La realidad sísmica de México

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Los terremotos de Tehuantepec (8.2) y Puebla (7.1) nos regresa a una simple, dolorosa y cruda realidad: ¡NO estamos preparados!

Por el terremoto en el Golfo de Tehuantepec, de magnitud 8.2, los daños fueron los que se podrían esperar en una zona epicentral con alta vulnerabilidad en comunidades de escasos recursos y por el tipo estructuras que no sigue ningún reglamento de construcción. En este sismo, las sacudidas violentas (periodos cortos de oscilación o frecuencias altas, que será explicado más adelante) dañaron estructuras menores a tres pisos.

Imagen: área estimada de ruptura de acuerdo a las réplicas y epicentro (punto inicial de ruptura) lejano a la costa

Esta zona se conocía la existencia de la “Brecha de Tehuantepec” la cual pudo haber sido “llenada” con la ocurrencia de este terremoto. Ahora, sismólogos se encuentran estudiando si el sismo liberó la energía acumulada en la zona o aún queda un sismo latente ya que el sismo se produjo al interior de la placa de Cocos y no por el choque en sí entre la placa de Cocos vs. Caribe para este caso.

Para un sismo de esta magnitud, el que existieran menos de 100 personas fallecidas no se debe tomar como un logro en materia de Protección Civil sino a la lejanía del epicentro y área de ruptura frente la costa. Si recordamos en el centro de México, el inicio del sismo fue de un movimiento suave y lento que gradualmente aumentando de intensidad a medida que se extendía la fractura; situación similar vivieron los habitantes en las costas cercanas al epicentro que primero sintieron una ligera sacudida que incrementaba con el tiempo y en muchos casos, de acuerdo a relatos, dio tiempo suficiente para poder desalojar viviendas que posteriormente colapsaron pero no así en aquellas con malos diseños o cuyos orígenes tienen hasta siglos de haber sido construidas.

Imagen: Daños en Matías Romero, Oaxaca. Colapso atribuible a una planta baja flexible (mal diseño del edificio) y el declive de la calle adjunta.

En la Ciudad de México, se reportaron pocos daños y surgió un “ambiente triunfal” por los pocos daños registrados a causa de un sismo de 8.2 que evidentemente fue mayor en magnitud al de 1985. Aquí se debe tomar en cuenta la distancia al epicentro a más de 650 km contra 400 km del terremoto de hace 32 años con epicentro frente las costas de Michoacán.

Mientras tanto, en Ciudad de México, luego del desastre causado por el terremoto del 1985 comenzó, aparentemente, inició una etapa de transformación donde por primera vez el tema de Protección Civil era tomado en serio con las modificaciones al reglamento de construcción y creación de instituciones como Cenapred. El terremoto de 1985 fortaleció la investigación científica en México para comprender el importante papel que desempeña el suelo de la capital que son vestigios del antiguo lago de Texcoco y que ahora sabemos amplifica las ondas sísmicas de formas muy complejas en cada zona de la ciudad.

Este auge y revitalización de la ciudad, se fue perdiendo con el paso del tiempo. Decenas de sismos, desde aquél entonces, nos dieron la falsa sensación de seguridad al no tener daños importantes a pesar de que en sus epicentros sí se reportaban afectaciones. Este tema lo abordé hace unas cuantas semanas http://sp2018f01szjd.wpengine.com/colaboradores/alvaro-velasco/del-desastre-al-olvido/ porque los desastres ocurren cuando nos confiamos y dejamos de aprender de los errores del pasado ignorando el peligro cotidiano de una región sísmicamente activa como México. En este sentido la capital del país fue testigo de daños en otras ciudades por aquellos terremotos importantes como el de junio de 1999 (M7.0), en Tehuacán; marzo de 2012 (7.4), en Ometepec; abril de 2014 (7.2), en Petatlán.

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Los simulacros de cada 19 de septiembre daban fe de ello donde la participación que se reportaba era de constante flojera, de mala gana e incluso inexistente al convertirse en la hora del recreo en oficinas, escuelas o simplemente sin participación al ser considerado como pérdida de tiempo en algunas empresas. Sí, así de absurdos han sido algunos casos. Pero la realidad nos golpeó de la peor manera 2 horas después del ejercicio anual de prevención en el trigésimo segundo aniversario de aquel terremoto que cobró la vida de cerca de 10,000 personas.

El terremoto de Puebla, de magnitud 7.1, evidenció la corrupción en las estructuras que colapsaron al no haber cumplido cabalmente con los reglamentos de construcción más allá de que el suelo de la capital del país jugó y seguirá jugando un papel fundamental en contra de sus habitantes y construcciones.

El terremoto de 2017 (7.1) liberó 32 veces menos energía que el de 1985 (8.1) pero tuvo un epicentro a tan solo 120 km al sur de la ciudad a diferencia de los más de 400 km del epicentro en Lázaro Cárdenas, Michoacán. Por esta cercanía, las sacudidas (intensidad) fueron muy superiores al desastre de hace 32 años, pero este tema se vuelve complejo para explicar cómo colapsaron algunas estructuras y cómo otras quedaron de pie.

De acuerdo al instituto de ingeniería de la UNAM, el sismo de 2017 fue mucho más intenso en periodos de oscilación menores a dos segundos. Esto quiere decir que entre una sacudida a otra con duración menor a dos segundos el sismo fue más intenso o violento por lo que afecta a estructuras menores a 10 pisos; en 1985, fueron mucho más intensos los periodos de oscilación superiores a 2 segundos por lo que afectó mucho más a estructuras superiores a 10 niveles.

Imagen: Edificio parcialmente colapsado en San Antonio Abad, CDMX. Algunas columnas fueron reforzadas, pero no fueron suficientes (probablemente diseño insuficiente) para soportar las fuerzas ejercidas entre cada sacudida.
Imagen: Colapso parcial en calle Zapata colonia Portales, CDMX. Edificio reciente que debió ser construido con las normas vigentes pero con evidente uso de materiales de mala calidad.

Este video es de gran ayuda para entender los periodos de vibración y cómo responden las estructuras de diferentes niveles ante cada oscilación: edificios altos responden a frecuencias bajas o periodos de vibración prolongados y las estructuras bajas responden a frecuencias altas o periodos de vibración más cortos.

Es por ello que el terremoto del 19 de septiembre de 2017 no vimos daños tan extensos en estructuras medianas – altas si es comparado con los daños tan extensos durante el terremoto de 1985. Sin embargo, no debieron registrarse colapsos puesto que el reglamento de construcción vigente ya contemplaba escenarios con epicentros cercanos generando violentas sacudidas en periodos cortos y escenarios con epicentros lejanos generando también violentas sacudidas en periodos largos. Se evidenció la falta de ética de constructoras y la corrupción que permitió que estas estructuras no fueran sometidas a una revisión exhaustiva para comprobar la calidad del diseño y de los materiales empleados; a esto se suma que es práctica común realizar modificaciones en viviendas eliminando, agregando muros, cuartos, hasta tinacos, sin tomar en cuenta que están cambiando el comportamiento de una estructura para cuando ocurra un sismo.

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Imagen: edificio habitacional colapsado en la colonia Miravalle, CDMX. Colapso por planta baja flexible al usar planta baja como estacionamiento sin muros de carga.

Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Morelos, Puebla, CDMX enfrentan un peligro sísmico del que poco se habla: muchas estructuras están envejeciendo. Tan solo recordemos lo que sucedió el año pasado en Amatrice, Italia, con sismos de magnitud inferior a 7 pero igual de intenso por tener epicentros cercanos; hubo mucha destrucción en edificaciones con varios siglos de antigüedad y nuestras ciudades están en el mismo camino con todos aquellos edificios de origen colonial que no pueden garantizar que resistan un nuevo sismo a pesar de que han sobrevivido muchos otros.

Imagen: colapso parcial del Palacio Municipal de Jojutla, Morelos.

Sin contar a Ciudad de México, las localidades cercanas al epicentro, en Morelos y Puebla, fueron quienes más sufrieron los efectos de este terremoto tan intenso al tener construcciones sumamente vulnerables donde algunas tienen siglos de antigüedad.

Para estos casos debemos preguntarnos ¿cómo la sociedad va a gestionar el riesgo cuando otro sismo pueda golpear la zona?

De inicio, la restauración parece la opción más factible pero tan solo estaríamos aplazando y ocultando el verdadero riesgo cuando deberíamos iniciar planes para sustituir a largo plazo las construcciones más viejas y con riesgo evidente de colapso. Este tema lo estaremos heredando a las generaciones futuras y que, como las de ahora, solo entendieron la importancia del peligro sísmico en México hasta que se tuvo la experiencia con “su propio” 19 de septiembre tal y como ocurrió con las generaciones que sí tuvieron la experiencia de 1985.

Y como dice en el primer párrafo de esta entrega: NO estamos preparados. En unas cuantas semanas el ímpetu de fortalecer las medidas de prevención se irá perdiendo como se perdió después de 1985; por ello, los simulacros deberían realizarse con mayor frecuencia y de forma regional para poder atender mejor las realidades de cada comunidad ya sea por su ubicación geográfica atendiendo vulnerabilidades y riesgos particulares. No esperes a que el gobierno o alguien más te diga cuándo hacerlo.

Hay dos eslabones que son muy débiles y que deben ser atendidos en todo momento para reducir nuestra vulnerabilidad como sociedad: primero, respetar los reglamentos de construcción y consultar con especialistas si tenemos dudas de qué tan seguro puede ser la estructura que habitamos además de evitar la autocostrucción donde simplemente se construye con la confianza de que el “maestro sabe porque ya lo ha hecho antes” cuando es mejor invertir en un ingeniero que respalde la seguridad de nuestras viviendas cálculos de esfuerzos, carga, etc; y dos, atender el gran vació en información ante los fenómenos perturbadores mediante el conocimiento científico que nos permita entender cómo nos afectan los diversos peligros, así, como sociedad preparada, no tendrán cabida los rumores ni charlatanes y será mucho más fácil asimilar procesos traumáticos como fueron estos sismos creando comunidades resilientes. Lograrlo dependerá de cada uno.

¡Opina, comparte y súmate a la prevención!

 

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