Comunicación no verbal

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Como en un cuento de hadas, la vida de Eliza Doolitle cambia para siempre el día en que descubre que lo que transmite con su cuerpo y gestos importa mucho más de lo que dice con palabras.

Una noche de teatro como cualquier otra, el profesor Henry Higgins transcribe a la salida del Convent Garden la entonación y dicción de las personas que se resguardan de la lluvia junto a él.

Experto en fonética y modales, Higgins no puede resistirse ante la presencia de nuevos objetos de estudio. O lo que es lo mismo, a ciudadanos comunes y corrientes que aniquilan el idioma y las buenas costumbres en todo Londres.

La voz chillona y vulgar de Eliza Doolittle lo cautiva en un sentido estrictamente científico.

Aquella florista mal hablada, andrajosa y sucia le resulta curiosamente divertida y poseedora de una naturalidad para hablar, en donde la sintaxis y el lenguaje corporal parecen más de un animal salvaje que de una jovencita de 18 años, como es el caso de Eliza.

Cuando la florista cuestiona a Higgings sobre las anotaciones que hace mientras ella habla, el profesor le explica que de esta manera registra su manera de hablar. En un principio se molesta, pero cuando el profesor le entrega dos chelines, ella queda conforme.

Ante esta simpática escena, el coronel Pickering, viejo amigo de Higgings, ve la oportunidad ideal para bajarle los humos al profesor, que siempre ha presumido de ser un excelente maestro y que asegura que bajo su tutela, hasta un carretonero sin educación podría comportarse como un príncipe.

Ambos amigos realizan una apuesta, en la que Higgins cuenta con apenas 3 meses para convertir a Eliza de florista y vagabunda a toda una princesa que deberá asistir al baile que cada año ofrece la Reina en el Palacio de Buckingham, sin que nadie se dé cuenta de su origen primitivo.

Tras varias semanas de arduo entrenamiento, Eliza aprende a caminar y mover su cuerpo con elegancia. Desarrolla el arte de hacer pequeños y estilizados movimientos en hermosos vestidos, y a usar grandes sombreros adornados con plumas exóticas.

A la par, Eliza también domina el uso de los cubiertos, la manera correcta de tomar el té y hasta la manera en que una dama victoriana debe mirar a un caballero. Igualmente, gracias a las clases de fonética, la florista desarrolla una dicción exquisita.

La primera prueba de su progreso se lleva a cabo en las carreras de caballos en Ascot, donde lo más distinguido de la sociedad inglesa se reúne para intercambiar chismes y acribillar con comentarios ácidos a los que por alguna desgracia del destino están envueltos en un escándalo social.

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La belleza, los movimientos elegantes y el porte de Eliza deslumbra a todos. Pero la naturaleza de la florista no ha cambiado por completo y con esa misma finura pronuncia las palabras que hacen que el profesor Higgings se quiera morir:

-“¡Vamos, Doober, mueve ese maldito trasero y gana la carrera!”.

Un silencio sepulcral se adueña de Ascot. Nadie da crédito a las palabras que salieron de la boca de la mujer que se mueve con tal elegancia.

Después de este incidente, queda claro para Higgins y Pickering que Eliza necesita más clases de refinamiento. El profesor le dice un tanto decepcionado:

-“Eliza, tienes que lograr que lo que tu boca diga sea lo mismo que tu cuerpo expresa. Porque tu cuerpo le dice al mundo que eres una princesa, pero tu boca les demuestra que no has dejado de ser una salvaje.”

Finalmente, llega el día del baile en Buckingham y después de horas de angustia, durante las cuales Eliza es analizada profundamente por los invitados al Palacio, el experto que tiene la reina para descubrir impostores en la corte anuncia con firmeza que la señorita de nombre Eliza Doolitle no es inglesa, sino una princesa húngara, por su refinada educación y manera de comportarse.

De regreso a casa del profesor Higgings, Eliza le anuncia que ahora que se terminó el experimento y ganó la apuesta, ya es hora de marcharse. Pero Higgings le pide que se quede porque, sin darse cuenta, se ha enamorado de ella.

Entonces, Eliza le contesta:

-“Lo supe desde hace tiempo.”

El profesor extrañado le pregunta:

-“¿Cómo te diste cuenta?”

Y Eliza les responde sonriendo:

-“Porque aunque nunca me lo dijo con palabras, su manera de hablarme, de comportarse conmigo y sus gestos me lo confirmaron hace mucho tiempo.”

En este periodismo de vida, quise contar la historia de una de las obras teatrales de George Bernard Shaw llamada “Pygmalion”, y que en 1956 se llevó a Broadway adaptada como musical y después al cine en 1964 bajo el nombre de “Mi bella dama”.

Y es que la historia de Eliza Doolitle confirma los fundamentos de lo que llamamos Comunicación no verbal. Pero, ¿qué es esto de comunicación no verbal?

Es la forma de expresión en la que interactuamos con nuestro interlocutor de manera inconsciente, porque aparecen gestos, posturas corporales, movimientos, determinadas distancias, risas, suspiros, bostezos, errores lingüísticos, pausas y entonaciones que dicen más que el contenido de nuestras palabras.

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El lenguaje no verbal es en parte innato, es decir que ya nacemos con él. También es en parte producto de la imitación, como cuando alguien va por primera vez a una cena de etiqueta en donde observa la manera de comportarse de los demás y hace lo mismo. Y en parte aprendido, como el caso de Eliza en “Mi bella dama”.

Los estudios de Albert Mehrabian demostraron que durante una conversación cara a cara, la comunicación no verbal aporta más del 65% del mensaje, que el lenguaje verbal que apenas supone un 35%.

Conocer el verdadero significado de los mensajes que transmitimos mediante el lenguaje corporal es la clave para comunicarnos de manera exitosa. Los gestos pueden acentuar, sustituir o contradecir lo que expresamos con las palabras.

¿Por qué es importante estar conscientes de esto?

Porque forma parte de nuestra vida profesional, cuando nos enfrentamos a una entrevista de trabajo o durante una negociación. El éxito o fracaso dependerá de qué tan bien comuniquemos con nuestro cuerpo lo que intentamos decir con las palabras también.

En la comunicación no verbal existen 3 tipologías:

La Paralingüista, que se refiere a cómo se dice algo y no a qué se dice. Es decir, los matices en el tono y timbre de voz, que dan información sobre el estado de ánimo y las intenciones del hablante.

La Proxémica, que es el uso del espacio que hacen dos o más personas en el proceso de comunicación. Es este espacio físico o distancia que toda persona mantiene con los que le rodean.

Y la Kinésica o Cinesis, que estudia el significado de los movimientos corporales y los gestos en una situación comunicativa.

¿Cuántas veces intentamos decir algo con mucha seguridad y al mismo tiempo estamos moviendo los pies o movemos las manos con nerviosismo, y ni nos damos cuenta?

O por el contrario, cuando dominamos esta comunicación no verbal, en situaciones donde nos estamos muriendo de los nervios, proyectamos una completa seguridad que nos ayuda a conseguir nuestros objetivos.

Es un tema bastante interesante. Conocernos tan bien como para decir con el cuerpo lo mismo que queremos decir con las palabras.

Por eso hoy te pregunto en este periodismo de vida: ¿Eres consciente de cómo y qué expresas con tu cuerpo? ¿En qué situaciones te ha servido, o por el contrario, cuándo no te ha ido bien por no saber esto?

Escríbeme a las redes sociales de QTF y comparte conmigo tus experiencias.

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