Historia del «dedazo» presidencial

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Sentados frente a una gran mesa de varios metros de largo, un grupo de 30 caballeros elegantemente vestidos y acompañados de sus finas esposas, contemplan impresionados la variedad de platillos franceses.

De un extremo a otro, encontramos sobre costosas charolas de plata: Fondue de queso, Coq au vin, Vichyssoise, Foie gras, Ballabesa, Blanquette de ternera y muchos otros con nombres que nadie en esa mesa sabe pronunciar.

Pero como todos saben, a don Porfirio le encanta todo lo que tenga que ver con lo francés y la comida no es la excepción. Algo que también se puede apreciar en aquel salón decorado con cortinas parisinas y un candelabro al centro.

La cena de gala en el Castillo de Chapultepec marca la celebración de un año más de vida del presidente de México, quien lleva en este cargo más de 3 décadas.

Ya nadie recuerda ese momento cuando un lozano Porfirio Díaz llega a la presidencia oponiéndose a la reelección y a la concentración de poderes en una sola persona.

Ni el mismo Porfirio lo recuerda porque dicen que la silla presidencial tiene ese hechizo mágico: Quien se sienta en ella, desea no pararse en muchos años y se olvida de todo lo que prometió para llegar a ella, concentrándose en lo que debe hacer para no soltarla.

Porfirio no sólo es el presidente de México, también es el hombre más poderoso de la nación y se podría decir que quien concentran en sí mismo todo poder existente.

Desde su llegada al cargo, eliminó por completo a sus adversarios políticos, removió todos los controles sobre el poder ejecutivo y persiguió a la prensa que no estaba de acuerdo con él y con sus decisiones.

Esta noche se festeja un aniversario más de su nacimiento, pero al mismo tiempo se trata de una reafirmación de su dominio sobre todo y sobre todos.

Aquellos invitados a su castillo y a su mesa, representan las altas esferas de la política nacional. Cada uno, ataviados con elegantísimos trajes de etiqueta y luciendo un bigote muy afrancesado, se desviven en halagos a su majestad presidencial.

Las señoras no son la excepción, aunque existe un poco más de malicia entre ellas por ver cuál de todas porta el vestido más exclusivo y caro del último grito de la moda en París.

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Acaban de pasar las últimas elecciones, pero eso no es motivo de conversación. ¿Quién quiere hablar de un tema donde ya se sabe, desde hace más de 30 años, que el único postulante y vencedor es don Porfirio?

Esta noche se trata de festejar la figura presidencial con una estructura monárquica que tenemos en México y que provoca que todos bailen al son que le place a don Porfirio.

Y si alguno todavía tuviera dudas al respecto de qué tan influyente es la presencia de don Porfirio Díaz no sólo en la vida política mexicana, sino también en cada aspecto que lo rodea, queda en la memoria histórica este momento en que terminando la cena, don Porfirio hace un brindis diciendo:

-“Brindo por todos los que están en esta mesa, porque continuemos aquí muchos años más y porque nuestro México siempre sea un país libre y democrático, como hasta ahora.”

Todos los presentes responden “¡salud!” y beben la deliciosa champaña francesa.

Entonces, don Porfirio hace una pregunta casual a los presentes:

-“¿Alguien sabe qué horas son?”

Mientras todos los caballeros sacan sus relojes para contestar a don Porfirio, su colaborador más cercano responde con una sonrisa de oreja a oreja:

-“Las que usted diga, señor presidente.”
La historia que te cuento en este periodismo de vida es una de las tantas anécdotas, donde queda marcado el poder que ejerce la figura presidencial en nuestro país desde hace más de un siglo, pues recordemos que el primer presidente de México fue Guadalupe Victoria en el año de 1824.

Pero, ¿qué tanta influencia y poder puede llegar a tener un presidente?

Al parecer mucha, sobre todo cuando de continuidad se trata. Ya que muchos proyectos de gobierno se terminan con los sexenios y sabemos que todos los partidos ven la necesidad de postular a candidatos que puedan seguir con estos programas. Claro, esto en la teoría.

Aunque lo que sí es un hecho es que a partir de esta necesidad de continuidad, se originó una práctica muy polémica en la política mexicana que ha dado al presidente de la República en turno la facultad de designar al candidato de su partido para contender por el próximo sexenio.

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Por lo menos así se puede entender esta costumbre que busca garantizar la sucesión con la permanencia del mismo partido en el poder.

Quien primero lo hizo fue Venustiano Carranza, que al poco tiempo de proclamar la Constitución de 1917 como fruto de la Revolución Mexicana, intenta nombrar al ingeniero Manuel Bonilla como su sucesor.

Sin embargo, la designación de un completo desconocido no simpatiza a los revolucionarios que reclaman ese puesto por los méritos alcanzados por las armas en 1910 y rechazan la opción de Carranza.

Pero en el caso de Álvaro Obregón, impone sin problema alguno a Plutarco Elías Calles en 1924, a quien todos ven como el hombre fuerte que necesita el país para consolidar la Revolución.

Cuando en 1828 asesinan a Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles decide que Emilio Portes Gil ocupe la presidencia interina, después impone la candidatura de Pascual Ortiz Rubio, el gobierno sustituto de Abelardo Rodríguez y la postulación de Lázaro Cárdenas.

Durante todos estos gobiernos Calles siempre fue la figura que realmente mandaba en el gobierno, pero paradójicamente su último elegido, Lázaro Cárdenas, termina con el llamado “maximato” y lo exilia en 1935.

A su vez, Lázaro Cárdenas nombra al general Manuel Ávila Camacho y el siguiente elegido es Adolfo Ruiz Cortines, continuando con mandatarios miembros del Partido Revolucionario Institucional, es decir el PRI.

En la línea de sucesión continuaron Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, con quien se interrumpen los sexenios del PRI cuando el PAN llega finalmente a la presidencia.

Curiosamente, Enrique Peña Nieto queda fuera del famoso dedazo en el año 2012 porque es nombrado candidato cuando Felipe Calderón es presidente de México.

Con la historia del dedazo que te acabo de contar, en este periodismo de vida te pregunto: ¿Qué piensas de este dinámica de selección? ¿Cambia en algo los resultados de las elecciones?

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