Arte contra la violencia

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35 velas y una vida por delante…

Sobre la mesa, un delicioso pastel de chocolate coronado con 35 velitas encendidas iluminan la oscuridad de aquella humilde casa donde Pablo festeja con su familia esos 35 años de edad. Su esposa Caridad le dice que antes de soplar, pida un deseo. Pablo la mira fijamente y le dice:

-“Mi mayor deseo es lo que tengo frente a mí en este momento.”

Entonces, Pablo abraza con mucho amor a Caridad. Y después toma entre sus brazos a Toño y Jesús, esos pequeños diablillos de 6 y 7 años que llegaron a su vida para completar su felicidad.

Pero en realidad, el deseo de Pablo es el mismo desde hace 2 décadas, cuando aún no cumplía los 16 años y pensaba que no le quedaba mucho tiempo de vida. No porque estuviera enfermo de algún padecimiento terminal o tuviera intenciones suicidas. Al contrario, Pablo lo que más ansiaba en la vida era vivir, vivir muchos años.

Desafortunadamente, en aquel entonces la vida en ese barrio de Tijuana donde creció era todo, menos prometedora y mucho menos feliz. Como hombre, Pablo tenía ya un destino marcado: convertirse en sicario del narco. Así como le ocurría a todos los varones de la región cuando cumplían 15 o 16 años.

Semejante ocupación no aseguraba convertirse en un importante líder de un cártel, ser millonario y tal vez algún día tener una serie de televisión que hablara de sus proezas. Muy al contrario y más apegado a la realidad, el destino de todos esos adolescentes era uno muy simple: terminar asesinado por un cartel rival o por la policía antes de cumplir los 18 años.

Así pasaba, así sabían todas las familias que pasaría con sus hijos y no había solución. Salvo que los mandaran a vivir fuera del estado con algún pariente o intentaran cruzar la frontera, lo cual también tenía sus peligros. Y nacer mujer tampoco era una salvación, ya que a ellas se las llevaban para tráfico sexual o como amantes de algún narco.

A muchos jóvenes los obligaban, pero la gran mayoría elegía este camino porque en su región no existían muchas opciones, pero sí demasiado tiempo de ociosidad en el que las ansias de dinero y una mejor vida los seducían. ¿De qué otra manera se podía vivir en un lugar donde sólo hay violencia?

Afortunadamente para Paco, a los pocos días de cumplir 16 años, llegó a su barrio algo que cambió su vida para siempre.

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El gobierno federal en aquel entonces, orillado por múltiples denuncias y recomendaciones internacionales por el nivel de violencia en el estado, implementa un programa para rescatar a los jóvenes de la delincuencia. La propuesta es la organización de una muestra de cine al aire libre y totalmente gratuita para todos los habitantes del barrio.

Las familias son las primeras en estar de acuerdo y apoyar con sillas para colocar en la explanada donde se instalará un camión en el que se tiene pensado proyectar las películas. Obviamente, tiene que ser de noche para que se vean las películas sin problema. Algo que las autoridades locales reprueban.

El jefe de la policía es el primero en oponerse, argumentando que si de día les da miedo a sus policías entrar a ese lugar, mucho menos en la noche y con todos los delincuentes juntos, como llama él a los adolescentes del lugar.

Ante semejante dilema, los organizadores no saben que hacer para garantizar las funciones de cine. O no sabían, hasta que Pablo de 15 años llega entusiasmado con ellos, motivado porque siempre le ha llamado la atención eso de las películas y no quiere perderse una oportunidad como ésta.

Esa tarde, ante la inminente cancelación de la función de cine nocturna, Pablo se para frente al comité organizador y les dice con mucha seguridad:

-“Yo sé cómo pueden hacer que no pase nada y que todos vean la película en paz y sin un solo problema.”

Todos lo miran intrigados, con una mezcla de incredulidad, pero también esperanzados en que tenga razón o se cancela el programa y tendrán que irse. ¿Qué es lo que pasa a continuación?

Horas más tarde, un centenar de niños, jovencitas y adolescentes miran la proyección embobados, sin decir una sola palabra, ni gritar insultos o siquiera intentar algo en contra del orden. Lo más curioso es que no hay ningún policía en los alrededores. Pero sí la autoridad que nadie se atreve a violentar: que son las madres de todos los que están sentados viendo la película.

A partir de ese momento, la ociosidad se suple por cine, presentaciones de teatro, exposiciones fotográficas y plásticas, conciertos de rock y música clásica. Se funda una compañía teatral y una orquesta donde los mismos jóvenes del barrio participan.

Y así, Pablo se convierte en uno de los organizadores desde entonces y hasta hoy, que cumple 35 años celebrando una vida de provecho, dedicado al arte y a salvar vidas de otros jóvenes que ahora ocupan sus tardes tocando un instrumento, practicando deporte o ensayando una obra de teatro en su comunidad.

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La historia que te conté en este periodismo de vida es una historia completamente real que sucedió hace años en Tijuana y que demuestra el poder del arte para prevenir y ayudar a solucionar conflictos de delincuencia en los jóvenes.

En el mundo ha quedado comprobado que las naciones que dan prioridad a la cultura son países con menos índices delictivos, donde los habitantes desde muy pequeños se dedican a actividades artísticas que los alejan de la violencia. Tal es el caso de Irlanda, Suiza y Canadá, entre otros.

En México el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, hoy Secretaría de Cultura, puso en marcha en el año 2013 el Programa Piloto de Verano para la Transformación Social a través del Arte y la Cultura, que más tarde se llamó Cultura en Armonía.

Con una inversión de 470 millones de pesos para Michoacán, por ser considerada una de las entidades más azotadas por la violencia, aunque también se llevaron actividades a más estados de la República Mexicana. ¿Cuáles fueron los resultados?

Hasta el año pasado, que se tiene un registro de las cifras, 8 mil 740 niños de 20 estados están en agrupaciones musicales y colectivos de creación artística. Estos niños integran en este momento coros, ensambles, orquestas y colectivos comunitarios de creación en las áreas de fotografía, gráfica, artes escénicas, radio y cine digital.

Logros de este tipo de esfuerzos es ver a los niños que antes tenían un futuro como delincuentes, ahora en actividades artísticas. También la recuperación de espacios públicos, donde la gente tenía miedo de salir, y ahora ya se realizan jornadas culturales.

Algo muy importante es preservar los programas culturales y que no terminen con los sexenios, como desafortunadamente puede ocurrir con este ejemplo. Y sobre todo, saber que como sociedad tenemos la alternativa de encausar a nuestros hijos al arte y alejarlos de la violencia. Lo cual aplica para todos los estados, comunidades, estratos socioeconómicos y familias en general.

Por eso yo te pido a ti que me escuchas esta mañana, que me escribas a las redes sociales de QTF y compartas con todos si en tu casa tus hijos, tus sobrinos o tus nietos desarrollan alguna actividad artística, y me digas si crees que esto los ayuda a desarrollar una sensibilidad especial en contra de la violencia.

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