La vida sexual de Sigmund Freud

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Aunque el psicoanalista Sigmund Freud fue un pionero en hablar francamente del sexo y la sexualidad, y el primero en otorgarle una voz a la mujer para que hablara de ella misma, de su cuerpo y de cómo este se expresaba como “protesta femenina” a asumir el rol sumiso y dócil que socialmente se le demandaba, de su vida sexual poco se sabía.

Según algunos de sus biógrafos, se pensaba que dejó su vida sexual con su esposa Martha después de la concepción de su sexto y último hijo en pos de la sublimación, que entonces se entendía como una transformación del impulso sexual a otros fines, no sexuales, permitiendo una vida intelectual fértil y dejando a un lado al acto sexual en sí. Sin duda es más sensato pensar que la pareja temía concebir más hijos debido a que, desde el matrimonio, Martha había estado continuamente embarazada y los riesgos comenzaban a estar presentes.  También se pensaba que su relación con Martha quizás ya había perdido la intensidad sexual de los primeros años.

Por otro lado se piensa que Sigmund nunca abandonó a Martha sexualmente y que sólo lo decía para que no lo estuvieran cuestionando sobre su vida sexual, pues en esos temas de su vida personal resultaba ser muy críptico.  Para Freud su esposa representaba un ideal de la feminidad, siendo una mujer dedicada al hogar, una gran administradora doméstica,  y totalmente eficiente en satisfacer las demandas de sus hijos y su esposo. Esta veneración a la figura femenina clásica resulta curiosa de un hombre que daba un crédito importante  a mujeres analíticas y que ambicionaban una vida intelectual singular en su época.

Es sabido que a Freud le encantaba rodearse de mujeres inteligentes e insumisas;  una de sus grandes amigas fue Lou Andreas-Salomé, bella e inteligente mujer, ex pareja de Nietzsche y de Rilke. Otra fue la princesa Marie Bonaparte, quien lo ayudó a salir de Viena en tiempos de guerra. De ella se dice que se realizó la cliridectomía con la finalidad de obtener su placer mayormente por la vagina y no por el clítoris, buscando una sexualidad propiamente femenina, como lo había pensado Freud en sus escritos. También estaba su hija Anna, a quien él mismo analizó y que siguió sus pasos deviniendo una gran figura del psicoanálisis en la Gran Bretaña. De ella se dice que era homosexual y que vivió en pareja con Dorothy Burlingham, una americana casada y con hijos.

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No obstante, el “chisme” más interesante sobre la vida sexual de Sigmund Freud es que tuvo relaciones con su cuñada Minna Bernays, hermana de Martha.  Minna había perdido a su prometido debido a su muerte por tuberculosis por lo que aún permanecía  soltera. Su relación con Freud siempre fue estupenda y él disfrutaba que ella demostrara tanta curiosidad por las teorías del psicoanalista. Vivaz y despierta intelectualmente, Minna solía acompañar mucho a su cuñado, sobre todo desde que comenzó a vivir en casa de los Freud en 1895 para ayudar a Martha a cuidar de los hijos.  Formaba parte de la familia y solía quedarse conversando por largas horas con Freud, aún después de que Martha se retiraba a sus habitaciones. Permaneció con ellos 40 años, hasta un año después de la muerte de Sigmund en 1939, en Inglaterra, cuando ella misma murió debido a una insuficiencia cardiaca.

Diversos biógrafos de Freud proponen que ambos fueron amantes mientras que otros lo niegan rotundamente. Un instigador de dicho rumor fue el psicoanalista Carl Jung quien aseguró oírlo de boca de la propia Minna, sin embargo la acérrima rivalidad entre Jung y Freud debilita la  veracidad de dicha información (además de que Jung tenía su propia cola para pisar).

Se ha llegado a decir que Minna quedó embarazada de dicha relación y tuvo un aborto, y que esto justificaba su estancia en un sanatorio en Merano, Italia, durante algunos meses. Los detractores argumentan que su estancia ahí fue debido a problemas respiratorios, aunque es cierto que podría deberse a ambos asuntos.

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Lo cierto es que uno de los más connotados biógrafos de Freud, Peter Gay, fue el primero en acceder a la correspondencia completa del psicoanalista en 1989, correspondencia que había sido celosamente guardada por su hija Anna. Gay se percató que había un vacío considerable en la colección de cartas, pues faltaban las cartas del número 93 al 161, que cubrían los años de 1895 a 1900, aquellos años en los que se sospechaba que Freud y Minna habían tenido su romance secreto. Aún así, el biógrafo deshecho la posibilidad de un romance hasta que una nueva evidencia llegó a sus manos.

Se había encontrado un documento que podría ser probatorio de dicho “affair”.  El 13 de agosto de 1889, Sigmund Freud, que tenía entonces 42 años, y Minna de 33, se registraron como “matrimonio” en la habitación 11 del hotel Schwiezerhaus, en la pequeña localidad de Maloja, en el cantón de los Grisones de los Alpes de la Suiza Oriental. Ahí permanecerían dos semanas mientras la esposa de Freud recibía en Viena tarjetas postales que describían “la belleza de los Alpes, sus lagos y sus bosques”.

Esta historia fue descubierta por el sociólogo de la Universidad de Heidelberg, Franz Maciejewski, y confirmada por el dueño actual del hotel Jürg Wintsch, quien enseñó el registro de Freud “y esposa” en uno de sus amarillentos cuadernos (Rodrigo Carrizo para El País “Las ‘relaciones peligrosas’ de Sigmund Freud y su cuñada”  26/12/2006).

Así es como Peter Gay en 2006 declara que es posible que Minna no sólo haya sido “la confidente más cercana” de Sigmund Freud, como este aseguró, sino que posiblemente fueron amantes. Supongo que es un misterio, como tantos, que nunca podremos aclarar.

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