¿Partidos de izquierda o de derecha?

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Hace menos de una hora entró la primavera en esta parte del hemisferio terrestre, lo que significa que la temperatura aumentará considerablemente, como ya lo hemos experimentado desde hace unos días.

Pero hay otro clima que también ha modificado nuestro día a día y me refiero al clima electoral. Es imposible olvidar que dentro de 4 meses decidiremos en las urnas quién será el próximo presidente de México, además de otros cargos de elección popular.

Y dentro de esta marejada de frases, promesas de campaña, ataques, descalificaciones y conflictos institucionales, hay un término que se menciona en muchas conversaciones y que realmente pocas personas entienden: izquierda.

¿Sabes que es eso de la izquierda política? Pues te cuento cómo es que nace.

Todo comienza después de la Revolución Francesa de 1789, cuando en la Asamblea Nacional los diputados que defienden las conquistas revolucionarias se sientan a la izquierda, mientras que los diputados que se oponen ocupan los lugares de la derecha. Así es como surgen los términos políticos “izquierda” y “derecha”.

Sin embargo, en pleno siglo 21 es complicado afirmar que los partidos de izquierda conservan su base en la clase trabajadora industrial. Lo que antes era su principal preocupación -y me refiero a la redistribución de la riqueza- perdió importancia frente a la emancipación social de minorías étnicas y sexuales.

En un principio, los partidos de derecha defendían el conservadurismo social de los votantes menos privilegiados de las áreas rurales y provincianas, pero una vez en el poder hacían lo que fuera mejor para las grandes empresas.

Esto no siempre iba en contra de los intereses de los partidos de izquierda, por lo que los socialdemócratas europeos a menudo formaban gobiernos de coalición con los conservadores de derecha, con los pro mercado moderados o democristianos. Y es importante señalar que esto es en pleno siglo 20, por lo menos 100 años atrás.

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A causa de lo anterior, la distinción entre izquierda y derecha queda poco clara y convenientemente difusa para muchos partidos políticos. Esa imagen romántica de una izquierda representante del proletariado oprimido contra los intereses de las grandes empresas y la burguesía se quedó en los libros de historia y nada más.

La crisis de la izquierda en Europa y Estados Unidos se establece con las tendencias que dan a estos bloques de países gobiernos de derecha o populistas de derecha. Tan sólo hay que ver que este populismo está más cercano a posiciones de extrema derecha que a los ideales de izquierda. Incluso con reminiscencias de los movimientos fascistas y nazis previos a la Segunda Guerra Mundial.

El ejemplo más claro lo tenemos con el triunfo de Donald Trump, que llegó a la presidencia de Estados Unidos mediante una campaña donde se presentaba como “la voz del pueblo” y estaba en contra de Hillary Clinton porque, según él, ella era el títere de los banqueros, élites culturales y plutócratas internacionales.

Donald Trump es la máxima representación del narcisismo y el caso alarmante de cómo un ignorante sin experiencia política consigue convertirse en presidente utilizando el resentimiento popular contra las élites educadas, los banqueros, los extranjeros, los inmigrantes y las instituciones internacionales.

En América Latina también observamos un retroceso en los gobiernos, supuestamente, “progresistas” y una peligrosa deformación ideológica en los que aún gobiernan. Por ejemplo Venezuela, donde este fantasioso progreso para los más pobres va de la mano con el despotismo, el desprecio a las organizaciones y la ignorancia de cómo funcionan los sistemas económicos.

Precisamente de esta ignorancia se aprovechan los “mesías” que prometen salvar al país, para tomar decisiones que sólo conducen a su gente a la ruina y a un empobrecimiento generalizado. Y quien tenga duda, que mire a Venezuela y a Nicolás Maduro.

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Ecuador y Bolivia tuvieron un comienzo relativamente positivo, pero la sombra del despotismo de sus anteriores dirigentes es algo de lo que difícilmente se pueden librar y el despotismo trae como consecuencia corrupción. Y la reacción inmediata es volver a votar por los partidos de derecha, que regresa con mano dura y mucho peor que antes.

Intentos de una izquierda más democrática como en Chile son complicados al llevar a rastras la red de corrupción y privilegios que les dejó la dictadura. Obviamente hay quienes exageran los errores y otros que exigen más de lo posible, lo que irremediablemente lleva a la izquierda nuevamente al fracaso.

Posiblemente Uruguay sea la excepción, ya que es el país que vivió la década dorada de la izquierda latinoamericana con un presidente como Mujica que había sido guerrillero. En medio de dos naciones convulsas con una economía que se desplomaba, como Brasil y Argentina, Uruguay es dirigido por la izquierda desde 2005.

Mundialmente, los ricos se vuelven más ricos y los pobres más pobres. La izquierda que fue la defensora de los desfavorecidos no sabe qué hacer, sus líderes se aburguesan y los militantes se quedan huérfanos, cayendo en las redes del populismo.

Entonces tenemos el populismo de derecha, como en Holanda, Italia y Francia; y el populismo de izquierda como en Grecia, donde la promesa es una solución mágica, prácticamente imposible que sólo conduce a la gente a una pobreza aún mayor.

Con los datos que te acabo de dar en este periodismo de vida, te pregunto a ti que me escuchas en ¡Qué tal, Fernanda!: ¿Crees que México necesita un gobierno de izquierda en estos momentos? ¿Hay líderes que aún defiendan estos ideales sin corrupción, integridad y coherencia?

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