Una noche mi hermanita se fue a dormir, y así se quedó por siempre

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¡Bajan!

—¡Pero como se tardan! -dijo desesperada la Abuela Licha- yo tengo hecha la petaca desde ayer.

— Ay mamá –dijo la tía Tere- es que ya van como tres veces que las hacemos.

—¿Pos que tan brutas o qué?

— No amá –contestó la tía Irene- es que hay cosas que ya no caben en las maletas y pos las saco y meto otras que si caben.

—¿A jijo, Pos cuantas llevan? –preguntó la Abuela-

— Yo nomas tres –contestó Tere-

— Yo también –dijo la otra-

—¡Oigan, pos si no se van a cambiar de rancho!… nomás vamos a visitar a su tía –reprochó la Abuela- Jesús bendito, ya no sé si en el autobús van a ocupar más espacio las petacas pa la ropa que llevan o las petacotas que ustedes traen pegadas atrás.

Ese viaje  era hermoso, ir de un lugar seco caluroso y polvoriento a la hermosa ciudad de Aguascalientes era un deleite, además a mí me encantaba que la Abuela viajara, porque generalmente, lugar al que ella viajaba, lugar al que me llevaba, por eso y otras cosas, creo que he sido el más afortunado de todos sus nietos, nadie la ha disfrutado tanto como yo.

El camión que nos tocó era de los primeros en traer baño (que bendición), porque en los viajes anteriores que me habían tocado, tenía uno que aguantarse las ganas de ir al baño desde que uno salía hasta llegar a la próxima central camionera, luego, una vez  llegando,  había que bajar corriendo del autobús, ir al baño de la central, hacer de prisa lo que se tenía que hacer, para luego  salir corriendo de nueva cuenta y tener la suerte de que no se hubiera ido el camión sin uno de nosotros.

— Tere, Tere –dijo susurrando la tía Irene- quiero ir al baño a hacer pipí

— Pos ve –contestó adormilada la tía Tere-

— No mensa, es que me da miedo, ándale –suplicó- acompáñame

—¡A cómo friegas ¡ –reprochó levantándose y fue con ella más a fuerza que de ganas-

La tía Irene era de las personas más miedosas del mundo, y como ya era de noche, el camión había apagado las luces del interior; al frente apenas se veía la luz de la cabina, al fondo hasta donde estaba el baño había una lucecita  más, y si a esto le agregan que el autobús casi iba solo, eso le ha de haber parecido a mi tía una boca de lobo.

— Oye mensa, ¿y esto cómo se cierra? –cuestionó la tía Irene desde adentro del mini baño-

— Pos no sé, ha de tener un pasador o algo así… ¿ya le buscaste?

— Es que no lo encuentro y ya no me aguanto las ganas –dijo apurada-

— Si serás…. Ándale, tú has del baño que yo detengo la puerta, pero apúrate que ya me quiero regresar a dormir.

Imaginen la siguiente escena (yo prefiero olvidarla), la tía Irene hace confianza en su hermana, la tía Tere confía que no hay nadie cerca y baja la mano con la que estaba deteniendo la puerta… el camión toma una curva a gran velocidad… gritos de gente…la tía Tere cae acostada en los asientos vacíos frente al baño…la tía Irene que estaba a punto de salir,  pierde el equilibrio, pega en la puerta del baño y esta se abre…la tía sale expulsada del baño como corcho de sidra…cayendo afuera de bruces.

Casi de inmediato, el camión se enderezó, la tía Tere se incorporó como pudo y trató de levantar a su hermana, pero le fue imposible, Tere era mucho más flaca que Irene y no tenía manera de apoyarse bien en el pasillo.

—¡Ayuda, ayuda! –gritó Tere- ¡se cayó,  se cayó!

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—¿Qué pasó hija, que pasó? –preguntaba la Abuela Licha que ya iba por el pasillo-

—¡Con permiso Señora ¡ -dijo un joven mientras se trepaba entre los descansa brazos de los asientos y brincaba a los pasajeros.

—¡ Prendan las luces, prendan las luces ¡  – se escuchó otra voz de hombre-

El chofer bajó la velocidad del autobús, encendió las luces y ahí estaba… la tía Irene tendida a lo largo y ancho (léase desparramada) en el pasillo, y un escalón arriba, los pies atorados aún dentro del baño… ¡con los pantalones abajo!

—¡Que no me vean, que no me vean ¡ -gritaba la tía Irene mientras se tapaba el trasero con las manos-

La Abuela Licha le echó encima la mañanita que ella llevaba, el joven y la tía Tere como pudieron la levantaron, ella se metió al baño apenada para terminar de vestirse; se hizo un silencio, todos regresaron a sus lugares y las luces se apagaron volviendo el autobús a la normalidad, bueno, excepto unas risitas reprimidas y burlonas. La tía Irene no salió hasta un buen rato después del baño por aquello de la vergüenza, llegó a su asiento y se quedó dormida toda la noche.

Por la mañana llegamos a la central de Aguascalientes, bajamos las maletas y nos fuimos a esperar que nos recogieran los familiares.

— Oye Irene –dijo la tía Tere- anoche tirada parecías cachalote jajajaja

— Pos no me podía levantar, ¿Qué querías que hiciera?, si me estaba tapando pa que no me vieran.

—¡Ah como será bruta mija! -dijo riéndose la Abuela Licha- en lugar de taparse las nalgas, se hubiera tapado la cara, que esa si se la reconocen, y lo otro,  ¿pos cómo?

María de mi corazón

—¿Cómo estás María? – preguntó la Abuela Licha a su hermana-

— Bien hermana, que bueno que pudiste venir –contestó débilmente la hermana de la Abuela-

Bueno, la tía María no era hermana de la Abuela Licha, pero como si lo fuera, porque había sido criada como una hija más  en la casa de la Abuela Licha… y una a la otra se decían hermana.

Siempre recordé a la tía María como una mujer fuerte, muy fuerte, pero un día, así de repente, se enfermó.  No sé qué era lo que tenía, sólo supe que primero comenzó como una debilidad, después le detectaron algo así como anemia, no sé, lo que si se es que ahora estaba muy demacrada, cansada, pálida.

— Hermana, me voy a morir –exclamó María-

—¿Pero cómo dices eso hermana? –preguntó la Abuela- pa eso falta mucho

— Es que ya lo siento…

— No, pos yo lo siento más, porque tú no te me rajas –le ordenó la Abuela-

— Es que yo…

— Es que nada, y se me calla que pa eso soy su hermana mayor, así que me debe respeto y hacer caso. ¿Qué no? –dijo la Abuela ya con las lágrimas rodando por sus mejillas-

— Los doctores ya no encuentran, no le hayan a lo que tengo Licha.

— Pos si ellos no le encuentran al mal –exclamó la Abuela- nosotros le encontraremos el bien a esto… Además, a la vida se le da como venga María, que la vida podrá ser muy matrera, pero nunca, nunca nos pondrá nada que no podamos brincar»

Era un cuadro hermoso, la Abuela Licha sentada a la orilla de la cama acariciando la frente de su hermana menor, mientras unos rayos del sol entraban por la ventana.

Ya en la noche la Abuela tenía reunida a la familia de su hermana alrededor de la vieja mesa de la cocina.

—¿Qué piensan hacer con su madre muchachos? –cuestionó la abuela-

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— Pos no sabemos, tía (así le llamaban también) ya la vieron todos los doctores habidos y por haber –dijo el hijo mayor-

— Y ya no hay medicina que le haga tía, ya no hayan que darle. –replicó la otra hija-

— Bueno, entonces no nos queda más que ir preparando todo… -dijo suspirando la Abuela-

Los hijos de la  tía María palidecieron, otros se taparon la boca con la mano.

— Tía –dijo el mayor- ¿usted cree que mi mamá ya…?

—¿Qué le dijo mi mamá tía?, cuéntenos lo que sepa –dijo con el llanto en la garganta otra hija.

— No hijos, no se asusten –los calmó la abuela- quiero que hagamos los preparativos, para la fiesta de los XV años de mi hermana.

Ahora estaban más pálidos que antes, pero con los ojos desorbitados, la boca abierta y enmudecida de la impresión.

— No se me asusten, – dijo tranquilizándolos – ora verán, es algo que a mí nunca me pasó por la cabeza, pero mi hermana  siempre quiso una fiesta de XV años, soñaba con bailar el vals, tener su chambelán, pero pos en la casa nunca se pudo, después se casó y se vino para acá. Ustedes bien saben que ella solo ha vivido para ustedes. – Continuó – Así que haremos todos los arreglos para darle ese gusto; y ya vayan quitando esas caras largas que aquí no se ha muerto nadie,  necesito que ella los vea alegres aunque no lo estén, hay que estar tranquilos, que todo este relajo no es más que un reto y  los retos son pa que uno mismo se dé cuenta de qué maderas estamos hechos.

Sobre las olas

— Que hermosa te ves hermana –le dijo la Abuela Licha-

— Gracias hermana, -contestó-  tú y mis hijos han mi sueño realidad.

— No, no tienes que agradecer, disfruta esta noche, que es toda tuya y de nadie más.

— Licha, –le dijo- Soy muy afortunada

— Somos, somos muy afortunadas hermana –contestó la Abuela.

La tía portaba un hermoso vestido rosa con flores, su hijo mayor la llevó hasta el centro de la pista en la silla de ruedas, y ahí sola, lentamente comenzó a incorporarse mientras los invitados le aplaudían.

Los músicos de la banda comenzaron a tocar el vals que siempre había querido bailar: “Sobre las Olas”, ella bailó lenta y cadenciosamente, un par de minutos con cada uno de sus hijos, después cayó rendida y la llevaron de regreso a la mesa de honor, donde se pasó toda la noche feliz, radiante.

— Oiga amá, hasta le veo chapas a la tía –señaló  Irene-

— Claro mija –contestó la Abuela Licha- si mi hermana está más viva que nunca.

Después de ese día, la vida de la tía dio un giro,  recuperó el apetito, comenzó a recuperarse y a caminar sin ayuda, los médicos estaban asombrados de su avance; ella por su parte comenzó a realizar cosas que jamás había hecho, pero siempre había querido hacer, es decir, se dedicó a vivir.

Unos años después la tía María murió, o como dice la Abuela Licha: “una noche mi hermanita se fue a dormir, y luego…siguió durmiendo”.

Los hijos le cumplieron su último deseo: que la enterraran con su vestido de sus XV años.

La tumba donde descansa la tía María tiene en su lápida un epitafio que dice:

“Vive más quien vive plenamente media vida, que quien dura una vida entera si vivir”

 

¡Hasta el próximo  Sábado!

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