La indiferencia también duele

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Los hijos necesitan pasar tiempo con sus padres compartir actividades y tareas que los hagan tener un vínculo más cercano que los lleve a mantener un lazo de amor.

En muchos hogares, desafortunadamente, los padres cada vez tenemos menos tiempo para dedicar a nuestros hijos, el trabajo, las largas distancias que debemos conducir para llegar a casa, son algunos de los impedimentos que tenemos y que consumen la mayor parte de nuestro tiempo.

¿Pero qué ocurre cuando llegas a casa? ¿estás en verdad con tu hijo? La mayoría de las veces pasa que los padres están físicamente pero no emocionalmente; están en casa pero están ocupados trabajando en la computadora o haciendo cualquier otra actividad que no tiene nada que ver con “estar” realmente con tus hijos.

Todos los niños, de cualquier edad, saben cuándo tienen la atención de sus padres porque ellos son completamente leales y capaces de renunciar a sus necesidades con tal de compartir con sus padres un momento de juego o esparcimiento familiar.

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Cuando un hijo siente que sus padres no pone atención en él, inmediatamente piensa que tiene un problema, porque jamás va a cuestionar el comportamiento de un adulto y la neurobiología  ha demostrado que cuando esto ocurre, se activan las mismas redes cerebrales del dolor.

Padres y madres que estamos, pero que en realidad no estamos, aquellos que pertenecemos emocionalmente inaccesibles, o tan ocupados con nuestros quehaceres y desconectados del momento presente que no somos capaces de conectarnos realmente con nuestros hijos, con lo que a ellos les pasa en su vida, con sus preocupaciones y sus dudas. Pero después somos los que exigimos que hagan lo que nosotros queremos y muchas veces con su desobediencia nos están mostrando que, como padres, estamos llenando el aspecto físico pero no somos capaces de compartir o expresarles amor y afecto.

Este tipo de conductas de los padres a los hijos y viceversa que suceden a menudo, crean una dinámica de relación que cada vez nos separa más. Por este motivo son los problemas de comunicación cuando se llega a la adolescencia.

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Si estás pensando que con ese poquito de tiempo que estas en casa sin estar, estás cumpliendo con tu tarea como padre, tengo malas noticias porque es igual de mal que si te mantuvieras ausente.

Recuerda que el alimento emocional de un niño es muy sencillo; presencia, disponibilidad continua de su madre, de su padre o de un adulto amoroso. Atención, tiempo de calidad, aceptación, contacto físico, palabras de auto estima es lo que necesita un niño.

Un niño enmascara su inseguridad mostrándose agresivo, arrogante o revelándose contra todo, como forma de tapar sus sentimientos dolorosos.

Nuestros hijos son el tesoro más grande que tenemos y lo único que debemos que hacer es estar realmente con ellos, con el cuerpo con la mente y con el corazón.

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