La mirada del psicoanálisis en torno a las enfermedades psicosomáticas

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Llevo un rato persiguiendo una entrevista con la Dra. Elena Castañeda Rodriguez-Cabo ([email protected]) mi colega psicoanalista y también mi amiga, y una gran estudiosa de las enfermedades psicosomáticas. Al fin logré que nos escribiera acerca de este tema que nos atañe a todos.

“En nuestros días, los problemas de salud que se conocen como enfermedades psicosomáticas son motivo de particular interés ya que, lejos de ser situaciones excepcionales, aparecen cada vez con mayor frecuencia en los consultorios médicos; por ello se los ha definido como un tema de salud característico de nuestra época moderna.  Sin embargo, no es tan claro ni tan fácil delimitar cuándo se trata realmente de una enfermedad psicosomática. El problema se manifiesta como una enfermedad que requiere atención médica: se trata de lesiones orgánicas que pueden afectar distintos órganos o sistemas del cuerpo.  Ejemplos típicos son ciertas afecciones de la piel como psoriasis, alopecia y eczemas, afecciones cardiovasculares como la hipertensión esencial, trastornos gástricos como la colitis ulcerosa, respiratorios como el asma bronquial, entre muchas otras afecciones.  Lo que las engloba a todas ellas bajo ese rubro de “enfermedades psicosomáticas” es la suposición de que su surgimiento se debe en forma predominante a factores emocionales y psicológicos. Sin embargo ha sido difícil entender cuáles son los mecanismos por los cuales lo psicológico causa daño orgánico.

La idea que de que las emociones y, con ellas, nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos, con las otras personas y con el mundo que vivimos tiene que ver con nuestro estado de salud, forma ya parte de un saber popular que se está consolidando, muy de la mano con la conciencia cada vez más clara de que somos “mente y cuerpo” en forma inseparable.  De ahí la expresión que a veces utilizamos en la vida cotidiana, de estar “somatizando”, es decir, de estar presentando síntomas físicos como consecuencia de problemas que pertenecen al plano psicológico.  Empiezan a difundirse también ciertos conocimientos que van en el mismo sentido, por ejemplo los que advierten que los estados depresivos pueden incidir negativamente en el sistema inmunológico, es decir, que pueden disminuir las defensas naturales del cuerpo ante agentes infecciosos o tóxicos del medio ambiente.  Entonces podemos ya volver la atención a la palabra “psicosomática” y observar que está compuesta por dos términos: psique (mente) y soma (cuerpo); con esta reunión en una palabra de lo psíquico y lo corporal, se intenta nombrar a cierto tipo de enfermedades orgánicas que, al no encontrarse una causa médica que las explique, se presume entonces que tienen predominantemente un origen psíquico.  Se distinguen por tanto de enfermedades para las que la medicina atribuye causas “objetivas”, como pueden ser las infecciosas, las traumáticas, malformaciones anatómicas, etcétera.   Puede parecer sencillo establecer que para ciertas enfermedades orgánicas hay que pensar en causas psicológicas, pero en realidad explicar cómo se produce una afectación del cuerpo físico desde el plano mental es un complicado tema científico. Sigue siendo un reto para la medicina entender cómo se han originado estos padecimientos y encontrar vías de tratamiento efectivas. También han sido un desafío para el psicoanálisis que, desde la trinchera de lo psíquico, ha estado involucrado desde siempre con la investigación de casos con trastornos psicosomáticos. Lo fascinante del reto que suponen las enfermedades psicosomáticas es que ponen en el tapete un problema que siempre ha acompañado al ser humano manifestándose en todas las culturas y sistemas filosóficos de distintas maneras, y que se resume en la pregunta: ¿cómo se produce la relación entre mente y cuerpo? Entonces, retomar este viejo tema y crear nuevos conocimientos que sean útiles para que las personas que sufren estos padecimientos tengan alternativas efectivas para recuperar la salud y, más aún, para anticipar formas de prevenir su aparición, es sin duda una motivación fundamental.

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Desde hace tiempo, las ciencias de la salud cuentan con la noción de “estrés”. El estrés es un estado de desequilibrio que sufre un individuo provocado por una sobrecarga de tensión por factores internos o externos, lo que afecta el sistema nervioso y los otros sistemas vitales del organismo, por ejemplo el cardiovascular. El estrés en forma crónica puede repercutir muy desfavorablemente en el organismo, afectando su salud.  Este conocimiento resulta sin duda útil para tratar problemas psicosomáticos, siempre y cuando no se quede en simples objetivos de reducir el estrés sin tomar conciencia de la necesidad de lograr una comprensión más amplia del conflicto emocional de fondo que puede estar afectando a un sujeto.  Por ello, en ocasiones, es el mismo médico el que sugiere a un paciente acudir con un psicoanalista.

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Puede afirmarse que en psicoanálisis la relación entre mente y cuerpo es un eje fundamental de comprensión del ser humano, a condición de entender que para el psicoanálisis lo psíquico no es equivalente a lo consciente, es decir, considera que lo psíquico es en buena medida inconsciente, idea compleja sin duda que sería largo explicar, pero importante de mencionar.  Por otra parte, el cuerpo para el psicoanálisis no es el organismo, es decir, no lo toma meramente como una entidad biológica que funcionaría aislada de todos los otros aspectos de la vida del ser humano; en cambio, el cuerpo del que se ocupa el psicoanálisis es un cuerpo que tiene historia.  El “cuerpo con historia” toma en cuenta que en sus inicios el ser humano forma parte de otro cuerpo, el de la madre, y sobre ese cuerpo del bebé que depende en todo del amparo materno, se depositarán ansiedades, expectativas, prohibiciones y deseos. De ahí que pueden observarse reacciones “psicosomáticas” también en los niños, relacionadas con conflictos emocionales en el ámbito familiar.

Con esa perspectiva única que la caracteriza, la clínica psicoanalítica puede atender a personas con enfermedades psicosomáticas, partiendo invariablemente del respeto y cuidado del tratamiento médico que se haya indicado al paciente, y enfatizando además su absoluta diferenciación de terapias que ofrecen curas milagrosas poniendo en riesgo la salud de la persona.

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