo le perdonan)

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Desde que era un chamaco he visto películas de Pedro Infante, antes, en aquellas enormes televisiones de blanco y negro, la familia se juntaba alrededor de las pantallas para ver al ídolo de México, nos sentábamos y los papás acompañaban la película con unas cervezas, las mamás y las abuelas con refresco, café o atoles y nosotros con algún chuchuluco o galletas hechas en casa.

Generalmente durante las películas de Pedro Infante nadie hablaba, quizá solo un comentario, un susurro, pero hasta ahí; “para eso son los comerciales” decía el tío Momo cuando se escuchaban voces de más.

—¡Qué guapo es ese hombre! – dijo la tía Eunice luego de haber visto a Pedro enfundado en su traje de charro.

—Pos no es guapo, pero tiene algo que qué se yo, que llama mucho la atención –dijo la tía Graciela.

—Pos yo si me casaba con él –dijo la tía Tere.

—Uyyy, pos hasta sueñas que te va a hacer caso –contestó la tía Inés.

—Pos quién sabe… ¿edá amá? –preguntó la tía Tere a la abuela Licha.

—Pos… a mi se me hace que no.

—¿Por qué amá?

—Pos porque ya se murió –contestó la abuela.

Todos los presentes soltaron la carcajada y la tía Tere terminó con la cara más roja que un tomate.

Me llamó mucho la atención de Pancho, el esposo de la tía Eunice, era un tipo muy, muy celoso, a la primer provocación, si Pancho veía que alguien volteaba a ver a su esposa, sacaba la pistola y lo amenazaba, pero… ¿Por qué no se había molestado con el comentario de Eunice sobre la galanura de Pedro?, lo supe minutos después.

—Ese pelao si era macho, macho de deveras –dijo Pancho.

—Dicen que en la vida real tenía más de 20 novias –comentó el tío Momo.

—Pos dicen que también era muy celoso con todas las novias –dijo la Tía Tere mientras iba a la cocina por mas chicharroncitos de harina.

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—Les digo que ese si era macho, macho, ¡por eso es mi compadre! –exclamó Pancho levantando una cerveza encima de la cabeza.

Hoy, llegué a un lugarcito donde se almuerza muy sabroso, pedí unos chilaquiles con huevos estrellados y un café de olla, luego, vi a una de las paredes y me encontré con una película del ídolo de Guamúchil, y ahí estaba, Pedro Infante en “Dos tipos de Cuidado”, el mismo mujeriego, parrandero, borracho y jugador de siempre… todavía a blanco y negro.

En la mesa de enseguida estaba un grupo de mujeres, jóvenes por cierto, la más grande quizá no pasaba de 35 años y lo que escuché me hizo recordar en el pasado.

—Pero que guapo hombre –dijo una de ellas.

—Pues guapo, guapo no era, pero tenía algo que llamaba mucho la atención –contestó otra.

—Es que una cosa son los bonitos de ahora y los hombres de antes eran todo menos bonitos, pero eso sí, muy guapos.

—Varoniles sobre todo, de esos que se antoja que la abracen a una.

—¿Y qué me dicen del cuerpazo? –dijo la más joven.

—Uyyyy amiguita, tú lo has dicho, y cero metrosexual.

—Pero, ¿se imaginan, que fuera parrandero, mujeriego y borracho así como en las películas? –trató de hacerlas reflexionar una de las mayores del grupo.

Nadie le contestó y solo se quedaron viéndola para abandonarla en su comentario

“A mí ninguna mujer me toma en serio porque dicen que ando con muchas y yo tengo que andar con muchas porque ninguna me toma en serio”…se escuchó decir a Pedro Malo (en la película).

—¡Ahí nos hablan muchachas!- dijo una de ellas

—¡Qué importa!, siendo Pedrito, se le perdona todo, todo –dijo la más joven.

Las demás mujeres la apoyaron, rieron y siguieron platicando en la sobremesa con el café mientras de reojo volteaban a ver al buen Pedro.

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Y yo me puse a pensar… ¿Qué pasaría si de verdad, en estos tiempos, por la magia de la ciencia se pudiera revivir a alguien como Pedro Infante?  ¿Estaría bien visto todo lo que “hacía” en sus películas en esta época? Hay, existe gente que de machista no lo baja, de mal ejemplo, (si ya sabemos que él no escribía sus películas), pero finalmente con lo que la gente se queda es con el personaje, pero ¿y en la vida real, era muy alejado del personaje?, pues al parecer que lo que Pedro a diferencia de sus personajes no tenía, era el ser jugador y borracho, pero lo mujeriego, ojo alegre, francote, sencillo y querendón, pues eso si era dentro y fuera de la pantalla.

Tal parece que a Pedro Infante desde aquel entonces se le perdonaba todo, incluso en una época en la que a los niños se les decía: “los hombres no lloran” estaba mal visto ver a los hombres llorar, y pues a los machos como él, ¡menos!, sin embargo, Pedro lloró en la pantalla no una, ni dos, sino muchas veces, lloró por amores, por abandonos, por su abuela y hasta por un hijo que murió quemado, ¿habrá en la historia del cine llanto más dramático que aquel que cuando grita: “¡Torito!”?

A Pedro, las mujeres y los hombres (hasta los machos) de aquellos tiempos perdonaron que un macho llorara  en pantalla gigante y le salieran las lágrimas a mares como caricatura japonesa.

Pareciera que a Pedro, en aquel tiempo, todo el mundo lo adoraba, hasta los hombres; pero de lo que sí no cabe duda, es que Pedro Infante para muchos sigue siendo el ídolo de México al que todo le perdonan… hasta la fecha.

 

¡Hasta la próxima semana!

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