La importancia del tacto en el desarrollo emocional del niño

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Mi colega psicoterapeuta, la doctora Vanessa de la Garza ([email protected]) nos escribió un importante artículo que ayudará mucho en los primeros meses de nacimiento de los bebés a coadyuvar en el vínculo con los padres y en su desarrollo emocional. Considero de suma importancia leerlo.

El sentido del tacto es el primero que aparece dentro del útero (a partir de la 6ª semana de gestación) de tal forma que la piel y el sistema nervioso derivan de la misma estructura embrionaria y por esto, la estimulación de la piel funciona como el primer traductor del mundo interno / externo, cuyos mensajes llegan directamente y sin filtros al  sistema nervioso.

Conforme el niño va creciendo, los padres van demostrando su amor mediante la estimulación de los cinco sentidos, sin embargo posteriormente el sentido del tacto parece perder su primacía. Esto no tiene por qué ser así, la necesidad y los beneficios del contacto físico abarcan el área emocional, psicológica y fisiológica, y sus efectos permanecen para siempre, solamente se van modificando según el momento de vida y el tipo de relación.

Cuando tenemos un bebé, se recomienda hacerle masajes suaves con algún aceite o crema en todo el cuerpo y cara, teniendo especial cuidado con la pancita ya que puede vomitar, así como acurrucarlo en los brazos y pecho. Después, en edad escolar se recomiendan caricias en extremidades y cabeza, acompañadas de palabras cariñosas y tocarlos con tono lúdico como hacer “piojito” o cosquillas siempre y cuando el niño lo acepte. Para la adolescencia las caricias como tales deben ser concisas y cortas, concentrándose en extremidades superiores (hombros, brazos, manos),  pero se puede tocar con motivo de hacer un peinado, una limpieza facial etc.

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Luego entonces aquella familia en la que ha habido un contacto físico adecuado y cariñoso, funciona bajo un “efecto dominó” donde el adulto responde eficazmente a los mensajes no verbales del niño mediante el tacto y el niño se siente protegido y seguro, estableciendo así vínculos afectivos sólidos y de confianza.

De manera opuesta se tiene que la falta de contacto físico cariñoso es interpretada por el niño como un signo de rechazo afectivo, lo que a su vez afecta su autoestima y seguridad. Cabe mencionar que es posible que estos niños desarrollen algún tipo de dermatitis, lo que en ciertas ocasiones se puede entender como una demanda de ser acariciado.

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Dentro del lenguaje que implica el tacto, se advierte que la intención con la que tocamos y somos tocados es imposible de ocultar, por lo que un niño que ha tenido un contacto físico apropiado podrá leer e interpretar acertadamente la intención de quien lo toca, mientras que el niño que no tuvo contacto físico, o éste ha sido escaso o defectuoso, entenderá acertadamente  las intenciones de quien lo toca, pero se le dificultará traducirlas, quedando más vulnerable a un toqueteo inadecuado.

Es muy importante dejar en claro que tocar implica al que toca y al que es tocado, por lo que si cualquiera de las dos partes rechaza la actividad, es razón suficiente para no llevarla a cabo.

Finalmente el contacto físico establece la referencia de tiempo y espacio: cuando somos tocados nuestros pensamientos y sentimientos convergen en el momento del contacto físico, nos centramos en el aquí y ahora, y vivimos el momento al ubicarnos en el presente. Por lo tanto como padres de familia, es importante establecer contacto físico constante con los hijos e irlo modificando según su crecimiento, siempre mirándole a los ojos y de preferencia con palabras cariñosas.

 

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