El día que conocí a “La mujer Serpiente”

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Allá en el Rancho Grande

Eran vacaciones y nos encontrábamos en la casa de la Abuela Licha ayudando a desgranar  mazorcas, hacíamos competencias a ver quién desgranaba más rápido; desgranar no era una  tarea fácil ni divertida, pero eso nos sacábamos cuando la Abuela Licha escuchaba a alguno de nosotros decir: “Estoy aburrido”.

En esas estábamos cuando escuchamos un grito desesperado:

—»¡Ahí viene la carpa, ahí viene la carpa!» –gritaba a Lalo mientras entraba corriendo a la casa.

Instintivamente todos los primos volteamos a ver a la Abuela Licha que al vernos en ese estado dijo:

—¿Pa qué fregaos me ven con esos ojotes de tecolote?, anden, corran muchachos de porra, pero no se tarden que hay que seguir trabajando.

Salimos corriendo sin detenernos hasta llegar al terreno que estaba a un lado de la bodega de la conasupo, ahí siempre se ponían las carpas de circo o de variedades, todo mundo lo sabía.

A mí me gustaba ver desde que se clavaba en la tierra la primera estaca a marrazos, hasta que ya estaba todo montado y comenzaba el sonido a anunciar.

—Ora fisgones, ¿Qué ven? -gritó un señor gordo, que parecía ser el dueño de la carpa.

—Viendo la carpa Señor –contestó tímidamente Pepe.

—¿No me digan que quieren entrar a la carpa? –dijo el tipo.

—Pues si –le contesté- pero…

—¿No traen dinero verdad? –preguntó-

—No Señor –dijo Pepe mientras bajaba la mirada.

—Bueno, pues si quieren les pueden salir gratis sus entradas, bueno “casi, casi gratis”.

—¿En serio? –preguntamos a coro.

—Miren, está re fácil -dijo- nomás vayan a repartir estos volantes a la gente que sale de la iglesia y los que anden en la plaza luego, cuando terminen, le traen agua a los artistas pa que se bañen y después limpian las butacas, luego entonces, podrán ver la función… ¡Ah! pero cuando se acabe me recogen los papeles tirados… y ya, eso es todo».

No lo pensamos, simplemente le arrancamos los volantes de la mano y salimos corriendo para repartirlos.

La Marcha de Zacatecas

La Marcha de Zacatecas, era la que avisaba a todo el pueblo cuando faltaban escasos minutos para  iniciar la función, nosotros ya estábamos  adentro limpios, bañados y molidos, pero eso sí; sentados en  primera fila y en sillas individuales; sin duda nos lo merecíamos.

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—Ora, y ustedes… ¿qué fregaos hacen aquí? -nos dijo el acomodador-

—¿pos que no vio que hicimos la talacha al gordo y repartimos volantes? –contesté.

—Además él nos dijo que entráramos gratis a la carpa – dijo Lalo.

—Aaah como serán brutos –dijo carcajeándose-  si no los corro, ¡nomás les aviso que su lugar está allá arriba, en galerías!, órale, sáquense, a gayopa, “súbanse pa arriba»

Ni hablar, ya estábamos dentro y no íbamos a desperdiciar esa oportunidad, además seríamos de los primeros en el pueblo en estar en el primer día de la carpa y así, al día siguiente podríamos presumirlo; por lo que nos fuimos hasta las gradas donde los asientos eran simplemente una tabla de madera.

El show comenzó y el primero en salir fue un viejo mago borracho al que era  evidente que sus mejores tiempos ya habían pasado, después le siguieron payasos, un mentalista seguidos por “El Gran Rosy”.

El gran Rosy, era un tipo como de 1.90 mts gordo, casi calvo, dentro de un traje color azul cielo y lentejuelas; este personaje cantaba canciones de Juan Gabriel, pero era tan desafinado, que apenas comenzó a cantar que la rechifla no se hizo esperar, sin embargo, pasaba algo  curioso, que a pesar de lo adverso del público, él jamás bajó su ánimo, sino todo lo contrario.

Así fueron desfilando uno a uno, hasta que al final, para cerrar la variedad, llegó el momento de ver a quien más nos impresionó: la mujer serpiente.

La mujer serpiente

Bajó la luz, apenas se veía el escenario, cuando entraron tres tipos cargando una caja, la pusieron en el centro y la destaparon lentamente…. ¡Y ahí estaba, la mujer serpiente ¡tanto a mis primos como a mí nos temblaban las piernas, el corazón se nos quería salir, recuerdo que fue algo más o menos así:

—A ver mujer serpiente, ¿porque está usted así?

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—Por una maldición que me echaron mis padres.

—¿Y por qué se la echaron mujer serpiente?

—Porque era una hija mala, respondona y desobediente.

—¿Y usted, qué le aconseja usted a los niños y jóvenes mujer serpiente?

—Que obedezcan a sus padres.

—Y dígame mujer serpiente, ¿usted de qué se alimenta?

—De pajaritos, arañas y moscas.

—Y ¿cómo le hace para atraparlas mujer serpiente si está usted en una caja?

—Solitos caen, solitos caen.

A la mañana siguiente la Abuela nos levantó temprano para seguir desgranando mazorcas; ya en medio del trabajo, la abuela Licha nos preguntó:

—Vieron a la mujer serpiente ¿verdad?

— Si Abuela –contestamos en coro.

—¿Y qué tal? –cuestionó.

—Nos gustó mucho, pero pos dice el tío Herminio que no era de a de veras –contestó Lalo.

—Si abuela, dice que era una señora con unos trapos pegados para parecer Víbora – dijo Pepe.

—Pues sí, hijos –habló la Abuela- efectivamente, era una mujer con trapos pegados y nada más, la mujer serpiente no existe.

—Uy Abuela, ni toda la friega que nos metimos para poder entrar –reproché.

—No mis hijos, no renieguen que han aprendido cosas muy importantes, pero como veo que no se han dado cuenta, dejen se las digo de una en una: primero,  ustedes fueron capaces de luchar por algo que querían, segundo ya se dieron cuenta que cuando se lucha por algo también hay que tener la cabeza fría, porque pueden pasarles tres cosas: trabajar de más, perder el tiempo o lo peor, perder la dignidad;  tercero,  que precisamente por querer alcanzar aquello que queremos nosotros mismos nos podemos hacer tarugos o como dijo la dizque mujer serpiente:   “Solitos caen, solitos caen”.

Y mientras que la Abuela Licha le daba un sorbo a su café de olla en su tacita de barro, nosotros seguíamos compitiendo a ver quién desgranaba más mazorcas.

 

¡Nos vemos la próxima semana ¡

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