El ocaso del héroe

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¿Hay superhéroes insustituibles? De entrada podríamos pensar que no, pues si bien la personificación de dichos héroes suele cambiar con el paso del tiempo, también está claro que podemos aceptar múltiples versiones de un personaje de igual forma en que él mismo puede aparecer en un número igual de distintas tramas, arcos narrativos e incluso universos paralelos, gracias a la caótica visión de los cómics.

Ah, pero hay que admitir también que un par de dichos superhéroes se han vuelto icónicos gracias a los actores que los interpretan. Por un lado tenemos a un Tony Stark que no podemos imaginar en otra personificación que la que ha construido Robert Downey Jr. Y por el otro, haciendo su última aparición como el impulsivo mutante Wolverine, hallamos a Hugh Jackman, quien dejó lo mejor para el final en la recién estrenada ‘Logan’ (d. James Mangold).

Desde los primeros instantes de esta historia podemos intuir que el Wolverine que conocíamos no es el mismo ser que tenemos ante los ojos: sus reacciones son más lentas, más torpes. Su legendaria capacidad de regenerarse parece estar menguando con cada nuevo día, con cada nueva herida. Solíamos verlo despachando oleadas de enemigos con sus imprescindibles garras de adamantium, pero ahora le cuesta trabajo vencer a un quinteto de cholos criminales que pretenden robar las llantas de la limosina que él conduce para ganarse la vida.

Un momento, ¿Wolverine maneja una limosina? Así es, y su vida está desprovista por completo de glamour y aventura. Corre el año 2029, y sabemos que los X-Men, tal y como los conocíamos, están prácticamente extintos. La raza mutante, de hecho, ha sido erradicada por diversos factores. Incluso el benévolo profesor Charles Xavier (Patrick Stewart) es ahora un anciano decrépito y desubicado, viviendo en el aislamiento de una fábrica abandonada en el desierto de México.

Logan trabaja como chofer para juntar algo de dinero en espera de llevarse al viejo Charles a vivir en un yate en alta mar. Los delirios seniles del decano mutante le provocan ataques donde sus poderes mentales ponen en riesgo a la gente que le rodea, y pronto descubrimos que uno de esos incidentes fue lo que acabó con la escuela donde ofrecía resguardo y orientación a otros mutantes perseguidos. Son tiempos difíciles, sin duda alguna, y la pareja dispareja apenas sobrevive con recursos limitadísimos y la ayuda de un tercer mutante, el albino rastreador psíquico Caliban (Stephen Merchant).

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Todo se va a complicar aún más: una enfermera de origen hispano busca a Logan pidiéndole ayuda para transportar a un presunto refugio a la pequeña Laura (Dafne Keen). ¿Qué es lo que hace tan peculiar a la niña, quien no emite una sola palabra y se conduce como un animal recién liberado de una jaula? Simplemente es una poderosa mutante creada en un laboratorio como parte de un experimento paramilitar. Y digamos que no es coincidencia que esta niña también pueda producir garras retráctiles de adamantium como mecanismo de defensa, tal y como el viejo Logan.

El director y guionista James Mangold se da licencia para explorar un dramatismo inusual en el cine de superhéroes. ‘Logan’ no es tan solo un estudio de personaje sobre la naturaleza frágil de un ser que solía presentarse como indestructible: es una visión poética de un individuo sobrenatural confrontando súbitamente un destino muy común y cruento, pero no por ello atípico. Es posible que extrañes la forma en que el Wolverine de filmes anteriores sobrevivía a toda clase de pruebas físicas, pero en mi opinión resulta infinitamente más interesante descubrir sus reacciones y su proceder una vez que sabemos que hay consecuencias al arriesgar la vida en cada confrontación, en cada acto de “sacar las garras”.

La trama se complementa magníficamente con una colección de villanos que no es muy nutrida en números, pero sí en calidad interpretativa. Boyd Holbrook destaca como el mercenario Pierce, poseedor de un brazo mecánico y de un cinismo absoluto al reclamar la posesión de la pequeña Laura sin considerar siquiera un “no” como posible respuesta. Él obedece las órdenes y caprichos del Dr. Rice (Richard E. Grant), el despiadado científico responsable de crear a Laura y a otros niños como ella, en pos de lograr una aberración capaz de matar sin remordimiento y de funcionar como una auténtica “arma orgánica”.

Es obvio que una película con una narrativa tan sombría se vería beneficiada por un tratamiento adulto, y no decepciona en este renglón: ‘Logan’ es clasificación “C”, con una violencia extrema y cruda que, sin embargo, se justifica por completo una vez que entendemos que no está ahí por carácter gratuito o meramente como recurso visual extremo: las circunstancias de los protagonistas los llevan a cometer actos impensables en pos de la supervivencia, pues existen como presas dentro de una cacería despiadada en la que no se ve una salida fácil.

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La historia se encarga de demoler con golpes certeros el mito de los superhéroes que hemos venido cultivando desde… ¿cuándo? ¿Desde la primera película de ‘X-Men’, hace casi 18 años? ¿O nos remontamos a las ‘Batman’ de Tim Burton? ¿Quizá más lejos, al ‘Superman’ interpretado por Christopher Reeve? No importa: todos son variaciones de ese infantil cuento donde tipos enfundados en mallas multicolores vencían al mal en extraordinarias circunstancias. Cuando el viejo Logan refunfuña al descubrir los cómics que lee Laura sabemos que la broma es algo más dolorosa que deliberada.

Hay demasiados elementos admirables en esta película, que nos mantiene en un puño con una angustiosa huida desprovista de esperanza y no nos deja superar ese estado de ánimo hasta que vemos los créditos finales corriendo por la pantalla, con la música de Johnny Cash de fondo. No es que los viejos superhéroes nunca mueran, es que muere algo en nosotros cuando los aceptamos como lo que son: versiones idealizadas de lo que soñamos ser alguna vez, y que la realidad nos niega sin tocarse el corazón. Desde que Jackman anunció que se despedía del personaje con esta película comenzamos a imaginar el final de la historia, pero es un hecho que nada nos preparó suficiente para valorar lo mucho que nos habíamos encariñado con el mutante rudo de temperamento volátil. Buena suerte en encontrar un remplazo adecuado, Fox Studios, la van a necesitar. Aunque recordemos que, alguna vez, James Bond también fue considerado como una imposibilidad tras el retiro de Sean Connery, ¿cierto?

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